FORMACIÓN UNIVERSITARIA EN PERIODISMO:
UNA REFLEXIÓN SOBRE LA DISCIPLINA Y LA PROFESIÓN
UN DEBATE MÁS PRETENDIDO QUE LOGRADO


Por Carlos Del Valle Rojas
Director Carrera de Periodismo
Universidad de La Frontera

I. Introducción

Una reflexión sobre la formación periodística debe comenzar, a mi juicio, necesariamente con un trabajo "genealógico". Es decir, vinculando el quehacer periodístico a sus orígenes, para explicar su actual desarrollo. Si coincidimos en seguir este camino, nos encontraremos con una situación que, no es novedosa (por lo tanto no podría constituir una buena noticia) y tampoco muy específica (sólo del periodismo). Sin embargo, en éste habrá algunas implicaciones (y complicaciones) mayores debido al desequilibrio en la relación: producción de la formación profesional y cantidad (ni siquiera una discusión sobre la calidad) en la producción periodística asociada a este quehacer y que se cuantifica en la cantidad decreciente de medios aptos para la producción (entiéndase problemas derivados de la satelización y pérdida de medios locales, lo cual aumenta el desajuste en la formación periodística en regiones).

Con lo anterior, lo que he dicho son, al menos, tres cuestiones que me gustaría desarrollar a continuación. Primero, la necesidad de reflexionar el tema de la formación, asumiendo el origen del periodismo. Esto deriva, a su vez, en una discusión sobre la relación profesión/disciplina aún no aclarada. En segundo lugar, haré una reflexión sobre la relación (apelando a la necesaria proporcionalidad) entre la producción en la formación periodística y los espacios de producción existentes en los medios. Con ello, por cierto, se incluirá inevitablemente, los fenómenos de la satelización y aumento en la oferta de la formación periodística. Y en tercer lugar, considerando los orígenes del quehacer periodístico, el panorama laboral y la discusión profesión/disciplina, intentaré entregar algunas pistas de cómo poder zanjar ciertas dificultades derivadas y cómo intentamos enfrentar el fenómeno en la carrera de periodismo de la Universidad de La Frontera de Temuco (Chile).

Antes de desarrollar mis ideas, debo señalar que más que encontrar respuestas, aquí habrá múltiples preguntas. Además de la obvia relación entre estas reflexiones y el contexto específico en que se realizan.



II. Desarrollo

2.1. Breve genealogía del quehacer periodístico

Para nadie resulta novedoso advertir que el profesional periodista que formamos en nuestras universidades, se vincula con una actividad cuyo origen es posible encontrar en los propios medios de comunicación y no en las aulas luego de una reflexión disciplinaria. Es evidente que los currículos que empleamos y las etapas de la formación que desarrollamos son el producto de una reflexión académica y disciplinaria. No obstante, siempre nos vemos obligados a una orientación medida frecuentemente por la actividad desarrollada en los medios. Esto, al menos, por dos razones. Primero, por el juego de imágenes y representaciones que poseen los estudiantes aún antes de ingresar al proceso de formación profesional. Y segundo, porque los importantes aditivos disciplinarios que podamos incluir, tarde o temprano, nos van a llevar a la misma pregunta que acompaña nuestros planes de estudio: ¿cuál es el profesional que deseamos formar?. Y en nuestra respuesta, no menos influida por este mismo juego de representaciones más los cánones impuestos por el mercado y la sociedad (actualmente no puedo separar estos dos), conectamos y justificamos habitual y sesgadamente con "razones sociales" el hecho de que la sociedad nos impone a la formación periodística énfasis orientados a los medios de comunicación, particularmente los tradicionales: radio, televisión y prensa. Sin embargo, si acudimos a la comunidad, nos daremos cuenta que lo que precisa no es un profesional adaptado al juego global y tradicional de los medios, sino más bien un profesional adaptado a las necesidades de ella, necesidades que están vinculadas con la integración al medio específico y global, la búsqueda de referentes de legitimación de sus quehaceres (donde los medios tradicionales tienen un rol más simbólico que real), búsqueda de estrategias de participación de los grupos. Aquí la tarea precisa de un profesional que no puede agotarse en los medios tradicionales.

Lejos de quedar marginada, una adecuada discusión disciplinaria replantea la función y, luego, la formación del profesional periodista. Un análisis ligero de los currículos de formación profesional, da cuenta de dos situaciones: la dialéctica disciplina/profesión, con un equilibrio más pretendido que alcanzado y un permanente regreso a los orígenes "mediales" del quehacer periodístico. La primera es una discusión importante, siempre que no se intente analogizar ambas, porque ni la una ni la otra pueden ser absorbidas y, habitualmente, van a derivar sólo en énfasis, que desde el punto de vista del mercado y la competencia generan diferenciales que, y volvemos al juego de imágenes y representaciones, sólo están en los currículos y no en la práctica social posterior. Es preciso, entonces, abrir la disciplina (que por razones evidentes debe ser la comunicación) hacia espacios que sean específicos a esta formación y que generen tanto conocimiento como operacionalización de éste (en este punto mi planteamiento no es muy ortodoxo). Lo anterior también tiene su explicación, pues asistimos a un momento en que las disciplinas intentan recuperar espacios que la interdisciplinariedad transformó en espacios comunes: hubo una confusión, que no calificaré de buena ni mala, que convirtió el compartir objetos y sujetos de estudio en común para las disciplinas en un uso común de las disciplinas para, y a veces por, los objetos de estudio. En este juego, las disciplinas perdieron espacio para fortalecer al objeto y al sujeto de estudio. Para decirlo de otra manera, actualmente la comunicación está en todas partes y esto ha sido más comunicado fuera de la comunicación que al interior de ella. La discusión está menos agotada que comprendida.

Volviendo a la idea del origen del quehacer periodístico, debemos recordar que nuestro "profesional" existía antes que existiera la formación profesional. Y que para legitimar la formación universitaria, se dijo "los profesionales formados en el oficio NO SON PROFESIONALES, CARECEN DE FORMACIÓN UNIVERSITARIA". Ésta es una verdad impuesta para sanear el nuevo sistema generado. Es decir, realmente cualquier persona no puede constituirse en un profesional universitario o, en otras palabras, no todos pueden "universalizar" lo que hacen. Para ello es necesario transitar por la universidad. No obstante, hoy se observa que en la práctica esta aseveración no es tan real y quienes han desempeñado por siempre el oficio de "periodista" o "persona encargada de producir noticias en y para los medios" lo siguen desempeñando (aunque algunos se quedaron y otros debieron salir). Luego se pidió el auxilio a la "ley", para que dirima la situación. Pero aún, luego de más de 9 años, los legisladores no acuerdan los términos (si el quehacer periodístico es exclusivo o preferente para el profesional universitario). El problema, entonces, se transformó en un mero caso legislativo y ya no es disciplinario ni académico. Así se enfrentan realmente en las sociedades los temas.

Para tratar de ser también propositivo, debo resumir que la formación periodística profesional y universitaria deber asirse fuertemente a su disciplina connatural: la comunicación. Y ésta no debe, o mal puede, asumirse como el espacio específico de alguien y con ciertas formas y características; más bien debe entenderse como un fenómeno eminentemente social, donde el periodista, que no es sólo un trabajador de los medios como quieren hacernos pensar, se compromete con una función social y comunitaria. De la misma forma como la salud sale de su espacio disciplinario aséptico para ir al encuentro de la comunidad, su fin último.

El periodismo no puede seguir siendo concebido como una función en los medios de comunicación, no sólo porque los espacios allí están agotados, pero también por ello; sino porque éste no es el espacio donde debió surgir la profesión universitaria, diferenciándose del oficio, para no estar permanentemente confrontándolo para ocupar su lugar. Esta lucha ha sido poco positiva. No obstante, deben concurrir otras situaciones en el entorno para este cambio. Primero, la sociedad debe asumir el rol del periodista, que tal vez debiera cambiar su nombre porque nunca fue un nombre muy preciso, de la misma manera como asume el rol del abogado, del médico, etc. El rol de un facilitador permanente de la comunicación y de un vigilante cauto y ético de la sociedad, aunque con ello sólo legitimaríamos nuestro quehacer construyendo un argumento de verdad en la sociedad, al igual que lo han hecho históricamente otros quehaceres, recordemos que el quehacer médico se planteó como un vigilante de la higiene social y el quehacer del derecho como un regulador de la equidad social. (FOUCAULT, M.).

Esto supone la generación de espacios, la definición del rol y el fomento de esta nueva institucionalidad del periodismo fuera de los medios. Vale decir, fomentar al periodismo en los medios es algo que parece nunca ocurrirá, pues el sistema de los medios es un sistema particular, cerrado y mercantil y siempre velará por sus intereses como es obvio y legítimo. Una lucha aquí es inconducente. Es como si los profesionales médicos debieran luchar por ganar su espacio sólo en el sistema privado. Debemos coincidir que tienen aquí una gran ventaja, que da estatus y posibilidades.

2.2. Producción en la formación periodística universitaria versus producción en los medios tradicionales

Comienzo esta discusión con un hecho que grafica claramente la situación en Chile. Existen más de 30 escuelas de periodismo (entre universidades públicas y privadas, cuya discusión dilataría aún más la reflexión que ya se hace extensa) y los medios de comunicación siguen siendo en cantidad (y en calidad) los mismos, incluso con una peligrosa tendencia a la desaparición. Esto último se evidencia fuertemente en regiones, donde la satelización (entendida como la difusión local de programación producida en otro lugar, particularmente en la capital, Santiago) y la aparición fluctuante de medios pequeños que compiten infructuosamente con grandes medios ya arraigados, ofrecen un panorama poco alentador.

Sin embargo, este hecho puede ser entendido de dos maneras, asumiendo dos posiciones diferentes:

1. Como una situación seria, porque los profesionales formados en la universidad al egresar no encuentran las condiciones para el ejercicio de la profesión, quedando naturalmente cesantes.

2. Como una situación seria, porque nuestros profesionales no están lo suficientemente formados para orientar su quehacer hacia actividades que sean otras diferentes a la de los medios tradicionales (o de los medios tradicionalmente entendidos).

Creo que la segunda situación es más compleja, principalmente porque plantea
desafíos en la formación y no sólo exigencias al sistema. Es común que frente a una discusión sobre la formación profesional (universitaria en este caso, porque institutos o centros de formación aún no incorporan este tipo de profesiones, aunque parece que pronto lo harán) y el campo laboral que -en definitiva es uno de los aspectos más evidentes del problema-, pensemos equivocadamente en una suerte de relación estricta entre ambas, y más aún con dependencia de la segunda hacia la primera. Se incurre, entonces, en el error de pensar que los espacios laborales han sido diseñados o dan cabida a una profesión en particular, en circunstancia que dichos espacios se definen en base a roles y funciones que no son exclusivas de las profesiones. Y el otro extremo es creer que la formación profesional debe ser diseñada estrictamente según exigencias de los espacios laborales. En todo caso, la segunda situación nos obliga a rediseñar las ofertas de formación profesional; y esto es positivo. Lo cierto, es que dicho diseño en la formación profesional debería incorporar una discusión profunda sobre la relación entre éste diseño y las características de la oferta laboral, replanteando la primera como un sistema abierto a las condiciones del medio, pero no determinado por estas. En tal sentido, por ejemplo no se trataría de insistir en una formación para los medios tradicionales (o tradicionalmente entendidos, para ser más exacto), sino más bien en reorientar la formación, con ciertos énfasis en áreas acordes con el medio, incluyendo, ciertamente, una fuerte formación disciplinaria que cautele dichos énfasis.

2.3. Algunas pistas

A continuación, esbozaré algunos de los énfasis puestos en nuestra formación periodística.

Descripción general de la situación actual para su discusión :

Ø Área comunicación y salud. Se iniciaron actividades de capacitación a profesionales del área, a través de la Dirección de Capacitación del Colegio de Técnicos Paramédicos de la IX región. Hay posibilidades de investigación y prácticas profesionales para los estudiantes. La idea es incorporar esta área como asignatura en el Plan de Estudios.

Ø Área comunicación y educación. Convenio con Secretaría Ministerial de Justicia. Actualmente se realizan asesorías y capacitaciones en escuelas, especialmente rurales; mediante el electivo "periodismo escolar" que se desarrolla ambos semestres. Posibilidades de realizar convenio con Universidad de Sevilla en esta materia (y otras).

Ø Área comunicación y reforma judicial. Posibilidad de convenio con Secretaría Regional Ministerial de Justicia. Se programa curso de capacitación para nuestros profesores y alumnos. Hemos incorporado esta área como asignatura en el Plan de Estudios.

Ø Área comunicación y medios digitales. Se programa actividades de capacitación a profesionales, empresarios, etc., en esta materia; a través del Consejo Regional del Colegio de Periodistas, con el cual se busca establecer un convenio. Además se mantiene el electivo "especializado en medios digitales". Actualmente estamos organizando el III ENCUENTRO IBEROAMERICANO DE PERIODISMO EN INTERNET, PRIMER COLOQUIO DE INVESTIGADORES EN INTERNET y PRIMER ENCUENTRO DE INICIATIVAS Y APORTES JÓVENES DE COMUNICACIÓN Y PERIODISMO EN LA RED.

III. Consideraciones finales

Para concluir esta reflexión, considero relevante insistir en la secuencia descrita, pues la genealogía del periodista que formamos con frecuencia nos obliga a medir en los medios tradicionales la formación ofrecida; en tanto que las discusiones entre la disciplina y la profesión han sido considerablemente dialécticas y no complementarias o propositivas. La disciplina otorga la sustancia a la profesión y ésta no puede medirse en las características o condiciones del medio laboral, de lo contrario está condenada al fracaso. Se trata más bien de abrir la disciplina hacia la búsqueda de ciertos énfasis para reorientar la formación, al margen de los medios tradicionales (valga aquí medios tradicionalmente entendidos). Los profesionales deben ser capaces de crear nuevos medios y adaptarlos a las necesidades de la sociedad y ésta, a su vez, debe ser capaz de dignificar e instituir -como lo ha hecho históricamente con otros quehaceres-, la actividad periodística. Uno de los fantasmas del quehacer periodístico es su estricta dependencia de los sistemas particulares o privados (y privativos), situación que no ocurre con otros quehaceres, que a través de la historia se han volcado a la sociedad, ofreciendo un servicio imprescindible, como salud, bienestar (otrora higiene) o equidad y justicia en las sociedades.

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