La
fuga de los héroes
Por
María Jesús Méndez
Toda ficción
tiene algo de realidad. También me parece que toda realidad
es en esencia un trozo de ficción. Y aunque podría
parecer, no es un juego de palabras, sino más bien un intento
por definir fronteras tan bien trazadas por el sentido común,
pero tan imprecisas cuando se trata de dar vida a un debate, ya
sea social, político o moral. En este caso, el calificativo
no es trascendente.
Ficción y realidad no vagan solos en el mundo de las ideas.
Ambas pueden cobrar forma humana, cubrirse con ropas, hablar, gritar.
Pero cada uno puede hacerlo desde su supuesto territorio, pues si
no es así, el océano de confusión se desborda
sobre el país.
Dentro del imaginario común la realidad podría perfectamente
legitimarse en las letras añejas de un libro, en las palabras
memorizadas del profesor de historia.
¿Y la ficción? Bueno, pues donde más que en
el arte, en la literatura, en el teatro. En la boca de un actor.
Si los límites de la realidad parecen estar tan bien definidos
como los de la realidad, si el orden social parece estar asegurado
con esta aclaración, y el océano aún no se
desborda en las costas, ¿por qué desde estas últimas
semanas ambas categorías mantienen una relación incestuosa
y del todo sacrílega para cierto y ambiguo orden público?
La realidad se ha tomado las tablas con la obra más fantasma
de todas, con la que aún no se ha estrenado. ¿Y la
ficción? ¿En los libros de historia?
Al menos así parecen plantearlos aquellos que irónicamente
están más interesados en que no se confundan ambos
conceptos.
Tantos años de escolaridad, tantos 21 de mayo celebrados.
No hay más que decir, por donde se mire Arturo Prat es un
héroe. Así lo han y hemos enseñado. Así
lo han y hemos aprendido.
Necesitamos los héroes. Pero la historia también es
mucho de literatura.
No es la figura y el prestigio de Prat el que tambalea con la obra
de teatro que lo muestra timorato y cobarde, sino que es la seguridad
la que se pone en riesgo. ¿Tantas celebraciones para quien
no era quien se creía que era? ¿Dónde están
los héroes? ¿Tenemos en realidad héroes?
La intolerancia no es más que una manifestación del
temor.
Pero es necesario volver a instalar las fronteras que tanto contribuyen
al orden público y tan poco a la reflexión.
O tal vez disfrutar de los miedos, de la confusión y la inseguridad
que se manifiesta cuando el arte mira a su antojo la realidad.
O al menos que la fuga de los héroes deje un espacio para
la risa.
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