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Campañas del terror

Por Diego Durán Pérez


En los próximos meses se realizarán las elecciones presidenciales y como es típico gran parte de los políticos ya tienen tapizada nuestra ciudad con consignas demagógicas que sólo buscan el voto del incauto y del vulnerable. Un mes de anticipación tienen los comandos para instalar las propagandas en las calles, pero valiéndose de resquicios legales pasan por encima de esta disposición y ensucian la urbe.

Se preguntaran ¿qué tienen que ver las campañas políticas con el graffiti?. Tienen mucha relación, ya que la propaganda política mata al graffiti. Sí, es así. Cada vez que se aproxima cualquier tipo de elección los partidos políticos envían a una horda de sujetos con carteles, gigantografías y muchos litros de pintura a publicitar a sus determinados candidatos. Lavín, Piñera, y Bachellet son los apellidos que se repiten a diario cuando uno pasa en micro. Letras gigantes sin ninguna aspiración estética que se posan impunemente sobre el graffiti. Inversión de muchas horas de trabajo, bastante dinero en los materiales, talento desplegado sobre un muro y por último una pieza que saca de la cotidianeidad se va al tacho de la basura gracias a slogans tan baratos como “Estoy contigo”, “Alas para Chile” o “Con Piñera se puede”. Muchos políticos han tratado de erradicar la práctica del graffiti argumentando que ensucian la ciudad o que no está en los planes estéticos de urbanización, pero lamentablemente la inconsecuencia tiene grandes niveles y éstos mismos señores (¿se les puede llamar señores?) revisten cuanto muro se les ponga por delante con simples apellidos. ¿Estas propagandas si están dentro del plan de urbanización? No lo creo.

Muchas veces la opinión pública denomina a los escritores como vándalos que pintan paredes con rayas que nadie entiende, pero estas mismas personas deberían cuestionar a sus autoridades con iguales parámetros. A pesar de que la diferencia de una propaganda electoral con un graffiti es abismante, puesto que las primera tiene fines de persuasión y publicidad, mientras que la segunda se podría considerar un nuevo lenguaje urbano además de una experiencia que sitúa a un supuesto espectador frente a una amalgama de sentimientos.

Es de esperar que la ciudadanía recapacite y condene a los comandos políticos, puesto que están destruyendo una forma de expresión urbana que paso a paso nos deleita con colores, combinaciones y figuras, una forma de expresión que construyen jóvenes sin ansias de lucro. Solo por pintar.

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