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Última actualización: Miércoles 2 de julio de 2008
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Volando por un sueño

En Curicó, asistimos a una ceremonia de bautizo de candidato a piloto civil en el Club Aéreo local. Un evento cargado de emociones, donde no faltaron las tijeras ni el aceite quemado.

Texto Rafael Andaur Marín / Fotos Patricio Arévalo

“De propiedad de Rafael” se lee en un balde repleto de aceite quemado, que se encuentra en el taller mecánico del Club Aéreo de Curicó. Y es que no es un domingo cualquiera para los aficionados a la aviación, puesto que hoy se realiza la ceremonia de bautizo de un candidato a aspirante a piloto civil, su nombre: Rafael Pérez Bustamante.

Son las 11.20 horas y un intenso calor quema todo a su paso, mientras el aspirante junto a su instructor Carlos Guidi comienzan el primer vuelo. Los tres primeros los realizará acompañado de su instructor, puesto que los tres posteriores deberá hacerlos sólo y demostrar así sus habilidades en la conducción de la aeronave.

Mientras Rafael Pérez sigue realizando los vuelos correspondientes, el presidente del Club Aéreo de Curicó, Luis Guell, nos explica los procedimientos de preparación por los que el aspirante debió pasar.

El alumno tuvo que realizar un curso de teoría aeronáutica, además de clases prácticas donde debió volar entre 10 y 15 horas. Luego de eso, cuando el instructor “ya consideró que estaba autorizado para poder volar y practicar maniobras de aviación solo”, al aspirante se le realiza la última prueba y el bautizo.

“Esta tradición siempre se ha hecho y consiste en que el alumno realiza tres vuelos, haciendo despegue, circuito de tránsito y aterrizaje, lo que hace tres veces perfectamente bien. Después de eso se le baja y se le bautiza, bañándolo en aceite quemado, en una tradición que no es para nada limpia”, agrega Guell entre risas.

Pie de foto: Rafael Pérez realizando su primer despegue sin la compañía de su instructor.

EL CAUDILLO DEL BAUTIZO
El encargado de preparar el bautizo es el ayudante mecánico, Carlos Espina, quien prolijamente se preocupa de buscar una silla para sentar al “festejado”, una tijeras, pintura roja, y además, se encarga de acondicionar el balde con aceite quemado que reemplazará al agua bendita de los bautizos religiosos.

A Carlos ya le ha tocado presenciar tres bautizos (cuatro con este) en los dos años que lleva trabajando en el Club Aéreo local, y se toma la situación con mucha alegría. “Para ponerle un poco de humor a la situación le ponemos el nombre de él, ‘de propiedad de Rafael’, esto aparte del mechoneo correspondiente que se le tiene que hacer”, sostiene en relación al balde que espera la pronta llegada del alumno.

Pasado el mediodía la avioneta se divisa. Rafael está próximo a realizar su último aterrizaje de la jornada y se acerca hacia la pista de aterrizaje. A pesar que el viento dificulta la maniobra, el aspirante logra controlar la situación y aterrizar sin problemas.

La nave apaga sus motores y se estaciona frente al taller. En ese instante el alumno baja para ser felicitado por sus familiares y amigos. Pero lo mejor aún está por venir…

Concluidas las felicitaciones, al bautizado se le aclara que debe sacarse la camisa y los zapatos. A 15 metros de la aeronave se encuentra un banquillo y una silla donde sientan a Rafael Pérez, a quien pintan diferentes motivos con pintura roja en todas partes del cuerpo, todos bromean al unísono, algunos con la nota que le ponen al aterrizaje, otros con el rito que ya se viene. Mientras tanto, una señora no pierde el tiempo y con una tijera machetea al atribulado alumno.

Finalmente, alguien se atreve a arriesgar su ropa en la maniobra del tarro con aceite quemado, el hombre se sube al banquillo y voltea sobre el futuro piloto decenas de litros del lubricante, que se esparce por todo el cuerpo del a esas alturas “bautizado”, que protege sus ojos con un trozo de papel. 

Pie de foto: Una tradición. Con aceite quemado se realizó el bautizo del aspirante a piloto civil.

La tradición dice que una vez volteado el aceite, el aspirante puede correr y abrazar a la primera persona que atrape. Todos arrancan esquivando el negro cuerpo de Rafael, quien finalmente no logra su afán de abrazar a uno de sus amigos, que fue el líder a la hora de realizar el  “mechoneo”.

"Estoy todo aceitado pero fue una experiencia muy bonita, aunque las condiciones del tiempo no me acompañaron mucho, pero por lo menos estamos en tierra sanos y salvos”, sostuvo un satisfecho Rafael Pérez, que deberá seguir trabajando para acumular horas de vuelo, para posteriormente rendir los exámenes correspondientes ante la dirección nacional de aeronáutica civil.

Fue un grato mediodía de domingo, cargado de emociones. A mi cabeza llegó el recuerdo de los alabados hermanos Wright, y las olvidadas proezas del pionero brasileño Alberto Santos Dumont, el primer hombre en despegar a bordo de un avión impulsado por un motor. Es el orgullo de sentirse libre, es la belleza de volar.

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Editor Responsable: Rafael Andaur Marín / andaur.rafael@gmail.com / 8-7457734