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Guerra ruso- chechena
Historia de un conflicto inconcluso

Motivaciones económicas y nacionalistas impiden dar un cese definitivo a muchas décadas de violencia y vulneración de los derechos humanos.

Aprovechando el escenario político, Putin ha declarado su guerra, una lucha contra el terrorismo, además de consolidar su régimen dentro de los márgenes autoritarios.

Por Michelle Zarzar y María Jesús Méndez


Los atentados terroristas perpetrados por rebeldes chechenos en un teatro de Moscú reavivaron en la opinión pública mundial un conflicto que, ante los ojos de muchos, parecía dormido. El mundo entero tomó conciencia que la guerra en Chechenia no era un asunto del pasado, sino que está y había estado presente desde siempre en el corazón del territorio ruso.

Aún no están del todo claras las cifras de 120 muertos y 500 intoxicados o las 700 víctimas del teatro de Moscú. Tal es el resultado de una solución violenta en lugar de la vía del acuerdo.

Pero lo cierto es que desde los atentados del 11 de septiembre de 2001, el presidente Ruso Vladimir Putin se ha valido de la contingencia internacional para afirmar que con terroristas no se negocia.

Bastante curioso el principio que invoca, pues las acciones de su gobierno sobre territorio chechenio no se centran precisamente en el respeto a los derechos humanos.

Desde 1999 que 100 mil efectivos rusos ocupan Chechenia, y según informes de la organización Human Rights Watch de 2001 a 2002, lo hacen sin ninguna restricción jurídica.

La prensa y las agrupaciones humanitarias tienen parcialmente vetado el ingreso a Chechenia. Las tropas rusas requisan domicilios, detienen a cientos de personas, y muchas veces ni siquiera llevan registros, por lo que el número de desaparecidos asciende cada vez más.

El sueño de la independencia

El caso de Chechenia resulta bastante representativo dentro del contexto de la Federación Rusa -Estado que resultara heredero de la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas- convirtiéndose en factor determinante y prioritario en los asuntos de la política interna de Moscú y del actual gobierno del Presidente Vladimir Putin.

La República de Chechenia se dio a conocer en el marco internacional luego de hacer patentes sus aspiraciones independentistas, reiterando históricamente una intransigente actitud de desacato al poder central ruso del cual depende política y administrativamente.

Hace una década, cuando aún existía la URSS, el Congreso del Pueblo Chechén proclamó la soberanía de esta república soviética, a cuya población el régimen estalinista (1929 - 1953) deportó a Asia Central en la II Guerra Mundial bajo la falsa acusación de colaborar con los nazis.

Desde entonces, Chechenia ha tenido dos posibilidades de ver cumplidos su sueño independentista: la primera ocasión, en 1991, cuando el resto de las provincias se separaron de la URSS. Hecho consumado, pero dificultado por los sueños de reconquista de Rusia. La segunda, cuando terminó la primera guerra post Guerra Fría entre ambos contendientes en 1996 con el Tratado sobre la Paz y los Principios de las Relaciones entre Rusia y Chechenia. En éste se decidía negociar el futuro del territorio en el 2001. Sin embargo, las ofensivas rusas continuaron en 1999.

Los factores que juegan en contra son varios. Por un lado, la situación geográfica de Chechenia, el pre Cáucaso, es de especial importancia para Rusia, desde el punto de vista de la seguridad y la defensa nacional, ya que actúa como frontera natural con la región asiática entre los mares Negro y Caspio y, es el límite sur de países islámicos como Turquía, Irán y Azerbaijan, estados con los que el Kremlin ha mantenido rivalidades permanentes. Además constituye la presencia rusa en el Medio Oriente, región en la cual todas las grandes potencias tienen intereses involucrados.

Desde el punto de vista económico posee vital trascendencia debido a los yacimientos petroleros ubicados en la zona y su ubicación estratégica para el transporte del crudo desde otras regiones del Asia. Por ejemplo, el territorio chechen es el paso obligado para los oleoductos de Azerbaijan. Desde zona chechena se envían grandes cantidades de recursos energéticos a todo el sur de Rusia, siendo la calidad de su petróleo de altísima calidad. Considerando que, en tiempos de paz y produciendo a toda su capacidad, esta región podría aportar entre 10 y 12% del Producto Interno Bruto (PIB) ruso, no es una zona que ningún Putin esté dispuesto a perder tan fácilmente.

Por otra parte, Rusia necesita de Chechenia, pues sería esta la ruta que seguirían millones de toneladas de petróleo del Mar Caspio en los próximos años, y los inversionistas del exterior podrían utilizar como alternativa el territorio de Turquía si la situación en Chechenia no se normaliza

Dimensiones de un conflicto

Para Olga Ulianova, doctora en Historia de la Universidad Estatal Lomonosov de Moscú y actual investigadora del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago, la guerra ruso- chechena tiene varias dimensiones. La primera es la situación de conflicto colonial no resuelto que se hereda de los afanes expansionistas del zar Pedro el Grande (1682 - 1725). La segunda la constituyen las secuelas de la deportación stalinista, lo que significó la destrucción de los vínculos tradicionales de la estructura clánica típica de las culturas montañesas del Cáucaso.

Consecuencia directa a la marginalización de la sociedad chechena. Lo que Ulianova llama procesos de privatización poco transparentes también constituyen, a su juicio, una de las dimensiones centrales del conflicto, ya que al regresar de la deportación, muchos chechenos se encontraron con rusos habitando sus tierras y sus hogares, ocupando sus puestos de trabajos y controlando fuentes de riqueza.

Ulianova afirma que en Chechenia la guerra no está dirigida por los ciudadanos comunes, sino por los llamados "señores de la guerra". "Éstos actúan bajo una lógica de la supervivencia del estadio anterior al quiebre de la URSS, transformándose en verdaderos caudillos nacionalistas, quienes se alían con los privatizadores para obtener dividendos económicos. Dichos militares no son concebidos como personajes, sino identificados con determinados clanes representativos de la estructura social chechena".

La doctora en Historia insiste en que el conflicto tiene centralmente motivaciones económicas y nacionalistas. Además declara que los "señores de la guerra" se han ido transformando en verdaderos guerrilleros que no sólo defienden sus intereses a través del conflicto, sino que también mediante la mafia organizada.

La guerra de Putin

El escenario que propició las elecciones presidenciales de 1999 en Rusia fue el de la guerra y el temor popular ante los atentados en las ciudades, obligando a poner en las agendas de los candidatos el conflicto con Chechenia. Al iniciarse las campañas, Putin era el que tenía menos posibilidades de obtener el puesto. La sombra de haber sido parte del gobierno del dimitido Yeltsin era una mancha que tenía que borrar si aspiraba a conseguir el máximo sitial dentro del Kremlin, pues su administración había estado lejana a subsanar los problemas de la Federación.

De manera inteligente, Putin asumió las consignas nacionalistas que le darían la victoria. Reanudando la guerra se limpiaría el nombre de la ofendida Rusia. El paso de una operación antiterrorista a una guerra a gran escala fue su pasaje directo al Kremlin.
Ulianova sostiene que Rusia vive un momento muy autoritario en su política interna, pero totalmente liberal en lo económico y en sus relaciones bilaterales.

Esta tendencia al autoritarismo tiene el mayoritario apoyo popular, pues "la población es la que pide la mano dura" luego de los atentados y el desorden al que se vieron sometidos en el gobierno de Yelsin.

Aunque Ulianova propone que la solución del conflicto debería darse a través de una negociación económica entre el gobierno ruso y los "señores de la guerra", reconoce que la situación está enmarcada en un escenario complejo de difícil solución. La voluntad de los secesionistas chechenos de alcanzar su autonomía de la Rusia de Putin es de realización más que improbable si se examina el escenario a corto plazo, mientras que el virtual cese definitivo de las hostilidades por parte de los separatistas tampoco es una proyección que el gobierno ruso pudiera hacer en este momento.

Permitir la escisión de una república caucásica sentaría un peligroso precedente, el cual podría desencadenar intentos de otras regiones por obtener la independencia, especialmente si existen intereses de sectores musulmanes integristas de proyectarse en la zona, situación que se hace aún más critica en Chechenia donde existe una mayoría de población islámica. Pese a la lucha histórica que han sostenido los chechenos por consolidar su total independencia, hoy la situación se ve más difícil que nunca. El Presidente Putin no está dispuesto a retroceder en ápice en sus posturas y arrasar con el objetivo primordial de que Rusia no pierda su condición de potencia internacional, por lo que no está dispuesto a aceptar disminuciones territoriales, menos aún en su larga e importantísima frontera sur.

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