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Del extranjero con amor:
El arte de las ganas o cómo sobrevivir siendo cineasta

Que en Chile es difícil hacer (buen) cine no es novedad. Tampoco lo es la cantidad de pérdidas que cada año sufre la poca industria nacional cinematográfica por culpa de la piratería. Pero para empeorar el panorama, ahora el producto nacional se ve enfrentado a la alta demanda de cine independiente extranjero. Japón, China y Corea son los destinos que cientos de fanáticos exigen y el mercado responde. Pero para callado.

Por Mónica Pavón Mardones y Andrea Peña Aguirre


Cada fin de semana el Eurocentro, Portal Lyon o el persa Bío Bío se ven invadidos por una horda cinéfila de todas las edades. No sólo se encuentra la típica fauna gótica, hip hopera o brit, sino también cientos de jóvenes (y otros no tanto) que acuden en masa a buscar joyitas del cine extranjero. Aparte de andar detrás de películas de culto que van desde las bizarrerías de David Lynch hasta las primeras versiones de Drácula en blanco y negro y sin sonido, también andan en busca del cine que a Chile no llega, ni a las pantallas grandes ni a las chicas.

Un ejemplo bastante actual es la película china “Héroe” (2003) recientemente estrenada en las salas nacionales. Esta película del año 2003 es la producción más cara en la historia del cine chino y sigue la senda épica oriental trazada por “El Tigre y el Dragón” (2000). Estrenada hace unas semanas, la película resultó ser todo un éxito de taquilla no sólo en Chile, sino también en la meca del cine, Estados Unidos, donde logró situarse en el número uno del ranking de las más vistas durante un poco más de una semana.

Pero el negocio es sucio. Si bien gran parte de las películas asiáticas (desde la India hasta Japón) se pueden adquirir a través de Internet o vía importación directa, la mayoría se vende en Chile de manera pirata. El camino es el siguiente: primero, se puede adquirir la película deseada a través de las vías recién mencionadas o (era que no) siempre habrá un buen y fiel programa P2P para poder bajarla de algún sitio de Internet (método totalmente ilegal). Luego, se produce su copia masiva y venta a precios bastante más asequibles que los quince mil pesos que, en promedio, cuesta un DVD.

Otro gran problema al que se ve enfrentada la industria cinematográfica extranjera es la gran pérdida que produce la piratería por conceptos de derechos de autor. Según las leyes de Propiedad Intelectual N° 17.336 y 19.166, que amparan los derechos de todos los creadores chilenos y de los extranjeros domiciliados en Chile, sólo al titular del derecho de autor le corresponde decidir sobre la divulgación parcial o total de su obra. Se presume que es autor de la obra la persona que figura como tal en el ejemplar que se registra, o aquella a quien pertenezca el seudónimo con que la obra es dada a la publicidad. Pero existen situaciones en que las películas, sobre todo de origen extranjero, no son registradas bajo esta ley que, en esos casos, establece que pertenecen al patrimonio cultural común, y que por lo tanto pueden ser utilizadas por cualquiera, siempre que se respete la paternidad y la integridad de la obra. “Las obras del patrimonio común son aquellas cuyo plazo de protección se haya extinguido (toda la vida del autor y hasta 50 años más, desde la fecha de su fallecimiento), las de autor desconocido, las obras cuyos titulares renunciaron a la protección que otorga esta ley, las de autores extranjeros domiciliados en el exterior que no estén protegidos en la forma establecida, y las obras que fueren expropiadas por el Estado, salvo que la ley especifique un beneficiario. En todos estos casos, la copia y reproducción masiva no es piratería y es absolutamente legal.

Pero la filmografía asiática actual no entra en esas excepciones. Si aparentemente hay tanta demanda de estas películas que están fuera del circuito común de cine de masas, ¿por qué no hay productoras que las traigan? Alejandro Porras, vendedor del persa Bío Bío, cree que se debe principalmente a que “a las grandes empresas no les conviene traer las películas que, aunque igual se vendan harto, con suerte les van a llenar una sala [de cine] a la semana”. Además, los costos de ingresar al menos una copia de una película a nuestro país son bastante altos y a las cadenas de cine local no les interesa traer sólo una copia de cada película.

Al otro lado del Mar

Japón no sólo es famoso por el sushi, el sake y el sumo. También por ser la cuna de uno de los fenómenos más interesantes de los últimos cincuenta años: el animé. Sí, los monitos animados. Mientras allá la japoanimación reemplaza a las teleseries, aquí los fanáticos tienen que conformarse con que algún canal de TV abierta o por cable se digne a pasarlos. Eso, o darse una vuelta por los sitios mencionados al principio, donde por módicas sumas se pueden adquirir copias piratas de calidad bastante decente de las series animadas.

Batalla Real II

Si todavía Japón no le suena, entonces demos el ejemplo más típico: el remake gringo de algún gran éxito extranjero. La película que lanzó al estrellato a la australiana Naomi Watts, “El Aro” (2001), está basada en la exitosa saga cinematográfica nipona “Ringu” que ya cuenta con su secuela y, en estos momentos, Hollywood prepara la reproducción de dicha secuela. Pero no es la única. El año pasado se estrenó en salas chilenas “Batalla Real”, una producción japonesa de cine tradicional que logró una importante aceptación en la pantalla grande y en video. David Gaete, quien trabaja en una importante cadena de arriendo de películas comentó a CTN: ”A la gente le llamaba la atención ver japoneses actuando, con una buena trama y excelente trabajo de música y fotografía, la llevaban por curiosidad y cuando la devolvían preguntaban si teníamos otra parecida, pero lamentablemente se traen muy pocas”.

Si no basta con eso, se puede citar la exitosa saga de Quentin Tarantino, estelarizada por Uma Thurman, “Kill Bill” (2004). Ambas partes están muy influenciada por los spaguetti westerns de los sesentas y por el animé y las películas de artes marciales chinas de mediados de los setentas. Alguien muy cuidadoso, advierte que mientras “Kill Bill Vol. 1” parece un largo animé llevado a carne y hueso, el volumen 2 de las cinta parece ser una historia sin fin de artes marciales.

Además de los ejemplos chino y japonés, tenemos al país que tiene las producción cinematográfica más alta del mundo: India. Por muy extraño que parezca, los indios desconocen quien es Brad Pitt, Robert De Niro o Julia Roberts. Ni siquiera les interesa. Los nombres de sus estrellas son hindis, y los que más resuenan son Anil Kapur, Salman Khan y Amit Bachan. Apodada cariñosamente por el círculo estadounidense como “Bollywood”, las películas indias son de la misma calidad e incluso mejores que la mayoría de las películas estadounidenses. Pero, lamentablemente, la producción es casi exclusivamente para consumo nacional. En la India, todos los días van 10 millones de personas al cine, pues la factoría de películas de Bombay saca mas de 800 títulos al año, esto es cinco veces más de lo que producen Europa entera y el mítico Hollywood, pero a Chile no llegan porque no hay productoras interesadas en el asunto.

Mientras tanto, sólo queda esperar a que alguna productora se decida a explorar este riquísimo mundo. Los cinéfilos ya empezaron y, gracias a Internet y a los vacíos legales, ya nadie podrá detenerlos.

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