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Nigeria:
Un presente lapidario

Ubicado en el continente negro, enfrenta a diario el desafío de un aumento sostenido de la población y una alicaída economía.

Un nuevo código penal se impone bruscamente a la zona norte del país con castigos inhumanos y degradantes.

Por Claudia Farfán y César Vera


En 1960, Nigeria se independizó del dominio británico, pero su liberación aún no está consolidada. La inestabilidad de los gobiernos militares dificulta el ejercicio de la soberanía y afecta la satisfacción de las necesidades básicas en uno de los países más poblados del continente africano. Los 116 millones de habitantes deben hacer frente a una esperanza de vida que no supera los 50 años y un analfabetismo que en el caso de las mujeres bordea el 40%.

El mandato civil (1979-1983) terminó con un golpe de Estado. Desde entonces se han mantenido gobierno militares con diferentes dirigentes; el último intento de devolver el gobierno civil a Nigeria llevó a la anulación de los resultados de las elecciones de agosto de 1993 y a un nuevo golpe militar en noviembre de ese año. Desde 1999, el jefe de Estado y de gobierno es el general Olusegun Obasanjo.

La mayor parte de Nigeria está formada por una meseta baja cortada por ríos, especialmente el Níger y el Benue. La casi totalidad del país cuenta con terrenos adecuados para la agricultura, mientras que su principal recurso no agrario está constituido por los depósitos de petróleo y gas natural situados en la costa.

A mediados del siglo XX, Nigeria satisfacía la mayor parte de sus necesidades alimenticias y exportaba una variedad de productos, en especial el aceite de palma, cacao, caucho y cacahuete (maní). En la década de 1970 el petróleo ocupó el lugar de los cultivos industriales como principal recurso para obtener divisas transformando la economía nigeriana.

Los mayores ingresos procedentes del petróleo elevaron su producto interno bruto (PIB) en una media anual del 6,9% durante 1965-1980. Sin embargo, desde aquella fecha en adelante, el PIB cayó al 1,1 por ciento anual. La drástica caída en los ingresos del petróleo, junto a un rápido crecimiento de la población, dieron lugar al descenso a la mitad del ingreso per cápita, que en la década de 1960 era de 520 dólares.

En cuanto a su religión, en el norte del país predominan los musulmanes, mientras en el sudeste el cristianismo es mayoritario; en el sudoeste, en tanto, se practican el cristianismo, el Islam y cultos tradicionales africanos; mientras que su idioma oficial es el inglés. La lengua más extendida, sobre todo en el norte, y hablada por los grupos étnicos como los yoruba, ibo, kanuri y tiv, es el hausa, un dialecto del África occidental.

Lagos, la mayor ciudad de Nigeria, es su principal centro comercial y uno de los puertos principales. Tenía una población en 1993 de1.408.000 habitantes. Aparte de ella, sólo Ibadán (1.295.000 habitantes) cuenta con más de un millón de habitantes. En diciembre de 1991 la capital federal se trasladó desde la ciudad costera de Lagos a Abuja, en el territorio de la Capital Federal, en el interior del país.

Una ley cuestionable

Desde 1999, trece de los 36 estados nigerianos -aquellos con mayoría musulmana- adoptaron la sharia o ley islámica como código penal, contradiciendo las leyes nacionales.

Históricamente se había aplicado la sharia a los musulmanes en varios estados del norte de Nigeria para resolver causas de índole privada. Sin embargo, el tenerla de base para la ejecución de leyes penales concretas significó introducir condenas como la lapidación por adulterio (relaciones extraterritoriales), la amputación de miembros y la flagelación para delitos como el consumo de alcohol.

El ingreso de la sharia al sistema judicial preocupa al mundo no sólo por la severidad de sus condenas, sino también por las irregularidades en los procesos. Los tribunales de primera instancia tienen la facultad de dictar la pena de muerte, una potestad que antes quedaba reservada a los Tribunales Superiores, situación que se agrava al considerar que los acusados no tienen garantizada su representación legal.

Por otra parte, las normas sobre pruebas, en cuestiones penales, difieren de acuerdo al género. Para que un hombre sea condenado por adulterio es necesario encontrar a testigos del acto sexual, mientras que en el caso de la mujer basta con que esté embarazada, sin considerar la posibilidad de una violación. En este sentido, la ley islámica no protege a las mujeres de posibles agresiones sexuales, sino más bien castiga a las víctimas.

En octubre de 2001, en el estado de Sokoto (norte de Nigeria), Safiya Hussaini fue condenada a muerte mediante lapidación por adulterio. Sin embargo, la presión internacional ejercida por organismos de derechos humanos logró revertir el fallo. Instancias como Amnistía Internacional y Baobab for Wowen's Human Rights destacaron que el nuevo procesamiento penal, basado en la ley islámica, violaba los tratados internacionales firmados por Nigeria como la Convención contra la Tortura (junio 2001) y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.

Sobre este asunto se pronunció Pilar Maynou, coordinadora del proyecto del Foro Red de Salud y Derechos Sexuales y Reproductivos- Chile. Ella advirtió a Con Tinta Negra (CTN) su preocupación por el comportamiento de los gobiernos nigerianos que manifiestan su desacuerdo con las prácticas islámicas, pero, al mismo tiempo, otorgan la libertad a los estados para imponer sus propias leyes y violar convenios suscritos.

La contradicción que se vive en Nigeria revela el "poder que llegan a tener los sectores religiosos", afirmó Maynou, quien compara la situación del país africano con la que vive Chile en donde la iglesia católica interviene en temas como el divorcio aún cuando el Estado es laico.

Según Maynou, al castigar las relaciones prematrimoniales con lapidación se niega la posibilidad de decidir sobre el propio cuerpo y atenta contra los derechos "sexuales y reproductivos que también son derechos humanos".

Ante la realidad nigeriana y sus condenas surge una disyuntiva entre el derecho a la libertad religiosa y la protección de la integridad física. A juicio de Sergio Laurenti, director de Amnistía Internacional Chile, no hay ninguna religión que abogue por violación de los derechos humanos de manera sistemática.

"Amnistía está preocupada por asegurar el respeto de los derechos de las personas para profesar su fe, pero nuestra comprensión es que la interpretación de la ley sharia a menudo se utiliza como una herramienta de opresión por parte de autoridades religiosas y, en otros casos, de los gobiernos", afirmó Laurenti a CTN.

Nueva campaña

Cuando el caso de Safiya Huassiani estaba resuelto, surgió el de Amina Lawal, cuya condena a lapidación fue confirmada por el Tribunal de Apelación de la ley islámica en agosto de este año.

Lawal, acusada de haber tenido un hijo fuera del matrimonio, despertó el interés de Amnistía Internacional que construyó una página web
(www.amnistiapornigeria.org) en donde son recolectadas firmas de los visitantes que manifiestan su rechazo a la situación de las mujeres en Nigeria. Éstas son entregadas como evidencia de la condena internacional al gobierno africano.

Según los últimos informes de Amnistía Internacional, más de 10 mil chilenos han reaccionado a la invitación de participar en la iniciativa visitando la página web e ingresando sus datos.

A esta campaña virtual se sumó la respuesta de las candidatas a Miss Mundo de países como Bélgica, Francia, España, Dinamarca y Noruega que manifestaron su decisión de no participar en el concurso, que se realizará en noviembre en Nigeria, en protesta contra la condena a muerte de Amina Lawal.

Los casos de Safiya y Amina y su condena internacional dan cuenta de la necesidad de los gobernantes nigerianos de ponerse al día en cuanto a la manera como interpretan los derechos individuales de las personas. No sólo su papel político sino sus aspectos sociales y culturales hacen que esas prácticas tengan que ser revisadas.


Sitios relacionados:
www.whrnet.org/es/miembros_baobab.htm
www.amnistiapornigeria.org/


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