Medalla
"Ciudad de La Serena"
Teresa Calderón, una
mujer de letras tomar
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"Siempre
sentí que me sacaron de La Serena como si fuera un
árbol transplantado. No pude terminar de crecer ni
echar raíces en Santiago", comentó la profesora
Calderón.
(Foto: Lun.com)
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La
poetisa, académica de nuestra escuela, recibió importante
galardón por su destacada trayectoria. Para ella, periodismo
y literatura "son un matrimonio para toda la vida".
Poemas seleccionados
Emocionada
cuelga su celular. Ante la curiosa mirada de sus alumnos, Teresa
Calderón decide contar la buena nueva a toda la clase. El
consejo comunal de La Serena había acordado otorgarle su
más importante distinción: la medalla de la ciudad
donde ella nació.
Las
razones esgrimidas para el premio son de peso. Su importante trayectoria
en el ámbito de las letras nacionales, su contribución
a desarrollar la temática de la mujer y, en especial, su
aporte a la literatura infantil. También por su ayuda en
el aprendizaje de los niños chilenos, a través de
la publicación de textos escolares de enseñanza básica
y media, en el marco de la reforma educacional.
Profesora
de castellano y licenciada en estética, esta escritora ya
cuenta a su haber con publicaciones que han traspasado las fronteras.
Es hija de la poesía ("Causas perdidas", "Género
femenino", "Imágenes rotas", entre muchas
otras) y narradora de cuentos sin eufemismos ("Vida de perras").
Pero su talento también se desborda en el mundo de los más
pequeños con "Aventuras de Súper Inti y Analfabruja".
Emociones
reencontradas
Para
Teresa Calderón, académica de nuestra escuela, el
premio otorgado por su ciudad natal la llena de orgullo. "Fue
algo inesperado y maravilloso. Yo amo La Serena" comenta a
nuestro sitio web. En su memoria está el recuerdo de su dolorosa
partida a la edad 8 años: "siempre sentí que
me sacaron de ahí como si fuera un árbol transplantado.
No pude terminar de crecer ni echar raíces en Santiago".
"La
Serena para mí está relacionado con el mundo perdido,
el de la infancia que es en el fondo donde se refugian siempre los
escritores. Donde está todo el material de recuerdos, memoria,
de intensidad, de conocimiento".
Por
eso, la ceremonia en el que se le entregó la medalla, y que
coincidía con un nuevo aniversario de esa ciudad, fue para
ella reencontrarse con su pasado: "Desde que me senté
en el lugar correspondiente empecé a llorar como si se hubiese
abierto una compuerta de agua dentro de mis ojos. Oír al
coro, ver desfilar a las niñas de mi ex escuela fue una emoción
muy intensa", el sólo hecho de recordar lo vivido hace
que broten de sus ojos lágrimas nuevas y cargadas de nostalgia.
Hija
de tigre
Desde
niña estuvo ligada a las letras. Su padre, Alfonso Calderón
Squadritto, Premio Nacional de Literatura 1998, fue y será
quizás su mayor influencia. Como hombre sabio emprendió
un trabajo sin prisa, bien labrado, con respiros. Primero cultivó
el hábito ("vicio impune", como le llama) de la
lectura en su pequeña hija. Con una falta de originalidad
estudiada se las arregló para llevar siempre el mismo regalo:
un libro.
El
segundo paso -parte del plan, por supuesto- fue convencerla de asistir
a los talleres literarios que él mismo dirigía. Fue
allí donde ella canalizó sus energías en versos.
La poesía le daba un espacio a toda su expresión.
En 1992, Teresa Calderón ya era reconocida con el premio
Pablo Neruda por una serie de antologías poéticas.
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Una
presea así recibió la poetisa el pasado lunes
en su ciudad natal.
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Y como
de tal palo tal astilla, ahora es ella quien dirige talleres de
poesía y cuento en diversas instituciones entre las que se
incluye nuestra escuela.
Su
sistema es muy simple. Primero parte desordenando las salas, de
esa posición tan impersonal de los asientos, ella hace formar
un circulo más amigable. Es fácil saber por qué:
Ella oye y observa todo.
Generalmente,
desenfunda su arma más letal: algún libro de Gabriel
García Márquez del que usufructúa alguna cita.
Luego propone un ejercicio y a escribir se ha dicho. "Listo
chiquillos", dice. Todos reunidos leen sus escritos.
Esteban
Gómez, alumno de tercer año, recuerda aquel electivo
en primer año: "Me gustaban sus clases. Te daba la libertad
para escribir. Cuando uno está empezando necesitas la confianza
de que puedes hacer bien las cosas. Más que críticas
que te hagan dejar la escritura de lado, necesitas una guía.
Sobredosis
de sensaciones
La
profesora Calderón se vale de cualquier cotidianidad para
estimular a sus alumnos. Desde una noticia del diario "La Cuarta"
(del cual se confiesa lectora asidua) hasta lo que puede llegar
a inspirar un carnet de identidad. O quizás algún
hecho más revelador como una traición sufrida o alguna
historia guardada llena de polvo en la memoria.
Y a
veces los resultados son sorprendentes. "Ella respeta mucho
el carácter personal de tus escritos. Eso me parece súper
bien para quienes son pudorosos con las cosas que cuentan",
señala Gómez.
Pero
su preferencia es clara: "invierno, silencio, música,
cama, casa sola y mi cuaderno- bueno ahora mi computador chico-,
todo en conjunto hacen el ambiente ideal para crear". "Me
siento mucho más cómoda cuando escribo según
lo que mi estado de ánimo necesita. Exite un momento distinto
para el cuento, el poema o la historia infantil", agrega.
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Su
obra posee hondas connotaciones de lo femenino.
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"Yo
sé cuando voy a escribir poesía porque estoy sobrecargada
de emociones, con sobredosis de sensaciones y yo sé inmediatamente
que eso se va a transformar en un texto poético, porque no
puedo narrar con todo eso. Es un material en imágenes que
yo traduzco", explica la laureada escritora.
El
cuento en cambio, indica Calderón, "surge cuando sucede
algo o me cuentan o veo algo que me llama mucho la atención,
digo este cuento está listo, no hay que inventar nada,
hay que escribirlo".
Y un
tercer momento es el de las historias infantiles, las que según
esta autora las hace sobre la base de determinados esquemas, previamente
solicitados.
Unión
indisoluble
Al ser consultada por el tipo de relación que existe entre
la literatura y el periodismo, la académica de nuestra indica
cree que esta profesión primero fue literatura lo que se
inventaba no era el hecho, sino el cómo contarlo que a su
vez expresaba la forma propia de quien escribía según
su capacidad narrativa.
"El
estilo de las crónicas antiguas se pierde en una sociedad
que establece la entrega noticiosa en forma rápida. Pero
el cronista es literato y es periodista, porque en ambos casos existe
el amor por las palabras. Literatura y periodismo son un matrimonio
para toda la vida", concluye.
Esta
mujer es de letras tomar. No duda en reconocer que sus textos son
autobiográficos. Su obra posee hondas connotaciones de lo
femenino. Nada de lo que escribe es complaciente. La ternura, el
humor negro, el sufrimiento, la humillación son presentados
según los límites de lo que la realidad impone.
Medalla
entonces para esta destacada escritora nacional cuyo talento nos
ofrece poesías y cuentos desgarradores, pero también
fantasía y aprendizaje.
Poemas seleccionados
Ana
Yáñez Corrales |
Miércoles
28 de agosto, 2002
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