FORMACIÓN DE PERIODISTAS MAS ALLÁ DE LA ACTUALIDAD


Por Carola Espinoza Orellana
Escuela de Periodismo Universidad Mayor


La enseñanza del periodismo en Chile se ha caracterizado históricamente por una tendencia reactiva a las necesidades del mercado laboral del que participan los egresados. Así, junto con las discusiones teóricas sobre cómo hacer del ejercicio periodístico una actividad al servicio de la sociedad, las Escuelas nos hemos visto siempre tentadas a "producir" egresados según las exigencias de los futuros empleadores, y que habitualmente no se condicen con la actitud crítica que les inculcamos a nuestros estudiantes desde el campo teórico-conceptual.

Es así como concientizamos a los alumnos sobre la importancia de apropiación crítica de los medios de comunicación y de la evaluación de los efectos sociales del sistema de medios; pero, al mismo tiempo, y en la dimensión profesionalizante, les capacitamos en las técnicas clásicas de recolección de información, con un fuerte énfasis en el manejo de los soportes tecnológicos y el uso correcto de la lengua materna. Todo cruzado por la insistencia en convertirse en reporteros "aptos" para los medios. Como consecuencia, los alumnos y egresados, nos acusan de dos pecados: la sobreteorización y la práctica sin sentido.

La ponencia que presentamos intenta retomar la idea de complementar las dimensiones teórico-prácticas de la enseñanza del periodismo y desde allí abrir posibilidades de ejercicio profesional "no tradicionales". Nos apoyamos en la tesis de los enfoques de producción de noticias que sentencian a los modos de producción de información periodística, y se aventuran a sostener que un cambio en las rutinas de producción de información podría generar un "hacer periodístico" distinto. Desde esta base, y retomando la invitación de Ignacio Ramonet a repensar el periodismo del siglo XXI a la luz de los problemas sociales a los que la actividad puede ayudar a solucionar, esta ponencia desplegará argumentaciones a favor de la enseñanza de un periodismo más diverso y comprometido con la construcción de un modelo de sociedad, y que son corolario de las discusiones que, en la Universidad Mayor, hemos tenido respecto de la reformulación del perfil profesional y el currículo de la carrera de Periodismo.

Un poco de historia....

Según Gabriela Sosa, el desarrollo de la Comunicación como profesión universitaria, ha estado determinado por tres factores:
1) el contexto histórico,
2) las necesidades sociales, políticas y económicas;
3) y el desarrollo de las nuevas tecnologías que son adaptadas por los medios de información y el campo laboral.

A partir de ellos se generó la necesidad de legitimar la comunicación como disciplina en el campo de las ciencias sociales, siendo esta situación el germen de las primeras escuelas de periodismo y comunicación surgidas en América.

Los inicios universitarios del periodismo se remontan a la primera década del 20 en los Estados Unidos. En América Latina, la profesión aparece en los años 30 simultáneamente en Argentina y Brasil , creándose los primeros programas de capacitación para periodistas. Estas últimas experiencias recogen el modelo norteamericano, experimental y positivista pero a poco andar se ven permeadas por las influencias de las ciencias sociales y las humanidades.

Dos décadas después, ya casi en toda Latinoamérica, las escuelas de periodismo se convirtieron en escuelas de comunicación.
Durante la década del sesenta, predominó la propuesta CIESPAL, Centro Internacional de Estudios Superiores de la Comunicación para América Latina, un modelo prototípico de escuela de comunicación que, en esencia, propuso el perfil de comunicador polivalente, entendido como un profesional capaz de desempeñar cualquier actividad comunicativa en el marco de las industrias culturales. En consecuencia, la formación de este profesional debía que contener saberes prácticos (de las industrias culturales), y conocimientos teóricos y metodológicos fundados en corrientes positivistas del proceso de comunicación. Este programa influenció fuertemente la tradición periodística de las escuelas y facultades formadas entre 1960 y 1970, etapa en la que incluimos la experiencia chilena.
Más allá de los notorios desencajes generados por la "ciespalización", traducidos en la desvinculación entre práctica y teoría que nos pesa hasta estos días, es preciso valorar que este programa permitió el reconocimiento universitario de la profesión. Es precisamente gracias a este esfuerzo que se legitima una práctica social profesional: la de comunicólogo.

¿Cuáles fueron las consecuencias de la aplicación del modelo? La conformación de un "periodista" polivalente, y no de un "comunicador" polivalente. En definitiva, en lugar de abrirse paso a la conformación de corrientes paralelas al periodismo como relaciones públicas, publicidad, propaganda, etc. , se incluyó a todas ellas en el currículo del comunicador-periodista. Cito aquí textualmente a Gabriela Sosa: "la adopción del plan piloto de CIESPAL representó una falta de compromiso y visión por parte de las universidades, ya que en lugar de formar sujetos aptos y eficaces para actuar legítimamente en cualquier ámbito del campo de la comunicación, es decir, profesionales especializados; la errónea adopción de este plan contribuyó a formar egresados como <todólogos> cuyo campo de acción parecía cualquiera"

Así, lejos de acercar la brecha universidad-sociedad, el modelo Ciespal mal utilizado en América Latina, generó nuevos y aún más profundos distanciamientos entre comunicólogos (teóricos) y comunicantes (prácticos).

En la década del 70, tal como lo reseña Jesús Martín Barbero, el estudio de la comunicación y, en consecuencia, la teorización, se apoderó de las escuelas de periodismo. En esta misma línea de pensamiento, Daniel Prieto ha sido enfático en calificar esta etapa del desarrollo de las escuelas latinoamericanas de comunicación como aquella en la que más se teorizó, pero no sobre la realidad, sino sobre la teoría. Esta actitud teoricista desembocó en currículos que asumieron como premisa fundamental que aquel estudiante que era capaz de comprender la realidad podía cambiarla… y se equivocaron. Las consecuencias fueron nefastas: los comunicólogos no eran capaces de diagnosticar problemas ni intervenir en ellos, no estaban capacitados para planificar estratégicamente la comunicación, y carecían de las habilidades expresivas orales y escritas.

En los años 80 y aún a principios de los 90, las propuestas ciespalinas y teoricistas siguieron proliferando en la región y sólo en el último período surgió el perfil denominado comunicador para… Bajo la lógica de que toda sociedad requiere apoyos comunicacionales para el funcionamiento eficiente de sus instituciones, este enfoque revaloró las prácticas comunicativas de la sociedad y demostró que el periodismo y los medios no son el único ni exclusivo campo de actuación de un comunicador.

A pesar de la ambigua configuración de las carreras de comunicación social, éstas cuentan -por lo general- con una creciente demanda de ingreso a las universidades, a lo que se suma también una proliferación de instituciones que se hacen cargo de esta señal del mercado y que califican al periodismo y la comunicación como una carrera con futuro. (Ver reflexiones de Margarita Riviere, por ejemplo)

Sin embargo, para quienes egresan de las escuelas, la realidad es bastante menos prometedora: deben enfrentar la escasez de empleos y desconfianza de las instituciones empleadoras acerca de sus capacidades para desenvolverse en los campos de acción delineados por los medios.

Estado actual de la enseñanza del periodismo: El peso del mercado laboral

Hasta aquí hemos delineado las tendencias globales en la formación profesional de periodistas. Sin embargo, y antes de seguir adelante, resulta pertinente revisar el estado actual de la formación de periodistas en Chile. Comentaremos a continuación algunas apreciaciones.

a) Se advierte, en general, una formación profesional fuertemente arraigada en enfoques cuyo énfasis está puesto en la correcta redacción y las estructuras de organización de textos periodísticos para géneros informativos, interpretativos y de opinión, acompañado de herramientas tecnológicas que permiten la práctica de los estudiantes.

b) Los currículos se orientan hacia el ejercicio periodístico mediático tradicional, con incipientes tendencias hacia la digitalización. Esta situación ha generado un colapso generalizado debido al creciente número de egresados y la cada vez más pequeña demanda labora

c) A lo anterior se suma la casi exclusiva preparación universitaria en el ámbito del periodismo de actualidad, en sus modalidades informativas, interpretativas y opinativas (cuyas diferenciaciones podríamos también cuestionar). Esta situación limita aún más el ejercicio profesional de los egresados que ven como único norte laboral el periodismo de contingencia, impuesto por las empresas informativas.

d) Por otra parte, y como eje fundamental en la formación profesional, figuran los constantes y reiterados requerimientos de los medios de comunicación por contar con periodistas dinámicos, con iniciativa ante la noticia, con altos estándares de expresión oral y escrita, y un alto sentido ético.

e) Desde los enfoques disciplinarios, se advierten desvinculaciones entre la conceptualización del quehacer y la praxis, claramente identificables en los ciclos básicos y profesionalizantes.

En resumen, estamos formando un comunicador-periodista que maneja hábilmente los soportes tecnológicos por los que fluye la comunicación pública (radio y televisión análoga, radio digital, prensa escrita y -de manera emergente- soportes digitales multimediales); y medianamente las técnicas de expresión del mensaje (reglas gramaticales, ortografía, estilo periodístico informativo-tradicional)... Es decir, sabe cómo contar historias y por qué canales hacerlo.

Si lo analizamos desde el prisma teórico de los modelos comunicativos vendríamos a convenir que nuestros comunicadores lo son en la medida que saben expresar sus mensajes y elegir los canales por los cuales los pondrán en circulación. Sin embargo, les falta desarrollar habilidades para crear contenidos comunicativos, reconocer y manejar los contextos sociales y culturales en los que se inserta su comunicación, conocer las particularidades de sus destinatarios y la capacidad performativa de su interacción desde la esfera pública. Es decir, carecen de las herramientas prácticas que les permitan materializar la comprensión del rol social de su profesión.

¿Por qué? Porque como formadores hemos sido incapaces de desarrollar modelos de reporteo que superen la propia agenda de los medios, y que permitan a los profesionales hacer uso de técnicas de recopilación de información más allá de la entrevista de datos. Hemos desincentivado la producción de información periodística con fines distintos al conocimiento público de lo que acontece, convirtiéndonos en los mejores aliados de las industrias mediáticas tradicionales.

Por qué y desde dónde repensar el periodismo

En el contexto global perfilado más arriba encontramos ya algunos elementos que actúan como señales potentes para las instituciones que hoy han optado por la formación profesional de periodistas. Entre ellas la saturación del mercado laboral, la prácticamente nula diferenciación entre una y otra unidad académica, y la materialización de planes curriculares para todólogos.
A nivel disciplinario, las señales que exigen una redefinición del perfil profesional de los periodistas también son potentes. Entre ellas figuran el cambio epistemológico del positivismo al constructivismo (nismo); el cambio en el escenario social del que participamos: de la sociedad industrial a la sociedad de la información; y por último el cambio disciplinario en la comprensión de la comunicación: de lo lineal a lo post-lineal.

A lo anterior se suma también la paulatina pero creciente disminución del interés de los públicos por la información periodística, que ha sido sustituída por la llamada info-entretención.

De estas constataciones surge entonces la obligación de volver a pensar la formación profesional de los periodistas. ¿Desde dónde? Desde el convencimiento de que el periodismo cumple un rol social, cual es actuar desde la esfera pública en pro de la solución de problemas de la sociedad de la que participa.

Me permito recordar a este respecto las reflexiones de Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, quien ya en el año 1997 evidenció la necesidad de repensar el periodismo y, en especial, su enseñanza, cuando denunció la casi nula diferenciación entre los periodistas y los canales del periodismo, sentenciando que de no haber un significativo vuelco en la concepción de este "analista diario", la profesión estaba condenada a desaparecer…

Para Ramonet la clave está en pensar cuáles son los problemas que enfrentarán nuestras sociedades contemporáneas y preguntarse por cómo el periodismo puede ayudar a superarlos.
Los problemas que afectan a las sociedades contemporáneas son variados aunque según coinciden los analistas, se relacionan una característica fundamental y articuladora de la dinámica social, a saber, la multiculturalidad. Ella trae consigo problemas asociados a los conflictos interculturales (en el amplio sentido de la palabra) y la conformación de escenarios cargados de incertidumbre.
En consecuencia, la formación de nuestros periodistas no puede limitarse a la construcción del presente informativo con fines de conocimiento público. No se trata de negar esta dimensión del quehacer periodístico, pero si de ampliar la mirada a otras posibilidades de ejercicio profesional.

La Universidad Mayor ha optado, en esta línea, por abandonar la clásica distinción genérica de información-interpretación y opinión, bajo el argumento de la imposibilidad de distinguir claramente estas tres funciones periodísticas. En su lugar, ha elaborado una propuesta de diferenciación del ejercicio profesional basada en los objetos de información y las técnicas de recolección de datos.
Así, esperamos formar un periodista que sabiendo hacer bien su trabajo en materia de contingencia y actualidad, sea capaz también de enfrentar el acontecer con fines que superan la información; entre ellos se cuentan:

a) Periodismo de servicio, cuyo objeto de información son las experiencias de utilidad para el mejoramiento de la calidad de vida de las personas. La información periodística, en consecuencia, tendrá como fin último el permitir a los públicos obtener información que les sirva para operar en sus mundos cotidianos o para moverles a la acción por medio de la motivación que genera saber de otras experiencias positivas

b) Periodismo de abogacía o de grupos, cuyo objeto de información son las ideas, creencias y valores de un grupo social dado, actuando el periodista como un facilitador para la interlocución entre este sector de la sociedad y los restantes.

c) Periodismo comunitario, destinado a facilitar un diálogo simétrico entre la localidad y la sociedad global, y propiciando el contacto intercultural basado en el respeto mutuo de los valores identitarios de cada cual.

d) Periodismo Cultural, cuyo objeto de información es la memoria colectiva de una comunidad, su historia, personajes y dinámicas culturales.

e) Periodismo de investigación, destinado a favorecer el esclarecimiento de situaciones que están siendo deliberadamente ocultadas en beneficio de pocos y perjuicio de muchos.

f) Periodismo de anticipación, cuyo objeto de información serán los escenarios posibles, de manera de fomentar en la sociedad conductas preventivas y anticipadas.

g) Periodismo cívico, destinado a contribuir con la formación de una ciudadanía informada que cumple deberes y exige derechos que les son garantizados.

A cada una de estas categorías genéricas del ejercicio periodístico le corresponden técnicas de reporteo y modelos de análisis de información específicos que no detallaremos en esta ocasión, pero que intentan superar a la entrevista unifuente o bifuente como único modo de acceder a lo que ocurre.

Sostenemos que este modo de entender el ejercicio periodístico nos permitirá acercar las dimensiones teóricas y prácticas, puesto que toma los principales aportes de los estudios mediáticos para proponer un modo de hacer periodismo distinto, más allá de la actualidad.

Basándonos en las reflexiones de las teorías de los emisores de la comunicación de masas, es que asumimos que introduciendo modificaciones a las rutinas de producción periodísticas (en especial en la etapa de reporteo), se puede lograr como resultado la elaboración de textos con fines específicos como los anteriormente descritos.

Para ello, claro está, renunciamos -como Universidad Mayor- a la Escuela Informacional/Objetivista del periodismo para abordar, desde una perspectiva sociosemiótica, la comprensión del quehacer profesional, con la esperanza de ofrecer al país una generación de profesionales que puedan seleccionar y evaluar el acontecer, más allá de la actualidad.

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