“Nuestra política es focalizar sus demandas”

Desde el andén se sentía el azote del Paro Nacional. Eran las dos de la tarde y a los usuarios del Metro ya les lloraban los ojos,estornudaban y miraban al resto toser con cara de preocupación.

El martes el 30 de mayo de 2006, se realizó el mayor Paro Nacional de la Educación desde los años ’70, convocando a más de 600 mil escolares y obteniendo el apoyo universitario y académico; ni qué decir de sus padres y la oportunista oposición.

A pesar del llamado de los dirigentes secundarios a no marchar por las calles, desde la madrugada se escuchaban jóvenes voces entonando los gritos de su ingeniosa lucha. Con el pasar de las horas, varios grupos de escolares pululaban por la ciudad. Se movían de un colegio a otro y aprovechaban el trayecto para hacer aún más popular su batalla. Con saltos, risas y ocurrentes carteles, el pequeño desorden creado lograba sacar entusiastas bocinazos de apoyo.

Una tocata se organizaba frente a la Casa Central de la Universidad de Chile, en Alameda con San Diego. Durante el montaje de los equipos, la escasa cantidad de público mañanero fue creciendo. A las doce del mediodía un violento chorro de agua calló la música. Al mismo tiempo, en otros puntos de Santiago, Carabineros irrumpía en las micros para detener a todo uniformado con mochila que estuviera en camino a su colegio, “por sospecha de robo a un negocio del sector” dijeron. Poco antes, tres escolares denunciaron haber sido detenidas y llevadas por una carabinera a un calabozo, lugar en donde ésta les habría hecho una íntima y denigrante inspección.

Desde este momento el día se vistió de humo, piedras y fétida humedad. La Alameda sufrió los incesantes ataques de una irracional policía y de una turba enardecida por la frustración. La represión hizo entrada de gala en la, a esas horas, tomada Casa Central y en la Biblioteca Nacional. En ese neutral lugar se estaba realizando la negociación fijada por los escolares según sus pareceres y exigencias, en pos de un innegable bien común.

Acorde con el espíritu del momento, el sol se escondió y dentro de la Sede Central de la Universidad de Chile, el aire que se respiraba era igual de gris y turbio que el de afuera. La única puerta por donde se podía salir del edificio era la trasera, pero en la esquina de San Diego con Alameda una pared de miembros de Fuerzas Especiales interrogaba al que quisiera pasar sobre sus intenciones. De espaldas a la democracia, tapaban la violenta represión que se desató en pleno centro, a discreción del ánimo de cada oficial.

En el patio central del edificio, el pequeño grupo de estudiantes que quedaba discutía en un círculo. Nicolás Grau, Presidente de la FECh, acompañado de su vicepresidente Felipe Hazbún, gritaba su propuesta con una vena en el cuello a punto de explotar. “¡La puerta NO se va a cerrar! ¡El que se quiera quedar corriendo el riesgo de que lo apaleen los pacos que se quede, pero la puerta no se va a cerrar!”. La discusión era contra integrantes del grupo Las Armas de la Crítica, que instaban a los presentes a salir a la calle, “porque no podemos dejar a nuestros compañeros afuera luchando solos”.

Las horas pasaban, y desde La Moneda hasta Portugal, hordas de gente manifestaban su descontento, apedreando micros verdes de Carabineros, levantando los brazos en señal de paz o sosteniendo carteles contra el indómito chorro del guanaco. El punto neurálgico se fue desplazando desde la Casa Central hasta la Biblioteca Nacional: la Calle Santa Rosa estaba cortada y desierta, con furgones de la prensa arrimados a la acera. A pesar de la cantidad de gente, reinaba un inquietante silencio. Cada tanto, un golpe de ruido irrumpía acompañado de una lluvia de piedras, seguida de una amenaza de la fuerza policial,de un aire mojado e irrespirable y nuevamentede silencio.

Los que volvieron a sus casas pudieron ver por televisión parte de todo esto. Los canales se centraron en destacar la violencia desmedida de Carabineros y la filtración de delincuentes que hubo en las movilizaciones del día. Después se dio el resultado de la reunión en la Biblioteca. La resolución fue muy característica de estas situaciones, en las que se sufren horas de una tensión que se desvanece en la sombra de la no efectividad. La poca costumbre del Ministerio de Educación para tomar rápido decisiones importantes se conjugó con la firmeza de las exigencias estudiantiles, y la respuesta fue una frase archiconocida: “Todavía no hay acuerdo. La decisión se posterga para mañana”.

Por Rocío Valdez C.