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(Fuente: http://www.igm.cl/images/Escudo-Oficial_Ejercito_72.gif)

Militares y política:

Ayer, ahora ¿y siempre?

Por Daniela Fernández Romero y Maximiliano Andrade Núñez


¡Chile, la alegría ya vino!, ya han pasado 15 años desde el regreso de la democracia en el país y en la población existe la convicción de que la carrera política militar ha acabado. Pero ¿es tan así? Lo cierto es que las Fuerzas Armadas a lo largo de la historia de Chile, y aún en el presente, tienen un rol importante en las decisiones civiles.

Ante esto, surge el concepto de Partido Militar, que si bien, no corresponde a una agrupación política concreta, como agrupación abstracta tiene opinión, una visión de lo que debe ser la sociedad y en ocasiones participa de las instancias democráticas. También tiene adversarios y es una fuerte herramienta de presión al gobierno.

Como lo señala el escritor y documentalista Dauno Tótoro, si se entiende como partido a una “agrupación humana en la que se comparte un modelo filosófico de sociedad al que se aspira y se lucha políticamente para que aquel modelo sea el predominante en la sociedad”, la existencia de dicho bando es innegable.

Si se analiza: tienen sus propios colegios -y así su propia formación-, sus propios hospitales, centros recreacionales y habitacionales. En fin, su propio país sustentado con los fondos destinados nacionalmente a las milicias, es decir, con el dinero de todos los chilenos. Además, este grupo, integrado por las Fuerzas Armadas (F.F.A.A.) y Carabineros, es quien se considera responsable de preservar el orden público de una sociedad a la que en realidad no pertenecen, puesto que sus propias instituciones les dejan al margen.

Y con una dictadura militar tan reciente no se podría esperar que sus integrantes cortaran tan drásticamente el cordón umbilical que los une a lo política. Así lo destaca el historiador y académico Alfredo Jocelyn-Holt. “Sería absurdo pensar que han dejado o van a dejar el poder así no más. Es evidente que ellos van a seguir presionando, ya sea a través de las atribuciones que se les otorgan en la constitución o a través del enorme poder que esgrimen todavía las F.F.A.A.", comenta.

Política Militar: una historia añeja

La influencia de los grupos armados no es nueva en la historia chilena, desde los enfrentamientos entre mapuches y conquistadores el país se rige por políticas íntimamente ligadas a lo militar. Pero claro que las ideas que los agrupan no son las mismas que hace quinientos años.

Para encontrar los orígenes del pensamiento militar actual hay que remontarse a la Guerra del Pacífico y la llegada de oficiales alemanes años después. Éstos rompieron con la poca profesionalización de las milicias y su rol de seguridad pública. Así, un agobiado Balmaceda trajo a Chile a los militares europeos para iniciar lo que se llamó la “prusianización del Ejercito” y así acabar con la ineptitud de sus F.F.A.A.

No se hablaría de Partido Militar a no ser por los germanos, que no sólo profesionalizaron la institución, si no que la dotaron de una ideología que se basa en el concepto de Servicio Militar Obligatorio como instancia máxima de educación del pueblo. Es éste, unos de los puntos en donde se ha podido apreciar en su magnitud las esferas de influencias y presión que mueven las Fuerzas Armadas actuales. Ante la posibilidad de un servicio militar voluntario se perdería no sólo un número importante de soldados, sino que un grupo de población al cual inculcar su particular sentido de país.

Son esos ideales los que llevan a las Fuerzas Armadas a actuar en numerosas ocasiones a favor del orden público, o sea, luchando contra el comunismo y anarquismo: cualquiera que atenta contra la estabilidad es anti-chileno.

La primera gran intervención en política fue la Guerra civil de 1891, cuando el Ejército “nuevo” derrotó al “antiguo”. Luego vino la etapa de matanzas y represión de movimientos obreros y finalmente las peleas con la oligarquía que condujeron a la gran irrupción castrense en los asuntos internos del país previa a la de 1973.

Carlos Ibáñez Del Campo en la década de 1920 también hizo gala del poderío militar al acabar con el Régimen Parlamentario y lanzarse a la tarea de modernizar Chile, sin gran éxito. Esto los obligó a permanecer aislados de la sociedad, situación que marcó el carácter actual de los militares, forjando en ellos un sentimiento anti-político, pero a la vez viéndose ellos mismos como los indicados para garantizar la estabilidad nacional. Del mismo modo lo ve Hugo Mery, profesor de periodismo político en la Universidad de Chile, los actuales militares “más que un desprecio hacia la izquierda tienen un desprecio hacia la política en general, son apolíticos, no creen en la capacidad de los políticos para gobernar la sociedad”.

Influidos por Estados Unidos y su Doctrina de Seguridad Nacional, los militares afianzan su idea de “lucha contra la insurgencia”. El enemigo de la nación se encontraba “dentro” de la nación.

Los vorágine de los sesenta

Es así como alrededor de la década de los sesenta la civilidad aumenta su descuido y desconocimiento por el mundo castrense. Los bajos sueldos y la Doctrina de seguridad provocan su radicalización. Contrarios al gobierno de Eduardo Frei, desconfían del sistema político, creen que es incapaz de mantener el orden, entendiendo por orden, la lejanía de cualquier idea de izquierda.

Al respecto, para Dauno Tótoro en Chile, como excepción dentro de América Latina, la prioridad al gobernar es la mantención del orden, “Chile se jacta de ser el país más ordenado, con una democracia basada en los consensos y si alguien alega, está el poder militar para ponerlo en orden”. La única vez que en la historia nacional se habría quebrado este orden es en 1969 con la Unidad Popular.

¿Y ahora qué?

Si es que siempre han estado presentes en la política chilena, es de esperar que lo continúen haciendo. Instancias como el Consejo de Seguridad Nacional y, ante la eliminación de los senadores designados a partir de marzo de 2006, la incorporación de ex militares en carrera política hace factible la continuidad de esta influencia. Además, hay que considerar que una ideología política no es lo mismo que una carrera como tal.

Es decir, dejando de lado la idea de que no necesariamente todos los militares piensan igual, cabe pensar que ante una formación y estilo de vida en común tienen una visión de país compartida. La que no forzosamente se traduce en una participación activa en la arena política.

Ante esto, la única salida que ve Jocelyn-Holt es dejar atrás el presidencialismo y optar nuevamente por un régimen parlamentario, en el que se debilite la relación natural y fáctica que se ha producido entre los militares y el ejecutivo.

Con una historia cívico-militar recurrente y activa en donde los poderes fácticos -iglesia, militares y empresariado- son las elites que gobiernan realmente el país, como el “partido militar” que es más bien conservador y está muy ligado al empresariado. Y ante un Chile moderno y, sobre todo, ordenado existe alguien que vigila atenta y sigilosamente su pulcritud, para así mantener sus intereses, y quien sabe si es que esto no se cumple…si la historia es cíclica.

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