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OPINIÓN

Sistema judicial chileno
Careándose con el enemigo

Por Makarena Estrella Pacheco


El martes 23 de marzo, Julia Inostroza llegó a su casa como cualquier otro día. Después de haber sido asaltada y ultrajada dos veces era donde se sentía más segura. Ya había estampado la denuncia en el 28 Juzgado del Crimen, pero los delincuentes seguían libres y la hostigaban y amenazaban a través de cartas anónimas. A pesar de estar identificados, careados y tener pruebas en su contra, la jueza Juana Latham, se negaba a ordenar su captura. Ese fatídico martes, sin embargo, su hogar dejó de protegerla. Luis Maldonado, “El Pachuco”, Juan Lillo, "El Tomate" y un comerciante ambulante, el “Cacasucia”, la esperaban dentro del inmueble, donde la drogaron y ultrajaron.

Este caso, conocido a través de los medios de comunicación, es más frecuente de lo que parece. Por algo el Poder Judicial es uno de los peor evaluados del país y en el que menos confía la gente. Y no es para menos. Basta pararse algunas horas en los juzgados para ver cómo salen libres delincuentes que ya tienen extensas hojas de vida criminal. Se les deja el camino libre para seguir actuando.

Es que el sistema judicial chileno no está funcionando. La puerta rotatoria de las cárceles ve pasar diariamente a los mismos hombres y mujeres que entran a aprender lo último en delincuencia y que después aplican con desafortunadas víctimas. El sistema no funciona porque los procedimientos son erróneos y la creciente incompetencia de los jueces no hace que trabaje mejor. Juana Latham es sin duda el mejor ejemplo de esto. No por nada se presentó una querella en su contra por presunta negligencia en cinco casos similares. ¿Por qué esperar que Julia Inostroza fuera agredida por tercera vez?. Esa es la pregunta que legítimamente se hacen sus conocidos. Y es más ¿por qué su violador quedó libre sólo unos días después de ser detenido?.

Este problema va más allá de lo que las policías puedan hacer. Es en el seno del sistema donde se funda la crisis. Quizás una de las principales aberraciones es la de carear a las víctimas con sus agresores. Una mujer que ha sido violada lo que menos desea es tener que verle la cara nuevamente a su atacante. Por eso, es que muchas denuncias ni siquiera se hacen o, como ocurre la mayoría de las veces, los delincuentes salen por falta de méritos. No hay nadie que ratifique la denuncia. Y ahí están nuevamente, en las calles, buscando nuevas víctimas.


 
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