Los
culpables son tantos que juzgarlos demoraría 100 años
Ruanda:
Claves de un conflicto
Alrededor
de un millón de ruandeses fueron exterminados en solo
100 días durante el genocidio del año 1994.
Por
Maximiliano Andrade y Macarena García Lorca
Ruanda es un país pequeño del África
oriental, tiene una alta densidad demográfica de aproximadamente
siete millones de habitantes y un relieve accidentado. La
violencia viene afectando al país de manera intermitente
desde fines de la colonia, hasta la actualidad. Aunque el
hecho más grave fue el genocidio de 1994 donde murieron
alrededor de un millón de ruandeses.
Si bien los agentes directos de las matanzas han sido los
mismos ruandeses, la comunidad internacional también
ha influido activa y pasivamente en el clima de violencia
interno que azota al país en las ultimas décadas.
Las
causas del conflicto: Etnias y fronteras arbitrarias
El
conflicto se debe principalmente a factores étnicos
y a las demarcaciones fronterizas que hizo la colonia alemana.
Estas líneas se trazaron sin considerar los distintos
grupos humanos, separándolos arbitrariamente, provocando
las condiciones para los conflictos armados, desde dentro
y fuera del país.
La cara más visible del conflicto interno son las disputas
entre las dos etnias más importantes, por un lado están
los hutus y por el otro los tutsis. Ambas etnias no han logrado
gobernar ni vivir en conjunto, provocándose las disputas
por el poder. Ambas quieren disponer de las riendas exclusivas
para gobernar el país. También se enfrentan
por la posesión de las tierras, un bien escaso en un
país con alta densidad demográfica y cuando
las dos comunidades viven de la tierra, los hutus de la agricultura
y los tutsis del pastoreo.
Otro factor es el resentimiento que cada una de las tribus
siente por la otra. Los hutus tienen miedo de ser explotados
y los tutsis de ser exterminados. Es aquí donde existen
responsabilidades occidentales. Bélgica, potencia colonial,
al hacerse cargo de administrar el país en el año
1919 optó desde un comienzo por convertir a la minoría
tutsis (15 % de la población total) en la elite del
país que tendrá opción a cargos de dominio
y poder. Ellos tendrán un escalafón muy elevado
en la jerarquía social del país, generando resentimiento
en la población mayoritaria del país, el 85%
de la población pertenece a la etnia de hutus.
El
genocidio
El
país en la década del 90 ya vivía en
una situación critica. La sequía que los afectaba
había empeorado las condiciones de vida y el clima
de violencia e invasiones generado por los hutus y tutsis
exiliados en los países vecinos como Uganda, más
los enfrentamientos internos de las milicias de cada etnia,
generó una situación insostenible.
En 1994 la situación de pobreza era dramática,
los campesinos no tenían tierra donde trabajar. Por
su parte la iglesia estaba completamente dividida entre quienes
apoyaban a los radicales hutus y los que respaldaban a los
tutsis.
Los hutus alientan a la población a que se arme mediante
los medios de comunicación que están en su poder,
plantean “buscar una solución definitiva para
el problema étnico”, exterminar incluso a los
niños tutsis. La población sumamente obediente
y jerarquizada no presentó mayor oposición al
papel que le tocara ya fuera verdugo o victima.
Por su parte , la Organización de Naciones Unidas (ONU)
fue incapaz de impedir los enfrentamientos y no intervino
desarmando a la población ni al gobierno.
El 6 de abril, un misil de origen desconocido, pero probablemente
disparado por radicales hutus, destroza el avión presidencial,
asesinando a los presidentes Cyprien Ntaryamira, de Burundi,
y Juvenal Habyarimana, de Ruanda, dando origen a uno de los
genocidios más importantes de la historia.
La milicias usaban ataques de infantería tradicionales,
pero además se atacaba a la población civil,
las armas iban desde rifles hasta machetes. Los militares
se encargaron de movilizar a enormes masas civiles para crear
“comunidades criminales” para que así la
población fuera fiel a sus dirigentes y fuera mucho
más difícil enjuiciar a tantas personas. El
resultado de este genocidio fue alrededor de un millón
de tutsis asesinados.
Recién el 23 de junio Francia comandó la operación
Turcoise que buscaba ocultar ciertas pruebas comprometedoras
y luego el 5 de julio creó una zona humanitaria donde
se refugian más de 400.000 personas. Comenzó
el éxodo de los hutus dirigentes del genocidio hacia
los países vecinos. Los tutsi, absolutamente mermados,
recuperaron el poder con al ayuda de algunos países
occidentales. La milicia tutsis cobró venganza y asesinó
a más de 30.0000 hutus.
Por el modo en que sucedió el genocidio donde participaron
muchísimos civiles ha sido muy difícil poder
juzgar a los culpables. Se arrestó a más de
120.000 personas colapsando las cárceles ruandesas.
Se ha dicho que juzgar a todos los culpables podría
demorar 100 años.
“No debemos olvidar jamás el fracaso colectivo
de la comunidad internacional que no pudo proteger a por lo
menos 800.000 hombres, mujeres y niños indefensos.
Y en la actualidad no es mucho lo que se ha hecho tampoco,
aunque es cierto que hay dificultades a la hora de imponer
justicia” dijo a Con Tinta Negra (CTN) Gonzalo Larios
Mengiotti, analista internacional de la Universidad del Desarrollo.
Indiferencia
Este
genocidio tuvo un bajísimo perfil y muy poca cobertura
mediática. Existen muy pocas fotografías y filmaciones
de los hechos y casi no había corresponsales en el
lugar.
“El papel de los medios de comunicación a la
hora de cubrir esta crisis dejó mucho que desear. Se
dio a conocer la situación del país en torno
a la hambruna que se había generado y la necesidad
de colaboración de los entes internacionales, pero
en ningún momento se enfatizó en las causas
de esa hambruna y el genocidio que se estaba perpetrando.
En aquella época no se mostraron imágenes acerca
de la tragedia y se la trató de minimizar. Después,
la ayuda internacional sencillamente no llegó y la
campaña de la ONU fue un fracaso y eso sencillamente
no se dijo, o también se le bajó el perfil”,
afirmó a CTN Rodrigo Ahumada Durán, académico
y analista político de la Facultad de Ciencias Sociales
de la Universidad Gabriela Mistral.
Las reflexiones apuntan a que los reporteros fueron llamados
a sus sedes porque lo que pasaba en “el fin del mundo”
no importaba.
Sitios relacionados:
www.cecore.org
Allafrica.com
Amnistía
Internacional
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