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Las huellas de un escritor a casi dos décadas de su muerte
Una cita a ciegas con Borges

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Las huellas de un escritor a casi dos décadas de su muerte:

Una cita a ciegas con Borges

Por Lorena Caimanque y Giannina Milich, desde Buenos Aires.


Borges mezcla magia y realidad en sus obras, pero va más allá: su propia vida es un cuento. Ratón de biblioteca, buscó la sabiduría perdida en los laberintos del saber.

La erudición, la estética y su riqueza verbal son el resultado de los nuevos mundos imaginarios que implanta el escritor de reconocimiento mundial, basado en la fantasía de su propia genialidad.

Teníamos una cita a ciegas con un tal Jorge Luis Borges. Un encuentro sin más ambición que la de desempolvar las huellas de un hombre de temprana imaginación, cuyo espíritu todavía ronda por un Buenos Aires que evoca nostalgia y melancolía, sentimientos que se imprimen sin disimular en los tangos de Carlos Gardel.

Y es este mismo territorio el que en la actualidad no esconde protestas de piqueteros y mendigos y, a la vez, nos remonta a 1977 a las “Madres de la Plaza de Mayo”, mujeres que en pleno gobierno militar argentino no temieron agruparse con el objetivo de buscar a sus hijos desaparecidos. Esta tradición se mantiene hasta el día de hoy, reuniéndose alrededor de la plaza todos los jueves para afirmar la vigencia de sus demandas. Así nos recibe Buenos Aires, ciudad que al caer la noche muestra otra cara, empapelándose de espectáculos revisteriles y de tango.

Nos habían contado que podíamos encontrarlo en Palermo Viejo, en los extremos de la gran ciudad, entre las calles Santa Fe y Honduras. El tráfico es caótico para llegar al lugar. Un accidente en la Avenida 9 de julio -que según el mito porteño es “la calle más ancha del mundo”- entorpece nuestro viaje en el cole, que en terminología chilensis significa la micro.

Al llegar a Palermo se encuentra la casa en Jorge Luis Borges 2135, ex calle Serrano. Divisamos, en lo alto de la construcción, una placa que presenta una breve reseña que se limita a explicar los años en que el escritor vivió allí. Pero el dato no consigue tranquilizar la curiosidad de los turistas y diariamente un citófono debe enfrentar la pregunta: “¿A qué hora se realizan las visitas guiadas?”, lo que ya se transformó en una anécdota más para el residente actual del recinto, quien invita al visitante a conformarse únicamente con el frontis para conocer algo más sobre la infancia de Borges.

Los dos Palermos

Hacia 1901, Palermo es, tal como lo describe el escritor estadounidense James Woodall en su libro “La vida de Jorge Luis Borges: El hombre en el espejo del libro”: “Un lugar rudo, con una notoria vecindad de bandidos y hombres que reñían a cuchillo y bailaban tango”.

En la actualidad, Palermo ha cambiado un poco, concentrando una variada gama de boliches en torno a Plaza Serrano. En más de alguno de estos lugares está prohibido bailar. Y es que la tragedia de la discoteca Cromañón, en diciembre pasado, obligó al gobierno a tomar medidas extremas de seguridad. Pero esto ocurre de noche, ya que, sobre todo los fines de semana, el lugar recibe a diversos artistas y artesanos, quienes tienen una tribuna más para mostrar su arte.

La Casa de Asterión

Ni helados, ni juguetes: antes que niño Borges fue lector. No asistió a la escuela hasta los nueve años, puesto que su padre, Jorge Guillermo Borges, desconfiaba de todas las empresas dirigidas por el Estado. Así, Miss Tink, una institutriz inglesa, se encargó tanto de la formación del escritor, como de la de Norah, su hermana menor.

La casa de Palermo era un laberinto para el pequeño “Georgie”, tal como lo llamaban sus padres de cariño. A los siete años traducía al inglés un texto sobre mitología griega y ya sabía que lo suyo era ser escritor. Tal como Asterión se sumergía en su laberinto, Borges lo hacía en la biblioteca de su padre. James Woodall señala que éste es uno de los hechos que marca la vida del escritor: “Otros hechos -los del amor y la política, por ejemplo- eran siempre cuestiones subordinadas”. Así, agrega Woodall que: “Dar semejante importancia a la biblioteca de su padre era la manera que tenía Borges de afirmar una identidad que otros podrían haber definido por su raza, por su credo o por su sexo”. Y es la casa y su pasión por las estanterías de libros los que terminan atrapándolo: “Yo que me figuré el paraíso bajo la especie de una biblioteca”, aseguraba Borges.

El escritor, columnista y presidente de la Corporación Letras de Chile, Diego Muñoz, indicó a CTN que dicho lugar es uno de los temas predilectos en la vida de Borges: “Creo que la biblioteca es donde más ha vivido, un lugar desde donde observaba el mundo. Borges quería atrapar el conocimiento humano, leerlo y saberlo todo. Pienso que a él le dolía la imposibilidad de conocer por completo su entorno”.

Su infancia despierta la misma sensación que deja “La casa de Asterión”, uno más de los cuentos que escribe Borges, readaptando el conocido mito griego del Minotauro a su manera. La nueva versión cambia el perfil del maligno Minotauro, transformándolo en una especie de anfitrión solitario y expectante por recibir a sus visitas.

“Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito) están abiertas día y noche a los hombres y también a los animales (…) ¿Repetiré que no hay una puerta cerrada, añadiré que no hay una cerradura?, escribe en el cuento. El perfil de este animal mitológico se relaciona con la propia historia de Borges. Así, inscribe en una de sus memorias de vida: “Yo creí durante años haberme criado en un suburbio de Buenos Aires, un suburbio de calles aventuradas y ocasos visibles. Lo cierto es que me crié en un jardín, detrás de una verja con lanzas y en una ilimitada biblioteca de libros ingleses”.

También Borges sintió predilección por los espejos, vinculándolos con el asombro, vértigo y un dejo de temor que producían en ellos la multiplicación infinita de imágenes simétricas y envolventes. Siendo niño se miraba en los grandes espejos del ropero de su casa. Su reflejo triplicado hacía surgir en él la inquietud frente a aquellas copias de sí mismo: ¿Qué tal si dentro del laberinto del espejo viera a un Borges diferente? ¿Sería la imagen mostrada el verdadero Borges y el observador, su reflejo? ¿Los otros eran iguales a sí mismo?

“Lluvia que ciega los cristales”

Defraudadas, el viento helado nos hizo dudar de seguir en busca de nuestro objetivo. No obstante, al salir de Palermo Viejo emprendimos rumbo hacia una de las principales arterias capitalinas: Avenida Corrientes. Casi llegando a dicha calle, plagada de teatros, se hicieron presentes las primeras gotas de lluvia, las que no tardaron en convertirse en una cortina de agua. Entramos a una de las tantas librerías, encontrando una sección exclusiva para las obras de Jorge Luis Borges, donde se podían encontrar textos del autor desde los mil quinientos pesos chilenos.

Tras mirar algunos de sus libros, caracterizados por un canon literario lejos de la tradicional literatura argentina y el realismo, percibimos además que su obra no puede ser catalogada en una única tipología literaria, ya que Borges va desde la poesía hasta el ensayo, el cuento o la novela. Sus textos son de oraciones breves y precisas, pero complejos por la pregunta abierta que dejan y el desafío a desentrañar múltiples significados. Tomamos algunos datos y en cuestión de minutos salimos del local. No teníamos tiempo que perder.

El frío entumía nuestros pasos. Llegamos a la calle Florida, zona residencial de la elite bonaerense del siglo pasado, pero que al paso de los años se convirtió en un lugar exclusivamente comercial. Por un momento nos sentimos en tierra chilena: caminando en pleno Paseo Ahumada, aunque con tiendas más refinadas, mayor espacio para transitar, además de grandes kioscos que exponían un sinnúmero de revistas y diarios.

Ingresamos a Galería Pacífico, un centro comercial que, aparte de sus locales de vestuario, moda y comida, daba espacio para el arte. En él se encuentra el Centro Cultural Borges, un lugar dedicado tanto a exponer obras de tradicionales autores argentinos, como las últimas creaciones de reconocidos artistas mundiales. De hecho, durante el mismo periodo de nuestra cita con Borges, el Centro se vestía de pop art, presentando una exposición del pintor y cineasta estadounidense Andy Warhol.

Pero nos habían dicho que el autor de “El Aleph” podía estar en la Sala 21, llamada Espacio Borges. Este pequeño sitio nos permitió realizar un rápido recorrido por la vida y obra de uno de los escritores hispanoamericanos más aplaudidos del mundo. Leímos una inscripción del escritor en las murallas: “Esta ciudad, que yo creía mi pasado, es mi porvenir, mi presente. Los años que viví en Europa son ilusorios. Yo estaba siempre y estaré en Buenos Aires”. Y es que tras su vivencia en tantos países europeas –como Suiza y España- se cargó de aprendizajes, experiencias y conocimientos. Así, cuando Borges retorna a Argentina en 1921 se dedica a recrear varios de esos momentos en sus libros, pero centrándose sobre todo en el redescubrimiento de su ciudad natal. Por ello, Diego Muñoz afirma que “No es tan fácil encontrar un equivalente a Borges, pues él es un clásico (...) los otros no son más que aprendices”.

El encuentro con las huellas

Nos percatamos de cuál había sido nuestro error. No era una tarea arqueológica la que debíamos realizar. La búsqueda de Borges no se basaba en desempolvar recorridos ni personas, pues el tal Borges ya era una huella intacta y eterna, tal como él lo relató en 1984: “Puede haber sido una ilusión mía: dos veces en mi larga vida me he sentido fuera del tiempo, es decir, eterno”, afirmó en una entrevista con el poeta y ensayista argentino, Osvaldo Ferrari.

Todos los caminos, pese a las diferentes direcciones que se tomen, llevan al mismo lugar: la realidad de la muerte. Y es esta muerte la que para Borges no es el destino final, sino el punto de inicio para la liberación hacia la eternidad, un instante infinito. Así lo relata el autor en “Diálogo sobre un diálogo”: “Me aseguraba que la muerte del cuerpo es del todo insignificante y que morirse tiene que ser el hecho más nulo que puede sucederle a un hombre”. Así, dichoso, pese a su ceguera casi total, fallece en Ginebra a los 86 años, dando paso a un morir eterno.


Borges y la política

Borges: genio literario, pero personalmente inconsecuente. La mayoría de las críticas que se le hacen van dirigidas a este último punto: a sus contradicciones ideológicas. Fue anarquista, radical, comunista, antifascista, afiliado al partido conservador y antiperonista.

Sin embargo, a los años se declaraba enemigo del comunismo por considerarlo como uno más de los males del mundo, como el imperialismo o el nacionalismo. De hecho, según Borges, Pablo Neruda era un “excelente poeta, pero un mal hombre” solo por su participación en el Partido Comunista.

Pese a la larga lista de reconocimientos que recibió, nunca obtuvo el Premio Nobel de Literatura. Los motivos no se debían a su poca fama literaria, sino al contexto histórico que se vivía en Latinoamérica. En 1976, Argentina vive el último Golpe de Estado, pero además se suma el hecho de que en Chile recibe una condecoración de manos del general Augusto Pinochet, en pleno régimen militar. La foto, en la cual aparecían juntos y que se difundió por todo el mundo, le costó más que el reconocimiento, sobre todo si en los años anteriores había afirmado que las dictaduras reprimían, esclavizaban, torturaban, no tenían piedad y fomentaban la idiotez.


Sitios relacionados:

miborges.com

Internetaleph.com

Corporación Letras de Chile

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