Irak en la mira:
El
nuevo "imperio del mal"
Después
de los atentados del 11 de septiembre, Estados Unidos ha vuelto
a dividir al mundo entre buenos y malos, al más puro estilo
de la Guerra Fría.
Si bien esta
posición unilateral está justificada con la lucha
contra el terrorismo, no son pocos los que ven oscuras intenciones
de dominación de parte de los EE.UU. para la zona del Medio
Oriente.
Por
Paulina Cabanillas e Iván Falcón
Irak es un país
musulmán de 33 millones de habitantes y a pesar de ser el
segundo exportador mundial de petróleo, es más bien
pobre. Sin embargo, en el último tiempo no ha resaltado por
ninguna de las anteriores características, sino porque desde
el 11 de septiembre del año pasado no ha dejado de estar
en el tope informativo al encabezar la lista de los países
que conforman el denominado "eje del mal", clasificación
hecha por la Secretaría de Defensa de los Estados Unidos
en contra de los países que potencialmente podrían
ser una amenaza contra la seguridad interior norteamericana.
Este "eje
del mal" (constituido además por Irán y Corea
del Norte) tiene como personificación al ya mítico
líder iraquí Saddam Hussein, un hombre de 65 años,
de estatura media, moreno y desgarbado, y que se ha convertido en
la encarnación de todos los miedos del estadounidense promedio,
quien vio derrumbarse, junto a las torres gemelas, la confianza
de sentirse viviendo en el país más seguro del mundo.
Estados Unidos ve en Hussein a un enemigo que tiene que ser destruido.
Pero, ¿por
qué derrocar al régimen de Hussein? Básicamente
porque se lo acusa de poseer armas de destrucción masiva,
las que podrían ser eventualmente utilizadas por terroristas
islámicos en contra de algún objetivo estadounidense.
Se ha señalado también que Hussein ha intentado en
varias oportunidades, adquirir material y tecnología para
la producción de armas nucleares, como la compra de importantes
cantidades de uranio desde países de África.
Sin embargo,
para las naciones de la órbita árabe, Irak incluido,
esta nueva división bipolar del planeta es injustificada,
puesto que en los últimos días el país se ha
mostrado abierto a permitir la entrada de los inspectores de la
Organización de Naciones Unidas (ONU) a su territorio. En
cambio, desde Bagdad se sostiene que Washington "intenta engañar
al mundo con el objetivo de controlar nuestro país".
¿Eliminar
terroristas o abrir mercados?
Para Hussein,
Washington ha manipulado el tema de las supuestas armas nucleares,
biológicas y químicas que tendría Irak, para
que los norteamericanos y el resto de los países se terminen
de convencer del vínculo entre la nación iraquí
y la caída de las torres gemelas.
En el intenso
lobby que realiza Estados Unidos para concretar su plan de derrocar
a Saddam Hussein, no ha habido mención alguna al petróleo.
Sin embargo, muchos son los que se preguntan cuánto es lo
que pesa en todo esto. Pocos son los que dudan de que si se realiza
esta guerra contra Irak y efectivamente se logra instaurar un régimen
democrático pro-norteamericano en Bagdad, Washington habrá
conseguido un lugar estratégico fundamental al tener acceso
y control sobre el petróleo iraquí. Así piensa
el analista político Cristián Fuentes, quien analizó
para Con Tinta Negra (CTN) las implicaciones que podría tener
el conflicto a nivel mundial.
"Si la Casa Blanca tiene éxito obtendrá una base
militar y política en el corazón del Medio Oriente.
Desde allí podrá controlar todo lo que ocurre en cuanto
al conflicto palestino- israelí y ejercer una mayor influencia
sobre todos los países exportadores de petróleo del
Golfo, incluidos Irán y Arabia Saudita", expresó
Fuentes. Este último país es especialmente importante
porque reduciría la dependencia norteamericana del petróleo
saudita.
Sin embargo,
en el corto plazo la preocupación de EE.UU. radica la búsqueda
de una respuesta internacional contra el terrorismo e implementar
medidas adecuadas para destruir esa amenaza.
Más que
el gobierno de Hussein, el objetivo principal inicial debería
ser la desmantelación del grupo extremista Al Qaeda, de su
base y de las redes que éste implica. Lo que sucede es que
el único enemigo visible, del que se conoce su ubicación
y su modo de operar, es Saddam Hussein.
Tampoco se trata
de esperar a que el extremismo desaparezca por completo de la faz
de la tierra para empezar a negociar con Hussein. Debido al transcurso
de los sucesos, no tiene mayor sentido centrar la atención
mundial en un plan de invasión a Irak. Si lo que se persigue
es terminar con las amenazas contra la vida humana, hay que ir tras
los grupos terroristas. No se puede pelear una nueva guerra, que
sin duda traerá consecuencias a todas las naciones del globo,
sin antes terminar con la primera.
Esto es lo que cree Fuentes, quien piensa que desatar un nuevo conflicto
en la zona, puede tener consecuencias inesperadas: "El Medio
Oriente, históricamente, ha sido un polvorín a punto
de estallar. La presencia de los kurdos en el norte de Irak, el
conflicto palestino-israelí y el fundamentalismo de Irán
juegan un papel decisivo contra las intenciones de un nuevo orden
para la región de parte de Estados Unidos".
Para Bush, los
riesgos políticos son grandes. Con la caída de las
torres gemelas, la crisis se desató demasiado temprano en
su gobierno como para que pueda llegar al día de las elecciones
con un respaldo mayoritario. Para cuando se enfrente a la reelección
en el año 2004, Estados Unidos deberá haber demostrado
que puede preservar la estabilidad mundial. De lo contrario, Bush
corre el riesgo de cargar con la culpa de haber sumergido al país
en una extensa crisis.
Es de esperar
que esto no suceda, ya que una agudización del estancamiento
que vive el país del norte terminaría dañando
gravemente a nuestra frágil economía. "Chile,
que depende directamente de la situación económica
de Estados Unidos, es altamente vulnerable a las fluctuaciones de
su mercado. Una guerra contra Irak no sólo subiría
los precios del petróleo, que ya están en alza, sino
que también alteraría los índices macroeconómicos
que se encuentran debilitados", señaló Fuentes.
En definitiva, Chile se ve más afectado por el camino futuro
de la economía norteamericana que por la guerra contra el
terrorismo.
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