Chile post-inundaciones
:
Lo que el agua nos dejó
Durante los
primeros días de junio, las lluvias afectaron severamente
a la mayor parte del país, lo que movilizó a Chile
entero para solucionar los problemas de los más afectados.
Cumpliendo
una tarea preventiva, el Estado estudia nuevas maneras de adelantarse
a los riesgos que implica la llegada de fenómenos climáticos
que traen intensas lluvias.
Por:
Daniel Soza e Iván Falcón
Pareciera
que la humedad y el barro en el campamento "El Peñoncito",
ubicado en la comuna de Puente Alto, nunca se acabarán. Son
14 construcciones improvisadas con cartones, maderas y plásticos,
que difícilmente cumplen la función de una casa. A
pocos pasos un río que no supera el metro de profundidad,
y a su alrededor, piedras y ramas que muestran haber sido transportadas
a la fuerza hasta allí. Aunque las lluvias ya pasaron, todavía
existe el recuerdo de los malos ratos que los temporales les producen
a estas personas. Y la ayuda otorgada por grupos de vecinos que
viven en los alrededores, desapareció más rápido
que las pozas de agua.
En "El
Peñoncito" las casas extraen el agua potable desde cañerías
que están unidas a una matriz de un condominio que hay cerca
del lugar. La luz eléctrica la obtienen colgándose
de los cables que pasan por unos postes que hay en la calle. No
existe el alcantarillado, y deben botar la basura en un contenedor
que alguno de los allegados trajo.
En este contexto
vive Isabel Cerezeda, dirigente del campamento. Ella relata a Con
Tinta Negra que desde que llegó a ese lugar, en 1998, no
ha recibido ningún tipo de ayuda por parte del Municipio
o de otra autoridad responsable. En conjunto con su comunidad, solicitó
la creación de una especie de alcantarillado que pudiera
evacuar las aguas de las casas llevándolas hasta el río
que corre cerca, pero hasta el momento no han obtenido respuesta.
Cuando se produjeron
los temporales, durante los primeros días de junio de este
año, el río creció demasiado rápido
y arrastró muchas piedras y ramas. "Nosotros pensábamos
que el agua se iba a salir", señala la dirigente. Sin
embargo, éste no fue el único problema. Además
del aumento del caudal del río, las casas fueron cediendo
ante el agua. De esta manera, las viviendas comenzaron a filtrarse
y las pocas cosas que tenían se mojaron, quedando muchas
de ellas inservibles.
La historia
de Isabel es la típica que se repite año tras año,
y que parece no tener final. Como fin al problema, mucho se ha hablado
de "soluciones concretas", que la mayoría de las
veces, resultan un simple parche que cubre una gran herida. Sin
embargo, de a poco, ya están apareciendo respuestas que traen
nuevas posibilidades para superar las desgracias, como la de la
anticipación a las catástrofes naturales.
Afectados
Un poco más
de un mes ha pasado desde las precipitaciones que en junio dejaron
a la mayor parte de nuestro país completamente mojado. Calles
que parecían ríos, casas inundadas y sitios cubiertos
completamente de agua el primer saldo negativo de un invierno que
aún no termina. Nadie dejó de verse afectado de algún
modo con las lluvias, no tan sólo porque fueron las más
intensas del siglo, sino porque además, la crisis económica
ha incrementado el dolor al lanzar a más personas a las calles.
Hace poco, el
Hogar de Cristo realizó un estudio que arrojó que
el número de campamentos en la región Metropolitana
aumentó en un 53% respecto del último catastro, hecho
en 1996 por la Universidad de Chile, bajo el encargo del programa
Chile Barrio, dependiente del Ministerio de la Vivienda y Urbanismo
(Minvu).
Esto implica que hoy existen 143 campamentos en las provincias de
Santiago, Cordillera, Maipo, Melipilla, Talagante y Chacabuco. En
ellos viven 9.197 familias, mientras que antes sólo habían
113 asentamientos precarios en la región Metropolitana y
859 en el resto del país.
Felipe Fuenzalida,
coordinador del análisis hecho por el Hogar de Cristo, explicó
que el catastro realizado por el gobierno sólo contabilizó
a aquellos campamentos integrados por más de 20 familias,
mientras que el de la institución de caridad incluyó
a las agrupaciones compuestas por ocho o más familias. En
los dos estudios se define como campamentos a aquellos lugares donde
los grupos familiares viven en condiciones de extrema pobreza, marginalidad
habitacional y donde no están presentes todos los servicios
básicos.
Fuenzalida señaló
que "a pesar de que a todos nos llueve por igual, siempre habrá
gente que se moja más que otra... y todos sabemos quienes
son esos, los más pobres". Por esta razón, el
estudio hecho por la institución católica ha servido
para plantearse las nuevas estrategias de ayuda a estos sectores
y a la población en general.
Es una urgencia buscar nuevas formas de planificación y prevención
de riesgos. Muchas de ellas ya no están atacando el síntoma,
sino la enfermedad. El Estado, en un intento por adelantarse a la
llegada de extraños fenómenos climáticos como
los vistos durante este año, ya se ha puesto a investigar
los mares y los cielos en busca de signos que indiquen la presencia
de futuras inclemencias del tiempo.
El Niño
Terminados los
temporales, se evalúan las variables que llevaron a la crisis
de junio pasado. Y hasta el momento aparece sólo un gran
culpable: la corriente marítima cálida de El Niño,
que trae consigo lluvias muy intensas y mal tiempo. En 1997 y 1998,
los estragos producidos por los temporales derivados de éste
fenómeno fueron avaluados en más de mil millones de
pesos y motivaron la declaración de zona de catástrofe
a ocho regiones, desde Atacama hasta Los Lagos. Los temporales de
junio, que según los meteorólogos no se debieron a
El Niño, provocaron daños por 700 millones de pesos,
y cuatro regiones fueron declaradas zona de catástrofe.
De allí
la necesidad de prevenir. Algo muy difícil, considerando
que la climatología es una ciencia aún inexacta, que
tiene altas probabilidades de errar. El 2001, por ejemplo, se esperaba
que el fenómeno de El Niño apareciera, pero no ocurrió.
Este año, El Niño se suponía que iba a estar
presente en una modalidad suave, pero ya se vieron los estragos
que han dejado sus lluvias. Sin embargo, de a poco se van reconociendo
indicios de anormalidad, como el desarrollo de temperaturas más
altas que la media en la profundidades del Pacífico ecuatorial
y el reciente aumento brusco de temperaturas a lo largo de la costa
de Ecuador y norte de Perú.
Empero, la poca
exactitud en los vaticinios no quiere decir que el Estado no esté
haciendo los esfuerzos correspondientes para adelantarse a la llegada
de El Niño. Dos veces al año, el crucero de investigación
Vidal Gormaz de la Armada inicia un viaje peculiar. Su destino:
200 millas náuticas mar adentro. Su objetivo: tomar registros
del mar, como su temperatura, salinidad y radiación, para
compararlos con los registros promedios que se poseen. Así,
se puede concluir o no la presencia de la corriente del Niño.
No es el único
esfuerzo. Dieciocho estaciones a lo largo de la costa miden los
mismos parámetros y envían la información cada
hora, vía satélite, a los centros de control. Con
estos datos, el Servicio Hidrográfico emite un informe cada
15 días a la Subsecretaría de Pesca y una vez al mes
a la Comisión Permanente del Pacífico Sur, que integran
también Ecuador, Colombia y Perú, donde se comparte
información sobre el estado del mar y sus proyecciones.
Con todo, el panorama sigue siendo triste. "Históricamente,
no ha habido presupuesto para prevención. Se sabe de los
lugares que siempre se inundan y hay que evacuarlos", explicó
Gastón Sepúlveda, de la Unidad de Coordinación
de la Oficina Nacional de Emergencias (Onemi). "Por ejemplo,
en agricultura lo único que se puede recomendar es que se
atrase la siembra, que comúnmente se hace entre mayo y agosto,
a septiembre, pero la gente tiene que ir aprendiendo y preparándose
sola".
Planificación
La Onemi es
la responsable de la seguridad de las personas en los periodos de
emergencia. La entidad trata de dejar atrás su rol de mero
despachador de artículos de primeros auxilios y asumir el
de la prevención. A fines de junio, lanzó la segunda
etapa de su campaña de invierno, para los municipios, gobernaciones
y ministerios. "La idea es que cada Municipalidad haga un mapa
de los lugares que han tenido problemas otros años para realizar
allí acciones preventivas", indicó Carmen Fernández,
jefa de protección civil.
Pero ¿cuántos
municipios se han sumado, considerando que todos los años,
aún no habiendo El Niño, el país se inunda?
Según Fernández, unas 200 comunas. Además,
dijo que el panorama mejora. "Durante las lluvias de este año,
Santiago se comportó un 30 % mejor que en el 2000, considerando
que las de este año han sido las más intensas del
siglo". El avance es, en parte, por el aumento de los colectores
de aguas lluvias y porque, como agregó el subdirector de
Obras Viales del Serviu, Eusebio Herrera, se hizo mantención
a la mayoría de sumideros y cámaras de la capital.
Sin embargo,
aún quedan muchos esfuerzos que realizar en materia de prevención.
En Chile la lógica muestra que la población tiende
a sobreponerse y no a anteponerse ante las catástrofes naturales.
Mientras tanto, el Estado debe insistir con una labor educativa
que tienda a favorecer la educación de la prevención
de riesgos, ya que una medida efectiva, como el plan maestro de
colección de aguas lluvias, no llegará hasta antes
del 2006. La idea es terminar con la mentalidad chilena retratada
en ese clásico chiste de Condorito: "cuando llueve no
se puede reparar el techo. Y cuando está seco, no hay para
qué".
Sitios relacionados:
http://www.hogardecristo.cl
http://www.untechoparachile.cl
|