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Fuente: (www.merchantamerica.com)

Agrupación de Padres de Niños con Fibrosis Quística

Postergando al máximo lo inevitable

La fibrosis quística es una enfermedad hereditaria, crónica y sin cura. En Chile existen alrededor de 480 casos de niños a quienes se les ha detectado y otros tantos que la padecen sin saberlo, debido a lo difícil que es diagnosticarla. Por fuera estos niños parecen saludables, pero por dentro la enfermedad los devora.

Por Gina Norambuena Martínez
2ºaño, Taller de crónica y entrevistas

Hace 13 años que a Juan Pablo Ibarra le cambió la vida. Paula, su hija recién nacida, comenzó a presentar anomalías tales como secreciones hediondas y bajo peso. Luego de consultar a un médico y pasar por varios diagnósticos errados, supo que su hija tenía fibrosis quística. “Para mi familia fue un golpe muy fuerte enterarnos de qué se trataba la enfermedad, porque es algo que no tiene vuelta”, recuerda Juan Pablo.

La fibrosis quística está clasificada dentro de las enfermedades “raras” y no por su escasez, sino por ser difícil de identificar. La Corporación Chilena de Fibrosis Quística determinó que en el país apenas se le diagnostica a un tercio de las personas que la portan, a través de un único examen: el test del sudor.

Esta enfermedad -que afecta al aparato digestivo, páncreas y pulmón- es progresiva y dura toda la vida. Aunque aún no tiene cura, los avances logrados en el tratamiento médico han mejorado las condiciones y perspectivas de vida de los niños, situación más alentadora en comparación a lo registrado a principios del siglo XX.

Según cifras, la esperanza de vida de estos niños en Chile bordea los doce años, mientras que en países desarrollados alcanza incluso a los 45. “Nosotros luchamos por mantener vivos a nuestros hijos el mayor tiempo posible. Luchamos contra un fantasma que no podemos eliminar”, dice Jenny San Martín, presidenta de la Agrupación de Padres de Niños con Fibrosis Quística.

La agrupación que representa nació en junio de 1998 y en la actualidad está compuesta por 39 niños y 37 familias. “El objetivo principal del grupo es poder apoyarnos entre nosotros y tomar a los papás de los niños diagnosticados por el hospital. A nosotros se nos avisa y de inmediato alguien va a apoyarlos, porque es muy dura esa primera etapa”, afirma Jenny.

“No es fácil tener un hijo con esta enfermedad tan rara. Uno tiene miedo de que en cualquier momento venga una crisis y le llegue el turno a tu hijo”, confiesa María Zúñiga, cuya hija se encuentra internada en el Hospital Calvo Mackenna, donde se atienden todos los niños de esta agrupación.

Este hospital, caracterizado por sus colores alegres y dibujos en las paredes, se especializa en el cuidado de los niños, y es uno de los pocos -junto con el Hospital Roberto del Río y el Regional de Temuco- en los que se ha creado una unidad específica para tratar la fibrosis quística en menores.

“Plan Nacional de Fibrosis Quística”: salvavidas

Los costos de esta enfermedad son muy altos, tanto en el aspecto afectivo como en el monetario. Los tres medicamentos esenciales para la supervivencia de niños con fibrosis quística en Chile son importados desde el extranjero y cuestan alrededor de 700.000 pesos mensuales.

En sus primeros años, la agrupación de padres tenía por objetivo conseguir un subsidio para costear la enfermedad. “En un comienzo nuestra prioridad era obtener los remedios a cualquier costo, incluso pasando hambre”, cuenta María Zúñiga.

Fueron arduos años de manifestaciones. Entre las más recordadas está la marcha que hicieron desde Santiago al Congreso Nacional en Valparaíso, donde una madre fue capaz de encadenarse en las dependencias de la Unicef y un padre pidió asilo a la embajada de Dinamarca en busca de un mejor futuro para su hija.

Finalmente, en 2002 lograron posicionar la fibrosis quística dentro de la lista de enfermedades crónicas cubiertas por el gobierno, aunque aún no está dentro del Plan Auge. No obstante, exisye un plan salvavidas, el “Plan Nacional de Fibrosis Quística” que financia la totalidad del tratamiento de estos pequeños, entregándoles mes a mes los medicamentos para sobrevivir.

Una terapia de vida

Como todos los miércoles, los padres de se reúnen para escuchar la charla de algún especialista: broncopulmonar, kinesiólogo, gastroenterólogo, pediatra u otro. “Los doctores conocen a cada uno de nuestros hijos, los han tratado por varios años y saben exactamente qué es lo que necesitan”, asegura Juan Pablo.

Gonzalo Hidalgo, kinesiólogo del Hospital Calvo Mackenna, y quien atiende a todos los niños de este grupo en su rubro, es el encargado del mes. El ambiente es cálido, la gente amable y carismática. Ellos no dejan de sonreír, aunque carguen sobre sus hombros la grave enfermedad de sus hijos.

Para este kinesiólogo su lema es “anticipar, prevenir lo prevenible, tratar lo tratable y postergar al máximo lo inevitable” y en esto su especialidad juega un rol muy importante. Ésta permite retardar los problemas a los pulmones, causa por la que fallecen generalmente estos niños. La terapia ayuda a eliminar la mucosidad concentrada y acumulada en las vías respiratorias, debido a la disfunción de las glándulas secretoras.

Hidalgo lleva varios años trabajando con estos niños y sus padres, comenta que “No dejo de sorprenderme con la capacidad que ellos tienen, porque han sabido transformar el dolor que llevan en fuerza para luchar por darles una mejor vida a sus hijos”.

Para los padres sobrellevar una enfermedad así no es fácil, implica una total dedicación a los niños y a sus necesidades, dejando de lado otros aspectos importantes, incluso a sus otros hijos. Juan Pablo confiesa que su hija Paula se ha convertido en el centro de atención en su familia más cercana, “todos andamos preocupados de si se tomo los remedios o de si se siente bien”.

Tener un hijo con fibrosis quística ha significado un gran cambio para ellos. Muchos de ellos se ven enfrentados al alejamiento de sus propios familiares o a conflictos en su relación de pareja. “Cuando supimos que la enfermedad era hereditaria y que para trasmitirla se necesitaba que los dos padres tuvieran el gen de la fibrosis quística, nos comenzamos a echar la culpa mutuamente”, cuenta María Zúñiga.

El problema parte del desconocimiento de la enfermedad, ya que las posibilidades de saber si se es portador del gen son nulas. La única manera de enterarse es que un hijo nazca con ella. Para esto es necesario que los dos padres sean portadores y en ese caso existe un 25% de probabilidad de que el niño nazca con la anomalía.

Un futuro incierto

Aunque la esperanza de vida es corta para quienes padecen de fibrosis quística, cada vez más va en constante aumento. Por ello para los padres es preocupante pensar en el futuro de sus hijos, debido a lo complicado que es situarse en una sociedad que ignora todo sobre ellos.

“En general hay mucha desinformación, la gente tiende a relacionar la fibrosis quística con quistes o sólo con problemas pulmonares, sin dimensionar lo grave que es”, opina Jenny San Martín. Además de la ignorancia, estos niños han tenido que afrontar los problemas en el colegio por sus constantes inasistencias, las hospitalizaciones -mínimo cada tres meses- y,en el caso de los más grandes, el hecho de conocer las consecuencias de su enfermedad.

Anderson tiene 22 años y cursa el tercer semestre de educación física en la universidad. Su madre no creía que iba a vivir hasta esa etapa, por eso habla con mucho orgullo de él: “Mi hijo es un joven totalmente normal, inteligente y sacrificado”.

Dentro de sus limitaciones por la enfermedad –la cual afecta mayormente sus funciones digestivas-, puede desarrollar una vida como la de cualquier persona. Sin embargo, su futuro es incierto, no sólo por la fibrosis que mantiene hasta ahora controlada, sino por las posibilidades que tiene para surgir. La madre de Anderson cree que es muy difícil que contraten a alguien que constantemente tiene que pedir permiso para tratarse.

Los integrantes de la agrupación creen que la solución es que la gente se informe sobre dicha enfermedad, aún más los colegios a los que estos niños asisten. “Nuestra agrupación no recibe ayuda de nadie. Hace algunos años nos colocamos en la guía de solidaridad pero nadie nos llamó. Juan Pablo Ibarra reflexiona, "Lo mínimo que pedimos es que se tome conciencia de su gravedad y que a nuestros hijos se les den las oportunidades para surgir”.

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