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El neosindicalismo de Lula
Brasil: Con cuatro dedos a la izquierda

Con un discurso moderado y un aspecto renovado, Luis Inácio da Silva aborda su cuarta candidatura a la presidencia de su país.

El líder del Partido de los Trabajadores intentará sacar a su nación de la paranoia especulativa para así reestablecer el equilibrio social y económico del décimo mercado más grande del mundo.

Por Esteban Gómez y Luis Vidal


Luis Inácio Lula da Silva era un obrero de la fábrica Fris Moldu Car. En 1963, mientras trabajaba en un turno de noche ensamblando carrocerías, una máquina le hizo perder el dedo meñique de su mano izquierda. Hasta entonces, él mismo se consideraba como "un joven despreocupado que cuando no tenía que ganarse la vida con el buzo ante un torno dedicaba todo su tiempo a jugar al fútbol, beber cachaça y rondar a las chicas".

Sin embargo, a partir de ese año su vida giraría hacia la izquierda. Luego del golpe de Estado en 1964 dónde se proscribieron los partidos políticos, Lula inició su carrera como dirigente sindical, que lo llevó a fundar un movimiento político completamente novedoso. Un partido en defensa de los trabajadores, que no iba a ser dirigido por las elites intelectuales de izquierda, sino que por los mismos obreros.

Desde que volvió la democracia a Brasil fue tres veces candidato a la presidencia, pero siempre se quedó corto. Ahora, su cuarto intento fue el definitivo para quedarse con el sillón del Palacio de Planalto. El fundador del Partido de los Trabajadores (PT) tendrá que dirigir, desde enero de 2003, un país en donde en momentos en los que no reina ni el "ordem ni el progreso".

El líder sin título

Lula da Silva fue el séptimo de ocho hijos de una pareja de labradores analfabetos. Conoció a su padre recién a los cinco años, aunque poco tiempo después los abandonó. Empezó a trabajar a los 12 años como lustrabotas y a los 14 se convirtió en obrero de una industria de Sao Paulo, por lo que nunca pudo completar su educación media. De hecho, el único título que posee es el de tornero.

La vida gremial del líder del PT se inició a fines de los años sesentas, pero sólo una década más tarde se convirtió en un importante líder gremial de la zona paulista al ser elegido presidente del sindicato metalúrgico de Sao Bernardo y Diadema.

Según Marta Harneker, autora del libro sobre el partido de Lula, El sueño era posible, "él es el máximo exponente de toda una nueva generación de dirigentes obreros que decide conquistar los sindicatos luchando desde dentro de la propia estructura sindical oficialista."

El mérito de Da Silva es que nunca se apartó de los trabajadores, lo que facilitó la recepción de su discurso. Así cuenta que "una vez discutíamos con otros dirigentes sobre cómo íbamos a hacer para ganar la confianza de los trabajadores. Para lograrlo organizamos un campeonato de fútbol. Antes de empezar el partido hablábamos cinco minutos con ellos y después nos tomábamos unas cervezas y en poco tiempo logramos crear una nueva conciencia en los trabajadores".

Hacia el año '78, la presión en contra del régimen pseudo democrático (sólo se permitían dos partidos) del general Ernesto Geisel se hacía más fuerte y las huelgas, dirigidas en Sao Paulo por el mismo Lula, eran algo cotidiano. El gobierno dictó una ley que restringía el derecho a realizar paralizaciones. El líder gremial metalúrgico fue inmediatamente a protestar al congreso en Brasilia, pero no le fue bien.

Según le contó a Harnecker, "de los 482 diputados, sólo dos eran obreros. No había ningún otro compañero vinculado a la clase trabajadora." Ahí se dio cuenta que para realizar verdaderos cambios necesitaba de un movimiento político, por lo junto a otros líderes sindicales creó el PT en 1979. En su carta de principios plantea que "tiene por objetivo organizar políticamente a los trabajadores urbanos y rurales del país repudiando toda forma de manipulación de las masas explotadas".

Para Juan Vital Andrada, líder del PT uruguayo y dos veces candidato a la presidencia de esa nación, la transformación del movimiento en una colectividad política "fue muy importante, ya que Lula y otros militantes obreros rompieron con la organización simplemente sindicalera y promovieron la construcción del partido de clase obrera. Fue un gran primer paso", señaló en exclusiva a Con Tinta Negra (CTN).
En los ochenta Lula se convirtió en una de las figuras políticas más importantes del Brasil, al punto que nadie tomaba una decisión sin antes pensar en qué iba a opinar el líder petista.

Aunque dirigía un partido de izquierda, rechazaba la intervención de dirigentes formados en el marxismo y estudiantes en las luchas obreras, ya que eran ajenos a esa realidad. Lula decía que "a los intelectuales les gusta la miseria, en cambio, los pobres prefieren el lujo."

El gobierno y las clases adineradas lo consideraban un peligro, al punto que la mayor red de televisión de Brasil, Globo, prohibió durante varios años que se mencionara a Lula en pantalla. En 1986 Da Silva fue elegido como diputado con más de 600.000 votos.

El 5 de octubre de 1988 es promulgada una nueva constitución para el país "mais grande do mundo", que consagró la democracia. El año siguiente fueron las primeras elecciones presidenciales directas en más de 30 años y Lula se puso en carrera. Empezada la campaña parecía arrasar. Sin embargo, la centro derecha inventó a Fernando Collor de Mello, quien poseía una imagen más "presidenciable" que el tornero paulista. El colapso vino cuando una ex amante, contratada por su contrincante, dijo en televisión que había sido obligado por el candidato a hacerse un aborto.

Cinco años más tarde tuvo otra oportunidad, pero obtuvo la mitad de los votos de Fernando Henrique Cardoso, que en la campaña se jactaba de su pasado como académico y sociólogo frente a la escasa educación formal de Lula. En 1998 ambos candidatos se encontraron nuevamente, y el resultado fue el mismo.

El que la sigue ¿la consigue?

El 2002, sin embargo, fue favorito en las encuestas para ganar las elecciones. Si bien en la primera vuelta no consiguió la mayoría absoluta de los votos para lograr el objetivo. La definición con José Serra la ganó con un índice aproximado del 60 por ciento de las intenciones de sufragio.

Lula recibirá de Cardoso, el primero de enero próximo, una nación herida tras los diversos problemas de la economía global y disgustada con las políticas desarrolladas por el actual mandatario para detener la coyuntura internacional.

"Viajando" Henrique Cardoso, como lo apodan en Brasil por sus continuos viajes, cede su cargo marcado por un primer período en que el éxito de su "Plan Real" logró reducir las elevadas cifras de inflación que superaban los 2 mil puntos hasta un 7,7 %. De esta manera pudo sentar las bases necesarias para establecer una verdadera reestructuración económica y social dentro del gigante sudamericano.

No obstante, el aumento de la escolaridad, la reducción del analfabetismo y la disminución de las muertes por Sida, no permiten dejar un balance positivo de su gestión. El segundo momento de la era "FHC" (las iniciales de Cardoso) derrumbó toda posibilidad de un Brasil competitivo a nivel mundial.

La depreciación del real, cercana a un 30%, la disminución del ingreso medio, un número creciente de cesantes que ya llega a los ocho millones de personas y el aumento de la violencia en las calles fueron argumentos más que justificados para buscar nuevas salidas a la crisis.

Por estas razones, Lula da Silva, representando al izquierdista Partido de los Trabajadores (PT), se convirtió en la alternativa más viable para ocupar el sillón presidencial. Serra, su oponente, a pesar de mostrar un alejamiento con Cardoso no pudo quitarse su cartel de oficialista.

Peligro a la derecha, traición a la izquierda

El hombre de los cuatro dedos, en tanto, ha logrado desplegar una estrategia bastante polémica dentro de las raíces petistas. De obrero metalúrgico, Lula ha pasado a ser un pequeño burgués que viste de Armani y que moderó su discurso hacia el centro para conseguir votos.

El problema es con los extremos. El ala más radical de su partido, el sector trotskista aduce que el líder sindical ha traicionado a su clase. Vital Andrada agregó a CTN desde el Uruguay que "las alianzas que está efectuando se dirigen a las políticas neoliberales.

Uno de sus más cercanos colaboradores es un burgués explotador, del que no necesito hacer una caracterización. Es público el asentimiento del FMI, de sus exponentes, y por supuesto de Estados Unidos con su candidatura... nosotros entendemos, que hace rato se ha pasado de bando. Similar a lo que ha hecho Ricardo Lagos. Su programa lo dice todo, es de alianza con la burguesía y ladero del imperialismo".

El otro bando, el de los neoliberales, también tiene sus reparos con Lula. No creen del todo en su programa y mantienen una verdadera histeria especuladora dentro de los mercados brasileños. El real sigue depreciándose y el índice de las acciones de la bolsa de valores, Bovespa, se desploma sin contemplaciones, aumentando los números del riesgo país y arrastrando con ello la estabilidad de sus vecinos.

El principal temor es que el gobierno del PT caiga en default o cesación de pagos de la deuda externa, que alcanza los 240 mil millones de dólares. Para ello, Estados Unidos ha enviado a personeros de gobierno para contemplar la transición brasileña y establecer acuerdos que favorezcan a su economía. La polémica estrategia comercial de la primera potencia mundial ha tenido al frente a un verdadero escollo. Lula, en tono desafiante, declaró antes de la segunda vuelta de las presidenciales que no iba a hablar con subsecretarios de secretarios personales del secretario general de esa nación, para eso está su ministro de economía y George W. Bush.

A pesar de todo esto, la imagen del sindicalista no sufre grandes mermas. Según las encuestas su figura no supera el 29% de rechazo. Muy lejos, por ejemplo, están Fernando Collor de Mello y Carlos Saúl Menem, quienes llegan a los 75 puntos porcentuales de reprobación.

La nota oscura de este fenómeno es que su popularidad no servirá de mucho para lidiar contra los intereses económicos de las naciones más poderosas ni tampoco contra el propio Congreso de su país, ya que su partido si bien se proyecta con cien parlamentarios, su número no alcanza para combatir a otros 300.

Ha llegado el momento fatal para todo quien promete. Cuando todo sueño debe ser llevado a los hechos y la imagen no es nada. Lula tendrá que obedecer a su ser. Su gloria y su fracaso, al igual que el de Brasil, están a la misma distancia.

Sitios relacionados:
www.pt.org.br
www.lula.org.br
www.globo.com

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