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COLUMNA

La clase política
Salvando el pellejo

Pedofilia. Un nuevo escándalo altera la tranquilidad de los partidos políticos y sus congresistas. Como tantas otras veces, las reacciones de quienes dirigen el país no dejan espacio para pensarlo dos veces: los honorables son inocentes, no puede ser de otro modo.

Por Felipe Gómez


"Lamento desde mis más profundos sentimientos el daño que a partir de mis declaraciones se les puede haber provocado a personas inocentes y a sus familias".

Aunque lejos de cerrar la polémica, las públicas excusas de la parlamentaria Pía Guzmán, de Renovación Nacional, sirven de ejemplo para demostrar cuál es el destino de toda acusación que se dirija contra la "clase política" (término que, sin previa reflexión, designa a quienes ocupan cargos públicos de influencia o poder): arrepentimiento o castigo.

Como en otras ocasiones, los políticos chilenos han reaccionado furibundamente contra cualquier declaración que ponga en duda su honorabilidad. Nuevamente, la opinión pública se ha visto bombardeada por declaraciones que pretenden convencer acerca de la falsedad de la denuncia y los tribunales de justicia han recibido las querellas de rigor.

Tal como ocurrió con el escándalo que desató la denuncia de tráfico de drogas que realizara el ex ministro Francisco Javier Cuadra o con el controvertido "caso Coimas", los dirigentes de los partidos políticos y quienes rigen los destinos del país defienden como un bien superior la credibilidad de sus instituciones y de aquellos que la componen.

Profesión: político

Comprensible resulta que una persona busque mantener íntegra su honorabilidad y que utilice para ello todos los medios que se encuentren a su alcance.

Pero, de buenas a primera resulta poco sensato que alguien ponga "las manos al fuego", como lo hizo el alcalde Joaquín Lavín al conocerse las denuncias de su compañera de alianza, por una persona acusada de delitos tan graves como el tráfico de drogas.

Y es que, aunque en las recientes acusaciones de pedofilia puede ser obvia la respuesta de un partido político que ve "manchados" a dos de sus más importantes senadores; en el "caso Cuadra", en el que los afectados eran todos los miembros del Congreso, la reacción fue más allá de las simples lealtades partidarias.
Porque lo que finalmente parecen defender los exaltados políticos cada vez que un escándalo pone en jaque su honestidad, es la imagen de aquél personaje que debido a una "vocación de servicio público" (como tantas veces se ha escuchado decir) entra en la arena de la discusiones políticas para representar la "voz de la ciudadanía". En suma, precisamente la imagen de un político de profesión.

Partidos en crisis

Al mismo tiempo, y como sucedió por ejemplo en el "caso Coimas", los políticos también buscan desesperadamente y por todos los medios resguardar la credibilidad de sus partidos políticos, cuya legitimidad ya es puesta en duda por la cada vez más escasa adherencia de militantes con la que estas instituciones cuentan.

En esa ocasión, los diputados Cristián Pareto y Jaime Jiménez fueron alejados de su partido (la Democracia Cristiana) al verse involucrados en ese caso de corrupción. Similar situación vivió el diputado PPD Víctor Manuel Rebolledo.

Misma soledad que le tocó esta vez vivir a la parlamentaria Pía Guzmán al momento de disculparse en una Cámara de Diputados semi vacía, debido al abandono de los diputados de su bancada política. Momento en el que se hizo evidente la oposición que entre sus colegas de pacto habían despertado sus declaraciones acusatorias.

Es habitual que ante ese tipo de dificultades las dirigencias de los partidos políticos busquen distanciarse de los elementos de conflicto, llegando a extremos como los que ya señalamos o utilizando recursos legales y los medios de comunicación. Todo para intentar preservar su único capital: la lealtad de sus seguidores.

Equilibrio precario

Pero, esta manera de actuar de los políticos tiene que ver con el peligro que significa para el prestigio, la estabilidad y gobernabilidad del país que sus dirigentes se vean involucrados en escándalos, con la evidente pérdida de credibilidad y legitimidad que ello significa.

Porque si hay algo claro, es que la opinión pública a menudo mete a todos en el mismo saco, y los que pierden no son sólo quienes se ven acusados de participar en delitos.

Por ese motivo pueden explicarse las conversaciones entre el presidente de la UDI, Pablo Longueira y el ministro del Interior, José Miguel Insulza, quienes lograron un acuerdo de "no agresión" tras el estallido del "caso Coimas", que fue interpretado por la prensa como un respaldo al gobierno.

Esto sin embargo, no permite explicar que los políticos se muestren ante la ciudadanía como una especie de casta de intocables, que alejada de toda tentación se encuentra lejos de concebir el delito entre quienes la conforman.

Las histéricas reacciones de los parlamentarios y las mesas directivas de los partidos políticos a menudo tienen un efecto adverso al que buscan, puesto que las personas "comunes y corrientes" perciben que los señores del Congreso buscan taparse unos a otros, para salvar el propio pellejo.

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