Barrios
Rojos
¿Y
por qué no?
Ana
Yáñez C
El párroco
de Reñaca, Enrique Opazo, no sólo puso nuevamente
en debate el rol de la Iglesia en los asuntos sociales y cuánto
está dispuesta esta institución a "flexibilizar"
su postura en torno a ellos. Más bien reinstaló la
discusión sobre los barrios rojos en Chile que ya se había
dado a comienzos de éste año con el Alcalde de Santiago,
Joaquín Lavín.
La pregunta
no tiene que ser si se debe o no permitir un lugar en el que se
agrupe el comercio sexual. El verbo "permitir" es el problema.
Se entiende a menudo como incentivar, promover y ciertamente no
es la brecha entre el "dicho al hecho" el asunto central.
Con ese tipo
de cuestionamiento lo que hemos visto hasta ahora es la proliferación
de razones a favor o en contra, en definitiva, argumentos que se
auto-encasillan como liberales o conservadores con tinte policial.
La pregunta
correcta es ¿por qué no? Estamos en un país
donde la televisión abierta muestra sexo explícito
ya no sólo en horario adulto. El gancho de las teleseries
parece ser el desfile de mujeres voluptuosas que se pasean semi-desnudas
por nuestra pantalla. Si percibimos eso como normal y hasta aceptable,
entonces salgamos de la ficción y hagámonos cargo
de la prostitución callejera.
Es sólo cosa de andar por las calles un día sábado
por la noche y ver. Sí, ver lo que siempre ha existido: travestis
y prostitutas ofreciendo sus servicios.
Las campañas del gobierno se centran en la prevención
y llaman a tener sexo responsable. De más está mencionar
el SIDA o las enfermedades venéreas y su alarmante aumento.
Permitir la creación de barrios rojos es una oportunidad
de focalizar estas campañas en áreas donde existe
mayor riesgo. Es mejor que sea así a que estos núcleos
se mantengan dispersos y esquivos.
Lo importante no es discernir si se debe o no. Lo que nos tiene
preocupar es saber cómo: en qué lugar situarlos, los
requisitos y cómo se mantendrán controlados son materias
que las autoridades deben resolver con tal de que las cosas se hagan
bien.
Inevitablemente la idea nos remite a la experiencia de otros países,
lo que es poco afortunado, pero válido. Amsterdam, la capital
de Holanda posee uno de los barrios rojos más famosos. En
su periferia existe una dotación policial importante que
regula y resguarda. El resultado fue la significativa disminución
de los delitos relacionados con el comercio sexual.
Muchos piensan que los barrios rojos no van a solucionar el problema
de la clandestinidad. Zuliana Araya, presidenta del Sindicato de
trabajadoras sexuales de la Quinta Región, indicó
que la mayoría de sus miembros está de acuerdo con
la instauración. Con esto queda claro que un porcentaje no
menos importante se suscribiría.
En una sociedad que favorece el reconocimiento de los hechos y toma
parte en los asuntos con medidas bien elaboradas y libres de sesgo
es dónde se pueden hacer cosas que vallan en favor de todos,
mucho más que en una comunidad que dilata y busca excusas.
Nadie quiere incentivar nada, la prostitución históricamente
nos demuestra que sola encuentra su razón de ser.
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