La Comunidad
una película de Alex de La Iglesia
El instinto está podrido

Por Verónica Torres

Una mujer que canta una canción de Alejandro Sanz mientras está debajo de la ducha, puede ser una escena común. Sin embargo, agreguémosle a este tarareo la mirada penetrante de un loco vestido con un disfraz de La Guerra de las Galaxias. La valoración queda a gusto del consumidor, pero es claro que este detalle no deja de ser escalofriante. La cebolla comercial unida al fanatismo freak resulta algo tan inusual como que a un español le cuenten que en Chile existe la polla de beneficencia. Y esa es, justamente, la ironía con la cual "La Comunidad" abre sus puertas.

Con la filarmónica de Praga anunciando una intriga inmanente, Carmen Maura presenta a la tipa que canta la música rosa de Sanz. Julia es una corredora de propiedades que llega a la "comunidad" sin saber el drama vecinal que puede generar su astuto taconeo por el inmueble. Mientras que la canción histérica de su celular es el detalle contemporáneo que la saca a ella de un mundo fantástico y nos envuelve a nosotros en la desesperada carrera por el dinero.

Alex de la Iglesia es un tipo gordo, de barba oscura y unos lentes que le sirven para escarbar en los espacios más tortuosos. Le gusta mirar entre medio de los detalles oscuros mientras los personajes van rozando el límite de las bajezas cotidianas. Sin embargo, los kilos de este español no sólo acumulan la grasa enrollada en sus caderas sino que también esconden los retazos de sus películas más aclamadas: "El día de la bestia" (1995) y "Perdita Durango"(1997). Está claro que en "La Comunidad"(2000) la cabeza de Alex nos lanza a una fantasía real emancipada por las llagas del dinero. En esa pantalla, no vemos a gente de terno y corbata caminado con una máscara invisible. No. Vemos a un grupo de vecinos bastante extravagantes que gustan de la muerte ajena para correr el riesgo de atrapar hasta la última gota de materialidad que resuelva sus problemas de una vez y para siempre.

Durante la estadía temporal en la sala oscura se escucharon risas, algunos bostezos y unas cuantas bocas fruncidas dibujaron muecas de asco. Nada de llantos ni sentimentalismo baratos. Tan solo el encuentro con una comunidad que en ocasiones puede poner la piel de gallina. Después de verla, parece glorioso que exista El mundo feliz de Huxley para ponerle un alto a la persecución de las monedas desquiciadas. A minutos dan ganas de pararse y gritarle a la comunidad entera que no es necesario saltar tejados ni matarse en serie para cortar el drama de lo que no tenemos. ¡Pero a quien queremos engañar! Nadie es tan puritano y ni siquiera los curas son benditos. Porque sabio fue el que dijo que los calladitos son los peores y dejó patente a nuestra naturaleza como una de las más turbias. Ahora, si en la comunidad todos matan por la plata: ¿Por qué matarías tú?...

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