Pinochet sobreseído
y alejado del Senado:
Desilusión
General
Carta-renuncia
de un demente se transforma en "documento histórico"
Camino recorrido:
de Londres a Iquique
Por
Marco Braghetto y César Vera
Las esperanzas
de ver a Augusto Pinochet pagar por sus responsabilidades en las
violaciones a los derechos humanos cometidas durante su gobierno
comenzaron hace casi cuatro años, cuando fue detenido por
la justicia británica en su viaje a Londres. Sin embargo,
pronto todo volvería a la normalidad: Pinochet evadió
definitivamente los tribunales y hoy descansa en Chile gozando de
plena libertad, mientras las víctimas de los crímenes
y sus familiares bajan de las nubes y comprueban nuevamente que
el poder del ex dictador vale más que sus ansias de justicia.
Camino recorrido
Cuando el 12
de enero de 1998 el Partido Comunista (PC) interpuso la primera
querella criminal en contra de Pinochet por las violaciones a los
derechos humanos cometidas durante el régimen militar, pocos
pensaron en el largo camino por el cual el ex gobernante de Chile
iba a tener que lidiar con la justicia, tanto internacional como
chilena.
Ya con el cargo
de senador vitalicio, Pinochet viajó en septiembre del mismo
año Londres -con pasaporte extendido por Chancillería,
para visitar fábricas de armamentos, cuando tuvo que ser
operado de una hernia discal que lo afectaba. Mientras convalecía,
en octubre el juez español Baltasar Garzón ordenó
la detención preventiva del ex dictador por el asesinato
de ciudadanos españoles entre el 1 de septiembre de 1973
y el 31 de diciembre de 1983. Pinochet fue detenido, tras recibir
Scotland Yard una notificación del juez la cual solicitaba
interrogar al general retirado.
Pese a todo,
el 28 de octubre el Tribunal Superior de Inglaterra y Gales reconoció
que Pinochet tenía derecho a la inmunidad soberana como ex
jefe de Estado, y acordó su libertad condicional.
Todo acontecía
muy rápido y un hecho trascendental en el marco del proceso
a Augusto Pinochet fue el que se produjo en la Cámara de
los Lores, el 25 de noviembre, donde cinco jueces revocaron por
tres votos a dos el fallo del Tribunal Superior, acordando así,
que el senador vitalicio hasta ese entonces carecía de inmunidad
en los delitos contra la humanidad que se le imputaban.
Los fallos cambiaban
de un día para otro, ya que cada parte apelaba cuando se
sentía perjudicada por un fallo. Así, el 10 de diciembre
del 1998 el pleno de la Cámara de los Lores revocó
el fallo por la vinculación de uno de los jueces-lores a
Amnistía Internacional. Un día más tarde, Pinochet
compareció por primera vez ante los tribunales londinenses
negando cualquier acusación que estaba en su contra.
El 24 de marzo
de 1999 la Cámara de Los Lores confirmó que Pinochet
no gozaba de inmunidad, aunque limitó el proceso de extradición
a España a los delitos a partir del 8 de diciembre de 1988,
fecha en la que la Convención internacional contra la tortura
fue incluida en la legislación británica.
Un año
más tarde se negó su extradición a España.
Sin embargo, tras 503 días bajo arresto domiciliario, y una
vez que, el entonces ministro del Interior británico, Jack
Straw recibió el aval judicial de su decisión, Pinochet
fue autorizado para regresar a Chile. El 3 de marzo de 2000, el
ex general aterrizó en el aeropuerto Arturo Merino Benítez
con un aspecto saludable, donde fue recibido como un héroe
por su seguidores y por los jefes militares.
Todo no era
color de rosas para Pinochet debido a que el juez Juan Guzmán
solicitó a la Corte de Apelaciones de Santiago el levantamiento
de la inmunidad del ex dictador y senador vitalicio.
Condenar y juzgar
a Pinochet en Chile era mirado por gran parte de la gente como una
utopía, pero el 5 de junio de 2000, la Corte de Apelaciones
de Santiago confirmó, por 13 votos frente a nueve, el levantamiento
de la inmunidad parlamentaria a Pinochet. Su defensa apeló
al fallo, pero la Corte lo volvió a despojar de su fuero
parlamentario, en una votación reñida, abriendo paso
a la posibilidad de que el general en retiro fuera procesado por
los crímenes de la caravana de la muerte.
Otro hecho importante
que marcó el devenir de Augusto Pinochet fue el procesamiento
y arresto domiciliario que dictó el juez Guzmán, por
el ser el presunto coautor de 57 homicidios y 19 secuestros calificados
o atribuidos a la caravana de la muerte. Pese a esto, la Corte de
Apelaciones anuló el auto de procesamiento.
Luego de realizarse
unos chequeos médicos, para comprobar que no padecía
de demencia, el 23 de enero de 2000 el Juan Guzmán interrogó
a Pinochet por los delitos cometidos en el período que estuvo
al mando del país. Fue la primera vez que el ex mandatario
declaró ante un juez en Chile.
Tuvo que pasar
más de un año para que la justicia chilena iniciara
una audiencia para analizar el cierre del proceso en contra de Pinochet
por demencia. Se presentó una solicitud de paralizar el juicio
por los defensores del retirado general argumentando que su deteriorada
salud no le permitía enfrentar un proceso de esa magnitud.
Uno de los días
de mayor felicidad para los partidarios de Augusto Pinochet fue
el primero de julio de 2001, cuando la Corte de Apelaciones de Santiago
decidió, por dos votos contra uno, su sobreseimiento temporal
por "demencia vascular subcortical". A pesar de esto,
la decisión supuso en la práctica el fin de la odisea
judicial. Pinochet pasó a la historia como un ex dictador
procesado por homicidios y secuestros que logró impunidad
por su locura.
El enfermo
imaginario
Pinochet sigue
como una figura pública, aún después de su
renuncia al Senado. Y como si nada, pasea despreocupado por Iquique,
ignorando las manifestaciones de los grupos defensores de los derechos
humanos en esa ciudad. Incluso, el martes 16 de julio, en el sector
del monumento al Marinero Desconocido, su escolta personal realizó
todo un operativo contra tres jóvenes que se disponían
a cazar cangrejos con unos prácticamente inofensivos rifles
de aire comprimido. Los guardias creyeron que planeaban un atentado
contra el ex dictador, o al menos eso argumentaron posteriormente.
Ahora los jóvenes piensan presentar querellas por el maltrato
que les dieron. Uno de ellos, de sólo 17 años, ya
cuenta con la ayuda del Servicio Nacional del Menor (Sename) y sus
abogados.
Pero más
allá de las anécdotas tragicómicas, lo que
sorprende a muchos es el desenfado con el que Pinochet actúa
tras su sobreseimiento, pues no hay que olvidar que hoy goza de
su libertad sólo gracias a un formulismo legal, un presunto
mal estado de salud que le impide declarar ante la justicia. Desde
un comienzo sus abogados centraron la defensa en su enfermedad,
no en su eventual inocencia.
Por supuesto,
hubiera resultado inconcebible argüir que en su calidad de
Comandante en Jefe del Ejército, este veterano militar de
85 años, no sabía nada sobre los crímenes cometidos
por sus subalternos, o que al menos no haya actuado como un encubridor.
En este caso habría que acusarlo de incompetente; pero, en
verdad, lejos de la ficción jurídica, lo cierto es
que Pinochet ya ha sido sindicado en otros países como culpable
de violaciones a los derechos humanos.
La molestia
por esta evasión olímpica de la justicia ha sido fuertemente
demostrada por algunos grupos políticos, en especial por
el Partido Comunista (PC). Poco después de conocida la decisión
de sobreseer a Pinochet, este partido, junto a agrupaciones de defensa
de los derechos humanos, marchó hacia la Corte Suprema y
lanzó pintura roja sobre su fachada, simulando sangre. Las
manchas todavía pueden verse, pese a que ya fueron lavadas,
y representan, según Gladys Marín, la secretaria general
del PC, un "símbolo que denuncia a quienes pretenden
imponer una burla".
Probablemente,
con el paso del tiempo, el hecho de que Pinochet haya logrado evadir
la acción de la justicia chilena e internacional, quedará
grabado en la retina colectiva como una de las demostraciones más
evidentes de su poder y de su círculo más cercano.
Aunque también es una prueba de la falta de voluntad por
parte del gobierno de que el ex dictador fuera, al menos, juzgado.
Y en realidad, lo único que se consiguió con alimentar
durante tanto tiempo las esperanzas de justicia de la gente que
quería ver al dictador castigado por su responsabilidad criminal,
es que la ya alicaída confianza en el Poder Judicial haya
quedado por el suelo. En todo caso, nunca nadie creyó que
Pinochet fuera sentado en el banquillo de los acusados, ni mucho
menos que haya podido pasar sus últimos días tras
las rejas.
Y es que las
instituciones chilenas son algo sui generis. Por ejemplo, es difícil
no sorprenderse con el crédito que se le otorga a una carta
de renuncia al Senado de alguien que según sus propios médicos
está imposibilitado de discernir coherentemente; más
aún si la renuncia adquiere solemnidad y se le considera
un documento histórico.
A pesar de su
alejamiento de la cámara alta, es probable que cada cierto
tiempo tengamos noticias de Pinochet. El incidente de Iquique es
una muestra, la primera de una serie que de cuando en cuando nos
recordará que el general sigue aquí, llevando una
apacible vida de veterano retirado en su asilo cinco estrellas que
es Chile.
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