Los atentados del Terrorismo al Deporte
El contra-ataque

-Durante los Juegos Olímpicos de Munich de 1972, fundamentalistas árabes secuestraron y asesinaron a 12 atletas israelíes que participaban en la competencia. Este hecho fue el comienzo de una larga historia de actos terroristas en el deporte.

-Para evitar situaciones similares en el Mundial de Fútbol, el gobierno de Corea ha estudiado una serie de medidas. Por ejemplo, adquirió cien mil máscaras antigases para sus fuerzas de seguridad.

Por Cristian Cabalin y Luis Vidal

DEPORTES


La historia que se repite

- Desde 1930 a la fecha se han disputado 16 mundiales de fútbol, los cuales han sido ganados tan solo por siete selecciones.

- En países como Brasil, Argentina, Alemania o Italia, a los niños desde que nacen se les mentaliza con que son los mejores del planeta en este deporte, lo que queda demostrado en la cantidad de jugadores de calidad que surgen desde las divisiones menores de sus clubes.

por Daniel Soza y
César Vera

(Texto completo)


El 9 de abril, la Organización Deportiva Sudamericana (Odesur) suspendió la realización de sus juegos en Bogotá. La mayoría de los países participantes señaló como causa principal de esta decisión, la constante violencia y los atentados terroristas de la guerrilla colombiana.

Así, la inseguridad y el miedo de los atletas frente al terrorismo, impidieron el desarrollo de uno de los eventos deportivos más importantes de América Latina. El dirigente venezolano de deportes acuáticos, Roberto Andara, dijo: "hace dos años vivimos la explosión de un carro bomba a cien metros del hotel de la selección en Medellín, y ahora nos tocaba volver allí".

La frase refleja no sólo la preocupante situación que vive Colombia, sino también la estrecha relación que se ha producido entre la violencia política y el deporte.

La difusión del terror ha sido una práctica recurrente dentro de variados sectores de la sociedad. Ha tenido una profunda incidencia en la historia moderna, que desde la guillotina de Robespierre, pasando por Hitler y por el terrorismo de Estado de algunas dictaduras recientes, hasta los actuales conflictos de Medio Oriente o del país Vasco, ha visto el abuso y la masacre de muchas víctimas en cada ataque terrorista a las estructuras sociales.

El deporte está dentro de esas actividades que pueden ser blancos de atentados, pues se ha transformado en un importante acontecimiento social, que entusiasma, entretiene y apasiona a millones de seres humanos. Por lo mismo, tiene un enorme aparato comunicacional y publicitario a su alrededor. Cada Mundial de Fútbol, Juegos Olímpicos o competencias continentales son la posibilidad precisa para aquellos grupos sociales, políticos, económicos y terroristas, que pretenden ganar notoriedad pública.

Los eventos deportivos son escogidos por estas asociaciones del terror, ya que en ellos está la atención y la convocatoria de cientos de personas. Qué mejor que un gran acontecimiento para perpetrar un atentado. Porque concitará la preocupación de los estados participantes, espectadores e instituciones internacionales. La promoción de una causa o ideología es el interés principal detrás de cada acto terrorista.

Los ataques

La incertidumbre circunda al deporte, pues desde los atentados a Estados Unidos del 11 de septiembre de 2001, se han redoblado las medidas de seguridad en cada uno de los eventos deportivos que se han realizado.

Entre éstos están los Juegos Olímpicos (J.J.O.O.) de invierno de Salt Lake City, la Copa América, la Liga de Campeones de Europa, el abierto de tenis de Australia y el Rally París-Dakar.

Justamente, esta competencia "tuerca" ha sido constantemente afectada por ataques terroristas. El motociclista chilenol, Carlo de Gavardo, confesó que en cada jornada de la prueba arriesga la vida. Esta afirmación cobra mayor validez durante los tramos africanos, sobre todo en Argelia, donde el Grupo Islámico Armado (GIA) asalta a los corredores y desvalija sus vehículos. Esta guerrilla cuenta con 20 mil combatientes desde 1992.

Los atentados de la GIA no son los únicos, pues hace mucho tiempo, el deporte se convirtió en una víctima más del terrorismo. La última muestra de ello es que Colombia debió resignar el privilegio de realizar los Séptimos Juegos Sudamericanos Odesur. Los países participantes, viendo la violencia imperante, manifestaron su recelo e incluso su absoluta negativa a asistir a la cita deportiva.

Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el mayor grupo guerrillero, se han encargado de difundir el pánico entre sus compatriotas y en la gran cantidad de extranjeros que deben viajar, por distintos motivos, al país cafetero.

En el ámbito deportivo, las delegaciones de atletas que acuden a compromisos continentales se convierten en los blancos predilectos de los terroristas, quienes los utilizan como un elemento para ejercer presión al gobierno del Presidente Andrés Pastrana. El mandatario colombiano aprovecha estas ocasiones para ganar protagonismo en su lucha contra el terrorismo.

Ahora fueron los Juegos Odesur, pero ya el año pasado se puso en peligro la organización de otras competencias, entre ellas la Copa América (la Copa de la paz, según Pastrana). El evento, suspendido en un principio por las amenazas de las FARC, terminó realizándose debido a las exigencias hechas por los auspiciadores del certamen, aunque con un gran ausente, la selección de Argentina.
Estas imposiciones económicas y políticas se convierten, consciente o inconscientemente, en otro obstáculo para quienes buscan la paz de cara a sus negociaciones con los terroristas. Su afán de no perder dinero y de ganar algunos votos hace obviar algunos "detalles", como las vidas humanas ante semejantes riesgos.

En los últimos tiempos, con la aplicación de los cánones del neoliberalismo a la dirección de la sociedad, se ha tratado de debilitar esa dirigencia política, al trasladar su capacidad de decisión a las empresas multinacionales y con este procedimiento sólo se ha conseguido debilitar los regímenes de institucionalidad.

En la historia

El terrorismo en el deporte, sin embargo, no es una realidad que concierne únicamente a Colombia. Tampoco, algo exclusivo de estos tiempos.

En los Juegos Olímpicos de 1972, realizados en Munich (Alemania), un grupo extremista árabe secuestró a integrantes de la delegación israelí, dando muerte a doce ellos, en un momento en que las relaciones entre palestinos y judíos eran muy tensas, al igual que en la actualidad.

La cita máxima del deporte siguió y ha seguido siendo un instante adecuado para causar, al menos, resguardos entre los organizadores de dichos eventos, y de quienes buscan asistir a estos espectáculos.

En Atlanta '96 dos personas murieron y una resultó herida tras la detonación de un artefacto explosivo. Los J.J.O.O. de Invierno en Salt Lake City (EE.UU.), realizados este mismo año, se desarrollaron con la máxima seguridad posible, debido al temor de un ataque terrorista.

Pero la politización del deporte no es sólo una apuesta de pequeños grupos terroristas, sino también de los gobiernos.

Así es como, durante la Guerra Fría, los países occidentales boicotearon los Juegos de Moscú en 1980, y cuatro años más tarde, el bloque socialista se encargó de devolver la mano en Los Ángeles.

Esta pugna fue uno de los tantos casos que comprueba la eficacia de la utilización del deporte como una forma de lograr fines de otra índole y ajenas a su función recreativa, debido al gran interés público y medial que provoca.

En Chile

En nuestro país, durante la dictadura militar de Augusto Pinochet, el terrorismo de Estado fue una de las características del régimen, bajo el pretexto de la llamada "defensa de la seguridad nacional". No obstante, su asociación con el deporte no fue muy favorable.

En 1973, el equipo de fútbol de la desaparecida Unión Soviética no se presentó a jugar el partido con la selección chilena, válido por un cupo para el Mundial de Alemania, por el temor de visitar un país con una administración anticomunista. Además, el principal coliseo deportivo, el Estadio Nacional, era utilizado como lugar de detención de quienes se oponían a la dictadura.

Diez años después, la situación se revirtió. Pinochet no podía asistir a estos recintos de convocación masiva, debido a que desde ahí comenzaban a gestarse las protestas (desde las galerías gritaban: "y va a caer y va a caer") que repudiaban su mandato auto-concedido, y que terminaron con la vuelta de la democracia.

En esa ocasión, el deporte como manifestación social, contribuyó al término del terrorismo social ejercido por el régimen. Pero es una de las pocas excepciones, porque la relación entre política y deporte es, generalmente, nefasta.

El terrorismo es una enfermedad social, con muchos síntomas enraizados en las conductas más inhumanas e irracionales. El deporte, en cambio, es -en su esencia- un acto de recreación y de ejercicio de las capacidades de los individuos. Éste no tiene nada que ver con la cobardía y barbarie de cada atentado.