Boxeo
Pega
sin que te peguen
Aunque parece
tan sencillo como afirmar el puño, mirar fijo y dejar el
ojo morado a la primera de cambio, ponerse los guantes para subir
al ring es más que eso.
El
boxeo es lo mismo que sacar una pistola con una sola bala, la clave
está en aprender a usar el arma.
Por
Consuelo Abalos y Verónica Torres
Primer round.
Un grupo de muchachos frunce el ceño y empuña las
manos para golpear sin descanso un saco que cuelga en el gimnasio.
Mientras tanto el ruido de los golpes se conjuga con el zapateo
de los trotes cortos. Olor a cera y el grito de aliento constante
del campeón con manos de fierro: Martín Vargas.
Combos van y combos vienen, pero a modo de precalentamiento la historia
del boxeo chileno comenzó alrededor de 1896, cuando Juan
Budinich se reunía a intercambiar puñetazos con algunos
de sus amigos en el Círculo Coronel Urriola, centro social
y deportivo, ubicado en el puerto de múltiples colores, Valparaíso.
Ahora bien, agresivo o no, está claro que en la cancha se
ven los gallos.
Puño
Duro
Segundo round.
Todas las tardes de la semana un grupo de adolescentes llega directo
a entrenar a la Federación Chilena de Boxeo. Vienen de sectores
modestos como La Pintana, La Legua, Las Rejas, San Pablo, entre
otros. Y es, precisamente, en este lugar donde se encuentran con
el campeón que según Coco Legrand "alegró
a un país chato y gris".
Desde el año
98 que el profe Martín traspasa sus conocimientos pugilísticos
a jóvenes entre 12 y 19 años. Se cansó de esperar
los reconocimientos y homenajes que nunca llegaron para transformar
la enseñanza en su golpe más firme. Los años
de victoria se quedaron en el ring.
El único
objetivo de Vargas es entregarles a los niños sus experiencias
sin ánimo de crear futuras estrellas deportivas. Se trata
de una buena oportunidad para practicar deporte, ya que las clases
son absolutamente gratuitas. Además, los alumnos eligen los
días que pueden asistir de acuerdo con sus compromisos escolares.
Por lo general, los chicos se mantienen motivados en las clases
y son constantes. Aún así, de los 32 inscritos sólo
15 asisten regularmente.
Existe un factor
común entre todos aquellos que practican el boxeo. La agresividad
es un componente fuerte en el carácter. Manuel Artaza (18),
uno de los alumnos más promisorios, lo confirma, "Cuando
chico era peleador e insolente. Pero una vez que empecé a
practicar y me hice más viejo, me puse más tranquilo".
Martín Vargas plantea que el boxeo es un deporte que requiere
de coraje y un temple guerrero. "Yo pasaba castigado, me gustaba
pelear con mis compañeros, era un desordenado completo.
Entonces me
dediqué al boxeo por que era peleador". El ring no tan
sólo exige, sino que también da la oportunidad de
desahogar la ira o los problemas. Otorga la disciplina necesaria
para enrielar a jóvenes que son catalogados como hiperkinéticos
y agresivos. Funciona casi como una terapia. Tanto así que
el saco para golpear duro lo escogen según el color de sus
problemas. Si algunos de los chicos tuvo un día negro a cualquiera
le queda claro.
Comen, estudian
y pin a la cama
Tercer round.
Para estar plantado en el ring todo aspirante a boxeador debe doblar
las rodillas, apretar las piernas y someterse a un entrenamiento
extremo. Con dos horas diarias de ejercicios no hay tiempo para
sacar la botella de cerveza y salir a bartolear. El deporte exige
un rigor, y en este sentido el boxeo no se queda afuera. A pesar
de que se trata de unas cuantas horas a la semana, la disciplina
va marcando una diferencia.
A la escuela
de Martín llegan muchachos de todos lados e incluso del Hogar
de Cristo. Así apareció Rocky. Un niño en plena
etapa adolescente y adicto a las drogas. Según el profe de
la nariz achatada, rocky caminaba como un curado por las calles
de Santiago. No afirmaba su cuerpo ni controlaba sus extremidades.
Sin embargo, la práctica del boxeo lo transformó,
al punto de menear la cadera y ganarse un apodo de película.
Tanto los amateurs
de pesos máximos como los moscas o super moscas coinciden
en la sencillez de esta disciplina. Se trata de un juego a mano
limpia donde las condiciones físicas son trascendentales
a la hora de la pelea. Es por eso que la violencia implicada tiene
un control estricto. El puño bien entrenado es peor que un
cuchillo.
Ahora bien,
el poder de la fuerza física suele ser sobrevalorado en este
tipo de prácticas. No obstante, los chicos que se ponen guantes
para golpear los sacos del color de su problema, no tienen como
único objetivo la lucha. "Todos hacemos las cosas para
ganar. Yo voy a estudiar para tener un bienestar económico
y lograr sentirme bien como persona" afirma Manuel Artaza.
Ya lo aventuraban los griegos en épocas anteriores, "en
cuerpo sano mente sana", y Vargas no se queda atrás
"lo que yo quiero es que los niños coman, estudien y
pin a la cama. Prefiero tenerlos entrenando dos horas y asegurarme
que van por el buen camino".
Quizás
muchos de quienes practican a diario tan sólo imaginan dejar
nocaut al contrincante. ¿Valentía, lucha o un simple
juego de manos?. Lo realmente curioso es la visión ganadora
de los seguidores del boxeo. Y Vargas lo reafirma para CTN. "Sólo
hay una cosa que no me canso de decirle a mis alumnos, pega para
que no te peguen".
Sitos relacionados
www.chile.com
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