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Yo y mi nariz

Por Macarena García Lorca


Con este asunto de las manías o mañas, como prefieran, todos nos entendemos. Me explico, no conozco a absolutamente nadie que no tenga al menos una y seguramente ustedes tampoco, y lo más probable es que ya estén pensando en las propias. Yo, por ejemplo, tengo montones, de hecho tengo un ranking según nivel de importancia y adicción.

Le dedicaré esta columna, entonces a mi top one. Que es ni más ni menos que mi nariz. Lo que pasa es que mi nariz es bastante más sensible que lo normal. Así que cuidado, si no se bañaron de lejitos por favor.

Bueno, después de la advertencia, continúo, les contaba que mi nariz es harto sensible así que yo y ella tenemos algunos problemillas. Por ejemplo, hay una buena cantidad de productos alimenticios que tengo absolutamente vetados. El plátano no lo paso, incluso le tengo un poco de alergia. Según mi nariz el plátano huele a vomito, sobre todo molido como se lo dan a las guaguas. Del queso ni hablar. No puedo comer algo que tiene olor a pata. Ni menos queso rallado, de ése ni siquiera puedo estar cerca, pero a nadie le importa mucho y cada vez que hay tallarines tengo que bancarme su asqueroso olor y que la gran mayoría de ustedes disfruta como si fuera algo muy rico. ¿Qué onda? ¿es que acaso no les da asco comerse esa pata en polvo?

Problema aparte son los productos del mar o ir a meterme a una caleta. No, lo siento, pero no traten de convencerme de lo lindas que son las ciudades-puertos. El olor a pescado podrido lo inunda todo, pero todo, hasta las casas de la gente, si no vayan a darse una vuelta por San Antonio. Y no es que los san antoninos sean cochinos, pero por más Poet, Glade o lo que sea, el olor a pescado es tan power que nada puede con el. Digan que soy exagerada, digan que soy siútica, pero esto para mí de verdad es un problema mayor.

Tengo serios problemas también con ese trapo o estropajo que lo ocupan para limpiar absolutamente todo y como siempre está mojado, se impregna de un olor a humedad cerdo, luego deja su estela aromática por donde pase o por donde se intente limpiar y, por si fuera poco, obvio que te deja las manos pasadas también. Nunca he comprendido como alguien con dos dedos de frente pueda creer que algo quede limpio con esos estropajos fétidos y llenos de bacterias, hongos y cuanta cosa crece en la humedad. Por favor si alguien lo entiende, explíquemelo.

Otra cosa, hay que salir de cliché. Todo el mundo cuando le preguntan su olor favorito o el olor que recuerdan de su niñez responde lo mismo. El olor a tierra mojada, yo al menos no encuentro nada especial ni tan agradable en ese olor. Siempre pienso que responden eso para simplemente para salir del paso. Traten de ser más creativos y señores no contesten esa tontera.

Hablando ya de esos otros olores que hacen de su hogar a los baños. Esos si que se me hacen realmente insoportables. Lo que pasa es que esta nariz mía me ha convertido en una mina súper asquienta y ligerito me dan arcadas. Por esto jamás he podido ayudar a una amiga a vomitar o salgo arrancando de los baños hediondos. Sino fijo que termino vomitando.

En todo caso, no se engañen, esto de tener una súper nariz no es sólo cosas malas. Tener un agudo olfato tiene grandes ventajas. Cuando me viene el asco siempre acudo a mi memoria olfativa, así puedo hacer trampa y a veces logro engañarla con algún olor poderoso que recuerde. Les recomiendo el olor a café, no me falla y el de la bencina tampoco, siempre logran distraerme y calmar mi asco.

Pero, sin duda, lo mejor de mi historia con esta nariz es que tengo la capacidad de retener y memorizar olores de la gente que quiero. Tengo identificado y clasificado a qué huele mi familia, mis amigos, y otros personajes.

También si me esfuerzo bastante puedo memorizar los olores de algunos momentos, creo que es la forma más particular de capturarlos. Logró capturar el lugar, el momento, la persona. Y lo mejor es que con el tiempo he ido mejorando la técnica.

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