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Valparaíso, a un año de la Declaración
Patrimonio de todos, ganancia de pocos

La postulación de Valparaíso como Patrimonio Histórico de la Humanidad, trajo consigo muchas expectativas. Chilenos y especialmente porteños vieron en ella la opción de invertir y crecer especialmente en el sector turístico.

El temor a que el sector se convierta en una isla turística que no dé opción de participar a la población general deja en evidencia la falta de políticas a nivel de ciudad que aprovechen la declaración para potenciar la región.

Por Makarena Estrella Pacheco y Cecilia Anríquez


Nadie más que los porteños apoyaron la postulación de Valparaíso como patrimonio Histórico de la Humanidad y es que es innegable el encanto de la bahía, cargada de casas cayendo hacia el mar. Chilenos y extranjeros quedan impávidos ante la vista del puerto y todavía más encantados mientras recorren sus calles y buscan el mar colgados de algún ascensor escondido en los cerros del puerto.

La cobertura mediática y el orgullo que significó contar con esta distinción instaló nuevos aires comerciales en los porteños. Y es que la decisión del Comité Ejecutivo de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) protegió como tesoro mundial las casas de los cerros Alegre y Concepción, la iglesia de La Matriz, el muelle Prat, las plazas Echaurren, Sotomayor y de Justicia, además de la plazuela Turri y su entorno. Con esto, el puerto de la quinta región se abría nuevamente al mundo con renovadas opciones económicas.

La inclusión de Valparaíso dentro del circuito de patrimonios instala a Chile en una posición privilegiada a nivel turístico. A modo de ejemplo, la capital cubana de La Habana, Antigua en Guatemala y el Cuzco en Perú son ciudades distinguidas con este título y destino obligado de visitantes de todo el mundo. “En el caso de estos lugares, podemos ver un crecimiento económico importante en toda el área de la industria turística. Son ciudades que se han transformado para servir al visitante” explicó a CTN Gustavo A. Ebner, economista de la Universidad de Chile.

Para Ebner, es necesario que las ciudades se trasformen en un producto, que como cualquiera entre a competir con las normas del sistema actual. Particularmente, señala que Valparaíso debe mostrarse en relación a sus ventajas comparativas, principalmente para lidiar con su ubicación en el mapa, pues al ser un lugar alejado debe atraer al turista con sus maravillas naturales e históricas. “Ahí radica la importancia económica de la declaración”, explica.

Sin embargo, según el economista, en Chile todavía falta entender que el turismo es una fuente importante de ingresos económicos. Para competir a gran nivel, las ciudades deben prepararse. Esto es, ofrecer diversidad de precio y calidad en el área hotelera y de restaurantes, manejar al menos el idioma inglés, mantener un entorno limpio y seguro para los visitantes y por sobre todo, mostrar las características típicas de la ciudad.

Susana Simonetti, encargada de la postulación a la Unesco del Consejo de Monumentos Nacionales, explicó a CTN que el Estado Chileno adquirió un compromiso con Valparaíso, por lo que se ha trabajado para incentivar el turismo de la mano de la difusión y la conservación de la ciudad. Un importante proyecto de la Corporación de fomento (CORFO) resolvería el problema del hospedaje, además que apoyaría a pequeños empresarios a mejorar los inmuebles patrimoniales para estimular el comercio. Incluso cuestiones tan básicas como la limpieza estarían cubiertas y se trabaja para convertir al puerto en Capital Nacional de la Cultura.

Pero todos estos cambios no son tangibles para el común de los ciudadanos. La vida normal de la población no ha cambiado. Si bien, Valparaíso como patrimonio cultural de la Humanidad, es un área protegida, técnicamente la gente tiene derecho a hacer lo que quiera con sus propiedades, siempre que no dañe el patrimonio.

Para Danae Contreras, administradora hotelera quien nació y vive en el puerto. “No hay cambios profundos en lo que es infraestructura en la ciudad. El área declarada fue modificada y restaurada y es ahí donde se generan los mayores ingresos turísticos”. Se refiere a la proliferación de restaurantes, residenciales y hoteles creados en el área protegida. Los cambios han ido de la mano de sus nuevos dueños, inmigrantes extranjeros que enamorados del puerto y con un excelente sentido económico compraron las propiedades que ya han subido su precio.

El gran temor de Danae es que Valparaíso crezca en forma dispar, vale decir, que sólo el sitio declarado dicte pautas y genere normas, que alce los precios y que la vida finalmente se encarezca. “No hay que confundir lo que hay de mito con la realidad. Valparaíso es puerto, aquí hay gente sencilla y una gran población de clase media baja, que no vive del turismo, sino de trabajos con ingresos menores.”

Y no está tan equivocada. Las políticas que se plantean para la ciudad son sobre todo para esta zona. Según Simonetti, es imposible postular a la ciudad completa por lo complicado que es administrar adecuadamente la conservación de un área demasiado extensa. Sin embargo, señala que las zonas protegidas representan casi todas las realidades de Valparaíso.

El área protegida
Valparaíso se formó con un carácter distinto al resto de las ciudades chilenas. Esto porque desde Europa llegaron a principios del siglo XIX inmigrantes ingleses, alemanes y franceses. La actividad portuaria lo instaló como el puerto más importante de Chile y el intenso intercambio comercial como una pujante zona financiera, llegando a ser una de las ciudades más prósperas del país hasta principios del siglo XX. La apertura del canal de Panamá y el terremoto de 1906, fueron el principio del deterioro de la ciudad. Pero son las viviendas asomadas en los cerros, las escaleras, los ascensores de esa época los que hacen de esta ciudad un lugar especial y digno de preservar. Fue declarado Patrimonio Histórico de la Humanidad por la Unesco por tratarse de un excepcional testimonio de la fase temprana de la globalización en el siglo XIX, cuando se convirtió en el puerto de comercio líder de las rutas del Pacífico en la costa sudamericana.

Para su protección el gobierno chileno ha preparado una serie de planes que garanticen la conservación del área. Entre ellas, la implantación de una “zona de amortiguación” que evite impactos negativos sobre el sitio protegido. Según el Consejo de Monumentos, también se está abordando el tema del trasporte patrimonial como los trolebuses y los ascensores, además de un importante proyecto en el borde costero. De la misma manera, se trabaja en la implantación de Rutas Patrimoniales, que según dijo Francisca Poblete, encargada del Patrimonio Cultural del Ministerio de Bienes Nacionales a CTN, es una manera para apropiarse del espacio que se quiere resguardar. Así la labor de preservación se convierte en una tarea intersectorial.

Y no hay que descuidarse, pues la UNESCO fiscaliza constantemente la protección del patrimonio y pide cada seis años un completo informe del área. Además contempla la inserción de recursos mediante el Fondo del Patrimonio Mundial, a los que cada estado debe postular. Hasta el momento, Chile no ha presentado ningún proyecto a este fondo pues, según señala Simonetti, los recursos que de aquí se pueden obtener son menores que los de otras instancias. El estado chileno estudia postular a un gran préstamo en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

De esta manera, según Simonetti los cambios en la ciudad se irán notando de forma paulatina. Es de esperar que beneficien a todos los porteños, pues son ellos en definitiva quienes han levantado esta ciudad y la han transformado en la joya del pacífico, hoy patrimonio de la humanidad.

Chile planea nuevas postulaciones
El gobierno chileno, a través del Consejo de Monumentos Nacionales, se planteó una política de cinco años para declarar patrimonio de la humanidad a la mayor cantidad posible de lugares de nuestro país.
En 1998 Chile, como miembro del Comité para la Protección del Patrimonio Cultural y Natural, definió la llamada Lista Tentativa donde aparecen 18 lugares que el país postulará para ser declarada patrimonio mundial. Las zonas representan diversos sitios de nuestro país, pues van desde San Pedro de Atacama hasta un área de la Patagonia, pasando por el Cerro el Plomo, La Moneda y el viaducto del Malleco. Estas, se trabajan de una en una y se ordenan por prioridad.

Ya en 1995 se declararon los moais de Isla de Pascua y en el 2001 las Iglesias de Chiloé. Ahora después de Valparaíso, se trabaja en la postulación de las salitreras de Humberstone y Santa Laura y posteriormente en la del Campamento Sewell.


Fotografías: Daniel Cabrera

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