La capital en colapso:
Adiós Santiago querido
Si Chile fuera una galaxia, Santiago sería
la estrella. Sin embargo, la capital como astro brilla poco, pues
la congestión y contaminación ensombrecen a todos
sus habitantes.
Emigrar parece ser la única opción
para quienes se cansan de la nube tóxica. Pero frente al
colapso de Santiago, también han aparecido otros más
radicales, que proponen de frentón cambiar para siempre la
capital de Chile.
Por
Estefanía Etcheverría y Claudia Henríquez
Un océano desbordante de motorizadas latas
amarillas inunda Santiago, ahoga a su población y destruye
todo a su paso. Si en Chile cultiváramos el género
fílmico de la destrucción urbana, no sería
un meteorito ni una erupción la que acabaría con nuestra
capital: las micros serían las culpables.
Sin embargo, el economista Elías Elton cree
que no es necesaria una obra de ciencia ficción para ver
el apocalipsis santiaguino. Como dijo a CTN “el colapso ya
llegó, estéticamente y en calidad de vida. Es necesario
detener su crecimiento y mejorar la ventilación y transporte”.
Pero Elton no sólo critica, también
propuso una solución en “Nueva capital para Chile:
la alternativa al holocausto de Santiago para después del
2000”. En este trabajo, el economista sugiere que se cambie
la capital a una ciudad equidistante de Concepción, Valparaíso
y Santiago. Ciudad Esmeralda, la nueva metrópolis, concentraría
los tres poderes del Estado y se transformaría en una competencia
para Santiago.
Ciudad Esmeralda no sólo ofrecería
un alivio a los habitantes de Santiago al frenar el crecimiento
de la urbe, también entregaría mejor calidad de vida
a los residentes de la nueva capital. Al estar planificada desde
un inicio, se evitarán los problemas de medio ambiente y
el caos del transporte que complican a Santiago.
La ciudad de Elton en esencia es un proyecto inmobiliario
para un millón de personas, que según su autor sería
el más rentable del mundo, porque tendría utilidades
de más de cinco mil millones de dólares. Las ganancias
irían para los privados quienes tienen la responsabilidad
del éxito del proyecto, pues deben diseñar, construir
y financiar la capital. El Estado no invertiría un peso.
Su papel se limitaría a licitar la propuesta y administrar
la nueva ciudad.
A pesar de que Elton cree que su proyecto no es
una mera utopía, el urbanista Patricio Vargas dijo a CTN
que esta idea no es viable. En Santiago se ha invertido mucho en
infraestructura, por lo que no tiene sentido concretar un cambio
de capital.
Además, Vargas asegura que los chilenos
tenemos un fuerte arraigo con nuestra capital y su carga histórica,
lo que hace culturalmente imposible el traslado. Según el
urbanista, un error de este proyecto es dejar de lado al ser humano
y pensar sólo desde el escritorio.
Sin embargo, no son pocos los que no piensan como
él, pues en las últimas dos décadas un gran
número de habitantes que vivía, principalmente, en
el centro de Santiago, comenzó a emigrar hacia otras ciudades.
Así lo contó a CTN la directora del Departamento de
Urbansimo de la Municipalidad de Santiago, Sandra Gisling.
Además, señaló la profesional,
hubo que tomar medidas frente a esta situación, pues ciertos
sectores de la capital se comenzaron a llenar de establecimientos
para actividades productivas y se fue perdiendo a Santiago como
un lugar para vivir. Razón por la cual se inició hace
algunos años un programa de repoblamiento de la ciudad que,
pese a los esfuerzos, no ha tenido éxito.
Pero aunque los chilenos estuviéramos dispuestos
al traslado de la capital, esa no es la solución a los problemas
de Santiago, afirmó Vargas. El colapso es consecuencia del
centralismo, porque instalar una empresa o buscar trabajo es más
fácil en donde se concentran infraestructura y servicios.
Pero entonces, ¿existe alguna posibilidad
de mejorar realmente al ya colapsado Santiago? A juicio de Gisling,
hay problemas bastante graves en la capital y que ella ve muy difícil
de solucionar, “porque existe un tema de pugnas de poder incluido
en el centro de este asunto. Pues por un lado existen una serie
de técnicos y personas especializadas que han intentado crear
un equilibrio para la ciudad pero, por otra parte, están
las autoridades políticas que actúan de acuerdo a
sus intereses”.
Para mayor complicación, no se cuenta hasta
ahora con ningún tipo de entidad que reúna a todas
las municipalidades de la capital, con el fin de afrontar el colapso
santiaguino, ni siquiera la Intendencia ofrece soluciones, porque,
como dice Gisling “sólo funciona como un ente político”.
Por otra parte, “desde los ministerios de
Obras Públicas y el de Vivienda y Urbanismo, tampoco existe
el interés por consultarnos sobre los problemas o hacer algo
por la capital”, agrega la funcionaria de la municipalidad
de Santiago.
Así el panorama, parece que no existen
muchas salidas pues, como vemos, hasta el momento nadie que pueda
hacer algo se lo ha tomado en serio. De hecho, en Chile desde hace
diez años que se discute una política urbana y no
pasa de estar en la etapa de estudio, comenta el urbanista Vargas.
Entonces él único remedio para el
centralismo y la consecuente expansión de Santiago no es
trasladar el eje en torno al que orbita el país, asegura
Vargas. La solución es crear sistemas alternativos y no competitivos,
que tengan las condiciones para que las personas opten a vivir en
ellos. Según el urbanista, la manera de generar esos centros
alternativos está errada, pues la manera de hacerlo es creando
fuentes de trabajo y no construyendo viviendas.
Además, para que existan sistemas alternativos
a Santiago se requiere autonomía regional. Hoy las prioridades
de las provinciales se someten a lo que disponen en Santiago. Por
esto, el experto propone que los ministerios sigan una política
nacional, pero las decisiones sean locales.
Decisiones que, más temprano que tarde habrá
que tomar, pues nuestra capital es una gigante que crece cada día
más y si esas medidas no se adoptan dentro de los próximos
años, al parecer no nos quedará más que llevar
a la práctica los versos de esa popular canción que
dice “Adiós Santiago querido…”.
El error de Brasilia
Brasilia, la capital de Brasil, es una ciudad
sin pasado. Fue diseñada en los años cincuenta
por tres prestigiosos arquitectos, entre los que se cuenta
Oscar Niemeyer. En menos de tres años, fue levantada
convirtiéndose en una futurista metrópoli que
reemplazó como capital a Río de Janeiro, con
el objeto de descongestionar esa súperpoblada ciudad
y, a la vez, con la intención de potenciar el desarrollo
del interior del país.
En esta nueva ciudad, de aspecto futurista,
se comenzó a desarrollar la vida político-administrativa
de Brasil. Sin embargo, su ubicación situada en la
franja central del sur de Brasil, y localizada en una región
semidesértica, sobre una meseta a una altitud de unos
1.005 metros le hizo, a juicio de muchos, un flaco favor para
su desarrollo. Esto, porque hoy la moderna ciudad se encuentra
muy alejada de los principales conglomerados urbanos del país,
lo que dificulta el traslado de los habitantes desde las provincias
a la capital y también el intercambio económico
con las otras ciudades, especialmente las de la costa. Por
eso y a pesar de todos los años de planificación
que tomó crear esta nueva capital, la mala ubicación
fue el pequeño gran error de Brasilia.
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