Compitiendo
por el honor (y la plata)
Los
concursos literarios están por todos lados. Para el común
de los mortales pasan inadvertidos, pero hay gente que ha visto
en ellos una forma de vida.
Para principiantes
o profesionales, estos certámenes son cubiertos por el manto
de la duda por los mismos escritores. ¿Ganará siempre
el mejor?
Por
Andrea Peña y Álvaro Suckel
Ni bailarina, ni enfermera, ni profesora. Cada
vez que le preguntaron a Verónica Pérez qué
quería ser cuando grande, ella respondió segura: escritora.
Todos pensaron que se le pasaría con los años, pero
no fue así. Terminado el colegio estudió Pedagogía
General Básica y, aunque divide su tiempo entre el colegio
y su hogar, aún escribe a menudo y espera publicar algún
día sus cuentos.
“Cuando estaba en tercero medio participé en un concurso
de la comuna y gané la categoría infantil. No saqué
ni un peso, pero fue como saber que estaba en lo correcto y que,
aunque me dedicara a otra cosa para ganar dinero, podría
dedicarme a escribir para sentirme tranquila”, comentó
Verónica a CTN.
No es extraño que ella estudiara Pedagogía, pues
para un escritor chileno es muy difícil vivir de la literatura.
La mayoría de ellos deben trabajar en otros ámbitos
–muchas veces relacionados con la escritura- para, de esta
manera, lograr sobrevivir y poder costear el desarrollo de su trabajo
personal.
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Teresa Calderón (La Tercera.cl)
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Según la escritora Teresa Calderón, “alcanzan
los dedos de las manos para nombrar a los escritores chilenos que
se pueden dar el lujo de vivir de sólo lo que escriben”.
Marcela Serrano, Isabel Allende, Nicanor Parra y algunos otros son
parte de este selecto grupo.
El valor de ganar
Aquí es cuando toman todo su valor los concursos literarios.
En general, estas competiciones fueron creadas para descubrir nuevos
talentos en los diferentes géneros literarios –narrativa,
poesía y ensayo- además de fomentar la lectura y la
escritura en diversos grupos sociales como los niños, jóvenes,
campesinos, etc.
Esto se ve claramente en los concursos de poesía, donde
un premio es un importante incentivo que sirve para ser reconocido
en el grupo de pares, y tener así un espacio entre los poetas
de su edad. Se logra que en las revistas se publiquen algunos poemas,
se hacen lecturas, invitaciones a eventos culturales y con eso se
pasa a ser parte del grupo de poetas de la generación. Para
los poetas mayores, ganar un concurso significa sólo el honor,
el reconocimiento por parte de sus pares.
Sin embargo, hoy en día la mayoría de estos concursos
–sobre todo los de mayor jerarquía- son invadidos por
escritores consagrados que buscan, generalmente, ganar los premios
en dinero, que en un concurso chico como los de las municipalidades
puede rondar el millón de pesos, hasta sumas de más
de siete millones, como es el caso del que entrega el Consejo Nacional
del Libro y la Lectura.
Los concursos
Y cada vez es más fácil conseguir premios. Con sólo
escribir “Concurso Literario” en un buscador de Internet
se consiguen cerca de 70 mil resultados, de los cuales muchos son
posibilidades para participar en diversos países y obtener
premios. Ningún jurado puede comprobar que todos los trabajos
sean inéditos o que no hayan sido presentados en otros concursos.
Así, basta con tener un buen cuento o un buen poema y se
puede ganar con él una y otra vez.
En general el sistema para designar los ganadores es siempre el
mismo. Un jurado con un número de integrantes impares -tres
o cinco- lee todos los textos y da el veredicto del ganador entre
los cinco o seis trabajos que se consideren dignos del premio. Para
minimizar el riesgo de fraude, se exige firmar bajo seudónimo,
para que así los jurados sean lo más imparciales posibles.
Aunque como lo dice Calderón, quien ha sido jurado en varias
oportunidades, “a veces uno reconoce a sus amigos. Hay otros
que te llaman por teléfono cuando saben que estás
de jurado y te dicen su seudónimo y el título para
que lo leas con mayor atención, y uno no lo toma como presión,
pero no debería darse. Además, los mismos que hemos
sido jurados, al próximo estamos participando, entonces tú
eres honesto porque esperas que sean igual de honestos contigo”.
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Por otra parte, ganar un concurso reconocido dentro del medio,
como el que entrega El Mercurio, significa muchas veces lograr ser
publicado por una editorial. Esto se da principalmente en el caso
de la novela, pues los concursos de esta categoría son más
escasos y suelen ser apoyados por organizaciones importantes. “Si
tu ganas con una novela un concurso te llaman al tiro, porque la
novela es lo que pesa, es por lo que se reconoce al escritor, es
el metro con el que se mide el talento”, aclara Calderón.
“Inmediatamente comienzan los telefonazos de las editoriales
que quieren publicarte, te ofrecen contratos y uno se entusiasma
y se cree famoso”.
Con la poesía esto es más dificil. Los concursos
son abundantes, pero el reconocimineto se da sólo en el medio.
“Es buena onda ganarte un millón por escribir poesía
para que en la casa no te digan: oye, vago, para qué sirve
eso. Bueno, por lo menos así sirve, pagas la luz, el agua,
el gas. Pero nunca te va a servir para que te llamen y te digan:
Venga, nosotros queremos publicar lo suyo, porque la poesía
es para pocos, es de elite”, aclara Calderón.
Para el poeta José Carrión es valioso participar
en concursos porque “da experiencia”, pero es crítico
de ellos “por su falta de honestidad. Muchas veces se sabe
de antemano quién va a ser el ganador de un concurso, o pasa
que una persona gana varios concursos con el mismo grupo de poemas,
siendo que en la mayoría de los certámenes se exige
que sean inéditos”. Esto no hace más que “desmotivar
a concursar”, señala el escritor.
Queda la duda tal como lo dice Carrión. Es cierto que los
parámetros para calificar la escritura son subjetivos y va
a ser difícil crear pautas válidas para decidir a
ciencia cierta cuál trabajo es mejor. Sin embargo, los jueces
o jurados deben estar concientes de que al momento de votar pueden
estar iniciando o sepultando la carrera de un escritor. Dura tarea.
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