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Re-Pensar La Izquierda

Por Hans Stange


La televisión, la prensa y distintas organizaciones sociales, públicas y privadas nos han saturado estos últimos meses hablando de los 30 años del Golpe. Nos hemos enterado de qué fue lo que pasó minuto a minuto el 11 de septiembre de 1973, hemos oído a los sobrevivientes y los testigos mostrándose como nunca antes, hablando de lo que hicieron y sintieron.

Es la tónica de estas conmemoraciones: la memoria. Se trata de recordar, de recrear, de descubrir a los testigos, de enterarse de la cotidianidad. Los 30 años del Golpe se viven más con un espíritu voyeur que con una disposición real de captar la dimensión de la tragedia que acabó con 3 mil vidas y transformó este país de pies a cabeza. Pero no: antes de ponernos reflexivos, preferiríamos que el 11 se volviera algo así como un reality.

Los 30 años son, por ejemplo, una ocasión ideal para la reflexión respecto a la viabilidad de los gobiernos de izquierda, a la luz de una distancia relativa con nuestra experiencia (que es, por lo demás, común a un importante número de países en Latinoamérica). ¿Por qué fracasó la UP? Y no me refiero a la pregunta sobre los hechos, ni pretendo descubrir boicots o conspiraciones empresariales. Se trata de otra perspectiva: ¿Por qué fracasaron como proyectos? ¿Por qué no nos convencieron? ¿Por qué terminó imponiéndose la dictadura en toda América? ¿Qué fue mal?

La izquierda y la derecha se parecen en muchos sentidos. Discusiones sobre la naturaleza de la lucha de clases o la propiedad privada son ya cosas añejas, y en este momento las principales diferencias están dadas en el acento social y cultural de los gobiernos de izquierda y centro-izquierda, y el tono más técnico y economicista del discurso de derecha. Lo demás son similitudes: probidad pública, progreso, desarrollo, modernización, no son patrimonio de ninguno de los bandos, sino un programa común a la política actual.

Y sin embargo, cada vez es más notorio el triunfo de la derecha en el imaginario público. A nadie le interesan temas como la movilidad social. La igualdad de accesos y oportunidades es reemplazada por un mínimo de equidad en la competencia. Y que nadie se queje. La izquierda, abanderada históricamente al mundo de la cultura, pierde terreno ante un discurso de derecha que se ha ligado al desarrollo tecnológico, el gran ideario de nuestra era.

De esta forma, no le queda a la izquierda otro camino que competir en el mismo terreno. Para sobrevivir, debe crear una relación entre su programa y la tecnología. Así como la interconectividad, las comunicaciones, las redes y todo el discurso tecnológico actual tienen un correlato con el intercambio económico y el libremercado, la izquierda debe encontrar la manera de expresar sus valores e idearios en la tecnología: medios de comunicación de izquierda, recursos de izquierda, tecnología de izquierda. Después de todo, la necesidad tiene cara de hereje.

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