La historia va más o menos así. En “Antes
del Amanecer” Jesse (Ethan Hawke) y Celine (Julie Delpy)
se conocen arriba de un tren en medio de Europa. Los veinteañeros
deciden pasar una noche juntos vagando por Viena, se enfrascan
en conversaciones acerca del sentido de la vida y – demás
está decirlo – se enamoran. Deben separarse, él
para volver a Estados Unidos y ella para visitar a su abuela en
París. No intercambian teléfonos ni direcciones,
para no someterse a rutina fatal de los mensajes a distancia.
Así, prometen encontrarse seis meses más tarde en
Viena, a la misma hora y en el mismo lugar.
Sin embargo, los meses se transforman en años. Nueve,
para ser exactos.
“Antes del Atardecer”, retoma una historia simple,
llena de matices y esquinas conmovedoras, que por ser reales transforman
a esta cinta en una experiencia fuera de lo común, íntima
y de una belleza intensa.
En esta secuela, los protagonistas formulan un encuentro tácito
con motivo de la publicación de la primera novela de Jesse,
basada en los recuerdos de la noche que pasó con Celine.
Con poco más de 30 años, Jesse, convertido en escritor,
promociona su libro en una pequeña tienda parisina. Celine,
que trabaja para una organización de defensa del medio
ambiente, llega sorpresivamente a visitarlo. A partir de ese momento
tienen apenas una hora para reconocerse (el escritor debe tomar
un vuelo a Nueva York). Casi en tiempo real, vemos a los protagonistas
pasear por el París estival, sumergiéndose en conversaciones
infinitas, llenas de melancolía, acosados por el tiempo
que se escurre.
Una vez más, la pregunta dirigida al espectador se relaciona
con los vaivenes del destino, aquellos momentos determinantes
construidos en pequeñas e eternas decisiones que lo cambian
todo. ¿Qué ha sucedido con sus vidas a lo largo
de nueve años? ¿Será el nuevo encuentro una
conversación trivial o un encuentro de almas?
Esta cinta, dirigida por Richard Linklater, esta edificada sobre
diálogos impresionantes, que coescribió junto a
Hawke y Delpy. Las escenas, largas y sin mayores ostentaciones
de efectos de fotografía y montaje – excepto la ostentación
que en sí mismo posee el paisaje de parisino – crean
una atmósfera intima, donde es fácil identificarse
con los pequeños detalles, los breves silencios y la pregunta
siempre latente de cómo vas a convertirte en lo que serás
por el resto de tu vida.
Y al final, una canción. Una tierna canción de
vals, interpretada (casi susurrada) por Celine, nos entrega una
respuesta. O por lo menos la respuesta que, en este caso particular,
siempre quisimos escuchar.