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POLÍTICA

La figura de Allende
De la revolución a la liturgia

A 30 años del quiebre de la democracia en Chile, vuelve a levantarse a Salvador Allende como un símbolo, ya no de la revolución, sino que del consenso.

Esto es posible al vaciar de contenido político su figura, aislándola del proceso histórico que encabezó. ¿Quién puede dudar de la consecuencia e integridad moral de un presidente que prefiere la muerte antes que renunciar a sus principios democráticos?

Por Felipe Gómez y Claudio Salinas


Diversas actividades conmemorarán los 30 años del quiebre de la democracia.

"Colocado en un transe histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla que hemos entregado a la conciencia de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada definitivamente", afirmó con vehemencia Salvador Allende en su último discurso transmitido por radio Magallanes.

Treinta años después, sus palabras vuelven a recordarse, pese a que la coyuntura política es evidentemente distinta. La figura del presidente inmolado en el Palacio de La Moneda, se levanta como un símbolo de la tragedia que vivió un país profundamente dividido y polarizado. Derecha, centro e izquierda vuelven a discutir acerca de lo que fue y representa el ex mandatario socialista.

Sin embargo, el debate no gira en torno a los aciertos o errores del gobierno de la Unidad Popular (UP), sino que tiende a desvincular a Allende del proceso histórico y político que encabezó, trasladándolo sólo al plano moral y convirtiendo su imagen en un ícono de la democracia y los valores republicanos.

Así lo cree el cientista político del ministerio de Relaciones Exteriores, Cristián Fuentes, quien señaló a CTN que el ex presidente se ha transformado en un "símbolo del trauma", lo que lleva a "sacarlo de controversia", obviando su ideario y quehacer político. Esto, debido a que "la democracia no puede ser construida sobre la base de los principios de una dictadura", agregó el politólogo.

Sólo un 'consecuente'

"A un acto de esta naturaleza, que es un acto que tiene más bien un sentido litúrgico, yo no tengo ningún inconveniente. Es legítimo y, además, es positivo participar". Con esas palabras, el presidente del Senado, Andrés Zaldivar, manifestó en canal 13 su oposición a una ceremonia que recordara a Allende en el plano puramente político.

En el mismo tono, el ministro secretario general de la Presidencia, Francisco Vidal, en entrevista a La Tercera dijo que las ceremonias "resaltarán la figura de un Presidente que se inmoló en el lugar donde el pueblo de Chile lo había instalado, pero el 11 no sólo fue la caída de un gobierno y la muerte de un presidente; la tragedia del 11 fue el quiebre de la democracia en Chile".

Símbolo de la Unidad Popular

Al ser consultado también acerca de por qué no se recuerdan los errores cometidos por el ex gobernante, el ministro respondió: "Porque eso está en la evaluación de las fuerzas políticas de uno y otro sector. Si uno quiere a Chile y piensa en el presente y en el futuro, sería insensato, una falta de respeto volver a las divisiones del pasado."

Las declaraciones de ambas figuras concertacionistas son ejemplos claros del intento del mundo político oficialista de elevar a Allende por sobre los conflictos que rodearon a la UP. Los actos conmemorativos buscan resaltar la imagen de un defensor de la democracia.

Ahora bien, cabe preguntarse por los motivos que impulsan a la coalición gobernante hacia una despolitización de Salvador Allende.

Al respecto, en conversación con CTN, Carlos Ossandón, académico del Instituto de la Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile, señaló que " un Allende concebido solamente como ídolo lo despolitiza; dejando de ser una aventura social y revolucionaria de envergadura y pasando a ser tan sólo aquél consecuente."

Asimismo, agrega que situar al ex mandatario en el plano moral "es menos 'dañino', en la medida en que se emparenta con el panteón de héroes nacionales". De esa forma, el símbolo allendista deja de incomodar a los sectores que fueron opositores a su gobierno, favoreciendo así la 'lógica del consenso' característica de la política de la transición.

Reuniendo las huestes

Otro tipo de explicación con respecto al uso de la imagen de Allende en el contexto actual, la entrega el doctor en Historia de América, Juan Cáceres. El especialista señaló a este medio que la serie de actos conmemorativos se enmarcan dentro de la idea de "cohesionar a las fuerzas dispersas de la Concertación, buscando un símbolo que las aglutine."

El presidente Allende en una de sus tantos discursos masivos.

En ese sentido, cuadrarse con la figura de Salvador Allende vendría a ser testimonio de que aún se comparten ciertas concepciones del ideario político y económico del socialismo. Así, la utilización simbólica del ex presidente contribuiría a "hacer una especie de mea culpa, un lavado de imagen por parte de la coalición" debido a que "funciona pensando más en el empresariado y en el neoliberalismo que en los sectores sociales desprotegidos", agregó el historiador.

Levantar el símbolo del presidente mártir responde, entonces, a fines propios de la clase política que busca el consenso, alguna imagen que permita reunir en esta democracia tanto a moros y cristianos, evadiendo la confrontación. Por eso, no es de extrañar que se le dé más importancia al presidente democrático que al revolucionario.

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