M I C R O E M P R E S A
Costureras independientes:
"Este negocio no morirá jamás... pero con suerte sacamos algo de ganancia"
“Los chinos nos jodieron la pita”

Frente a la agresiva competencia de las grandes multitiendas, la ropa usada y las importaciones asiáticas, las costureras quedaron relegadas a suplir un mercado alternativo compuesto por las tallas XXL.

por Iván Falcón y Pablo Aburto

No es casualidad que Betty La Fea estuviera ligada a una empresa de costura. La gente que no entra en los cánones estéticos de una multitienda sabe que tiene que recurrir a una costurera para que le haga un vestido a la medida, corte una falda o ajuste una camisa.

Pero esto no siempre ha sido así. Hasta finales de la década de 1970, la industria textil y de confecciones estaba totalmente protegida de las importaciones, al igual que los demás sectores del país, con aranceles sobre el 100%.

Esto condujo a que la moda en Chile se produjera a pequeña escala en las denominadas boutiques. Su auge, entre la década del 50 y finales de los 70, revitalizó a un amplio número de microempresas y negocios familiares. La calle Providencia se constituyó en el parámetro obligado en lo que a moda chilena se refería.

Sin embargo, entre 1979 y 1982 los ingresos de productos textiles y de confecciones pasaron a pagar un arancel de sólo un 10%. Además, no existía ningún mecanismo para combatir la competencia desleal externa.

Esto generó una caída en la producción y en las ventas nunca antes conocida, que coincidió con la apertura del país al exterior. La crisis impactó fuertemente en el empleo del sector, donde se perdieron alrededor de 25 mil puestos de trabajo.

Desde aquella fecha la situación no hizo más que agravarse para las costureras y modistas. En los 80 aparecieron los malls, y, desde 1991, comenzó una potente entrada de ropa asiática a muy bajos precios. El peak de importaciones textiles y de confección se produjo en 1997, con una entrada cercana a los mil millones de dólares.

Así lo recuerda Sofía Jorquera, costurera de la tienda “Privilege” (Andrés de Fuenzalida 30, Providencia). “Yo llevo más de 20 años acá. Con una amiga pusimos este local y nos iba bien. Las señoras de Providencia venían y encargaban sus vestidos. Pagaban súper bien ellas. A veces con un puro encargo yo podía pasar tranquilamente el mes. Ahora ni le cuento. Con la aparición de los malls los precios bajaron muchísimo, aunque también la calidad. A mí me ha tocado arreglar trajes que venden en Falabella o Almacenes París y le digo que la calidad es bajísima”, explicó a The Moroso.

Sin embargo, sostuvo que “a la gente no le importa eso. Habiendo plata les da lo mismo comprar algo que sea malo. Después andan llorando cuando les falta. Yo le garantizo que puedo confeccionar un vestido igual de fino que los que venden al frente (Falabella) y dura mil veces más. Además, como lo hago a la medida de la clienta, le queda perfecto de una y no tienen que andar haciendo arreglines que al final dejan peor el vestido.”

Mostrando la hilacha

Graciela Quiñones, testimonio viviente de un negocio de otra época

Sofía agregó que esta situación le ha causado un grave perjuicio económico. “Este negocio es de subsistencia, no más. El gran capital que tengo es la ubicación. Cualquier local se la querría. Y si no lo he vendido es solamente por un asunto sentimental. Creo que todas las que trabajamos en este rubro lo hacemos sólo porque nos gusta.”

A pesar de esto, hay otras microempresarias que creen que “este negocio no morirá jamás”, a pesar de que aseguraron a ThM que “con suerte sacamos algo de ganancia.”

Se trata de Bernardita Moreno y Francia Quevedo de la tienda “Les Femmes”, en la Galería Francisco de Aguirre (Providencia 2528). Sin dudar, afirman que el público que más atienden son las tallas XXL, ya que los más delgados buscan otras alternativas.

Bernardita relató que “ahora que hay tanta gente obesa ¿dónde van a encontrar ropa que les quede? Para eso estamos nosotras. Si una niñita con sobrepeso tiene que ir a su baile de graduación y no encuentra qué ponerse, ¿a quién acude? A nosotras.”

Con todo, esto no alcanzaría para reorientar el rubro hacia un segmento específico ya que “para que eso sea rentable habría que asociarse con más personas”.

“Nosotras dos no podríamos producir a un ritmo tan alto como para obtener ganancias. La idea sería no demorarnos más de cinco días en un vestido, pero para eso se necesita más personal”, agregó Bernardita.

Francia es más categórica: “Los chinos nos jodieron la pita. Hacen y hacen poleras, faldas y las venden como a luca. La mano de obra allá debe ser baratísima. Contra eso no se pude hacer nada.”

De hecho, Francia no anda muy equivocada. A fines del año pasado las importaciones ascendieron a 856,4 millones de dólares, de los cuales 456,9 millones correspondieron al Asia (54,7%). En este segmento, China por sí sola colocó 331,7 millones de dólares, lo que representó 38,7% de lo que llegó de ese continente.

Parte de estas compras son realizadas por las mismas industrias textiles, ya que es más barato importar que fabricar en el país. Incluso las camisas ya no se elaboran en Chile, al igual que otros productos, lo que ha hecho desaparecer distintos tipos de industrias, tales como las de los forros.

Es por eso que la mayoría de la gente se deja tentar por los bajos precios que se ofrecen en los mercados mayoristas, olvidándose de las costureras, incluso cuando puedan ofrecer un producto de calidad superior.

Así lo confirmó la señora Graciela Quiñones, de 92 años, a ThM: “alrededor de 1965 me vine a Santiago desde Chillán e instalé mi tienda. Las cosas anduvieron bien. Tenía mis contactos, no fue difícil hacerme mi clientela. Claro que eso no me duró para siempre. La gente empezó a comprar en malls y yo me fui quedando sin pega. Igual me alcanzaba para comer así que no quise entrar a ninguna empresa. Ahora estaré vieja, pero aún me la puedo. Mis amigas me piden que les haga chalecos o chales para este invierno. Yo encantada mientras me compren la lana... ya ni siquiera les cobro.”

XXL, la mejor talla

"Las costureras de ropa, como la señora viejita en el fondo de un cuchitril, están en decadencia absoluta"

Gloria López, costurera en la Avenida Larraín número 6682, lleva apenas dos meses y medio en el negocio. No obstante, experiencia no le falta. Desde siempre ha hecho arreglos para familiares, amigas o gente del barrio. Y a pesar de sus dones naturales, cuando contó que quería instalar un pequeño local de confecciones, las caras largas en su familia casi la desanimaron.

“Todos me dijeron que estaba loca, que esto no daba plata. Y algo de razón tenían. El negocio es súper lento. Y eso que estoy bien ubicada. Por lo menos me entretengo, pero en los dos meses y medio que llevo acá he estado a pura perdida”, contó a ThM.

A pesar de esto, Gloria no duda que la mejor talla es la XXL. Incluso cree que aún es posible expandir el negocio. “El otro día pasó una mamá con su hija. Bien gordita la chiquilla. Querían ver si les podía hacer un pantalón. Quedaron de pasar de nuevo para tomar las medidas, pero hasta el momento nada. Ahora tengo la idea de hacer sólo tallas grandes. Si la gente está gorda hay que aprovechar, porque en el Alto Las Condes no van a encontrar ropa que les quede”.

Lo mismo piensa Rodrigo Valdebenito, estudiante de quinto año de la carrera de Periodismo. Su gran masa corporal lo obliga a buscar alternativas de ropa de tallas mayores. Para él, las costureras “más que desaparecer, están en vías de transformación. Se necesita en estos tiempos un servicio nuevo, rápido, directo. A mí me gusta hacerme la ropa bien a medida, porque tengo medidas diversas de cuerpo y no es sustancialmente más caro que una tienda de ropa”, contó a ThM.

Quizás el futuro de las costureras nacionales se encuentre en las exportaciones. Debido a la disminución de la demanda interna, la industria textil tiene las esperanzas depositadas en los TLC con Estados Unidos y Europa, ya que todos los productos chilenos podrán entrar con 0% de arancel y así incrementar los envíos a dichos mercados, que sólo el año pasado alcanzaron retornos por once millones de dólares.

De no ser así, para Rodrigo “las costureras del futuro requerirán más preparación que la de una costurera tradicional. Se necesita enfrentar los nuevos desafíos del mercado. Es lo que te hablaba recién: de transformar el medio hacia algo más formal, más en la vía de lo que el mundo requiere. Las costureras de ropa, como la señora viejita en el fondo de un cuchitril, están en decadencia absoluta.”


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