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Política

Presos políticos
(Fuente: www.libertad.dm.cl)

La lucha de los presos políticos chilenos

Los olvidados de la transición modelo

A estas alturas hablar de presos políticos es un lugar común, un término al que poco le queda de humanidad. No sabemos mucho de ellos, a lo sumo manejamos números o nombres que parecen venidos de una realidad lejana.

Los medios nunca nos muestran sus caras, sus familias o los ideales por los cuales están en la cárcel. Los presos políticos son el olvido mismo de una transición que quiso ser modelo, pero que hasta el día de hoy les debe la democracia y la justicia por la que tanto lucharon.

Por Myriam Aravena Guerrero y Diego Durán Pérez


No son presos comunes, aunque muchos están presos por delitos que pueden considerarse como tales. Lo que los diferencia del resto es que a ellos los motivó un ideal político. La línea que los separa es demasiado delgada para ser obvia, demasiado delicada para ser concluyente al respecto.

Los presos políticos son los que reflejan mejor que nadie las heridas recientes de un país. Ya sean chilenos o mapuches, hablar de estos prisioneros es hablar de problemas no resueltos.

Ahí tenemos a los indultados por el presidente Patricio Aylwin el año 90, que habían sido encarcelados en los últimos años de la dictadura; los presos mapuches, detenidos por acciones violentas en defensa de sus tierras; los que fueron arrestados ya en plena “democracia” y que todavía están entre cuatro paredes. Diferentes ideales, pero algo en común: disconformidad con la sociedad post dictadura.

En este reportaje se habla sobre estos últimos, los olvidados de la transición chilena, aquellos que siendo muy jóvenes lucharon por sus ideales y ahora están presos por ello.

La alegría ya viene... pero bien lejos

Cuando Augusto Pinochet entregó la banda presidencial a Aylwin se sellaba uno de los capítulos más oscuros de la historia de nuestro país. Nuevamente la democracia y la justicia se harían presentes en el escenario nacional. “Chile, la alegría ya viene” rezaba el pegajoso eslogan político que la Concertación supo impregnar en el inconsciente de muchos chilenos. Pero la alegría que prometía esa contagiosa cancioncilla no llegó a todas las capas de la sociedad.

El 45 por ciento que no votó por el candidato concertacionista era uno de esos sectores, pero también muchos de los que entregaron su apoyo al político demócrata-cristiano no estaban contentos.

Pasada la efervescencia de dejar atrás la coraza militar se tenía que reestablecer el régimen democrático. Una de las medidas que tomó el nuevo gobierno fue que los derechos humanos sean protegidos, tengan plena vigencia y los responsables de sus violaciones sean sancionados como corresponde. Estas promesas, en teoría, calmarían los agitados ánimos y castigarían a todos aquellos que cometieron abusos bajo el amparo de organismos represivos. Lamentablemente no fue así y se instaló un manto de disconformidad en la población.

Ya en los primeros años de la transición a la democracia se escucharon por aquí y allá voces disidentes. En su mayoría eran jóvenes que, a pesar de no haber vivido toda la brutalidad de la dictadura, se mostraban críticos del proceso llevado a cabo por la Concertación.

El fuerte descontento se manifiesta en la aparición de nuevos grupos armados, generalmente fragmentos de grupos de izquierda que proliferaron en los años ochenta. El Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) y el MAPU-Lautaro son los más conocidos por ser los que más capacidad de acción demostraron.

Un miembro emblemático del Frente es el “Chino Alex” (Luis Ernesto González Silva), quien el año 1990 protagonizó una espectacular fuga desde la Cárcel de Alta Seguridad. Un año y medio demoró la construcción del túnel que finalmente lo llevaría a la libertad. Actualmente, el Chino tiene regularizada su situación penal, para ellos tuvo que cumplir un mes de condena en la cárcel de San Miguel. Debido a sus antecedentes no puede votar “por la condena que me metieron yo no puedo votar. Es paradojal, no los que más luchamos, pero sí luchamos bastante porque volviera la democracia somos justamente los que no podemos votar”, contó al medio virtual Mente en Blanco.

Pablo Vargas
(Fuente www.libertad.dm.cl)

“Que Pinochet pague con cárcel y no con muerte”

“Mi amado hijo Pablito cayó preso en abril de 1991”, dijo Ricardo Vargas a CTN. Papá Vargas, tal como lo llaman suscercanos, es padre de Pablo Vargas, uno de los pocos presos políticos que hay en el país. Fue condenado a cadena perpetua por la muerte del doctor Carlos Pérez Castro -vinculado a la CNI- y su mujer, el 4 de marzo de 1991 en Rancagua.

Pablo Vargas ingresó a las filas del FPMR en 1987, cuando cursaba la enseñanza media. “Pertenecía al grupo más fuerte, osado y de combate del Frente”, cuenta su padre. Después del ajusticiamiento del médico es detenido tras una balacera protagonizada con carabineros en la sexta región, donde mueren los dos frentistas que lo acompañaban, mientras él es herido en una pierna. Sólo tenía 18 años. Lleva 14 años recluido, pero se encuentra pronto a recibir el beneficio de la salida dominical junto a sus compañeros Hardy Peña, Claudio Melgarejo y Fedor Sánchez. Todos fueron condenados con la ley antiterrorista lo que nos les permitía gozar de la ley de indulto aprobada el 2004 que liberó a una treintena de presos políticos.

Papá Vargas afirma que su hijo actúo motivado por la ineficiencia del gobierno de Patricio Aylwin, ya que si se hubiese realizado una investigación seria sobre los atropellos que se cometieron en dictadura muchos de estos hechos no habrían sucedido. “Fue la falta de justicia por parte del gobierno y por parte de la civilidad que lo apoyaba las detonantes para que se cometieran estas situaciones después del ´90”, sentenció. Pero de igual forma no justifica lo hecho por su retoño sosteniendo que ama la vida. Y concluye “una persona que personifica el crimen, la tortura y la represión como Pinochet debería ser juzgada y estar en la cárcel, pero no asesinada”.

En agosto de 2005 Papá Vargas esperaba tener a su hijo de vuelta en casa para el almuerzo del domingo. Pero las deudas que esta democracia tiene con ellos no estará saldada aún. Las razones por las que ellos tomaron la justicia en sus manos todavía están vigentes, mientras las presos sigan en la cárcel y los torturadores en libertad.


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