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Teatro Municipal de Santiago según Griffero
“Un enclave cultural de la dictadura”

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Cultura
Teatro Municipal de Santiago según Griffero

“Un enclave cultural de la dictadura”

Políticas culturales cuestionables y una defensa irrestricta por grupos de poder, perpetúan el manejo del más significativo escenario público chileno.

La unión de artistas nacionales en pos de un proyecto, promete dar rienda suelta a la creación y un ticket de entrada al público chileno.

Por Alejandro Barrientos y Matías Zurita


“Un Teatro para el Bicentenario” es el nombre del proyecto que encabeza el sociólogo y director teatral de destacada trayectoria Ramón Griffero. Lamentablemente, el apellido Bicentenario no es parte del programa de gobierno con miras a la conmemoración de los 200 años de la nación, sino que es el anhelo de muchos artistas para que pueda existir un teatro nacional de calidad no solo para unos poco, sino que para todos los chilenos.

Este proyecto tiene como principal objetivo hacer del escenario del Teatro Municipal un espacio que permita difundir, promover y proyectar el arte nacional, que hasta ahora se encuentra vetado para los directores, actores, bailarines y coreógrafos chilenos.

Este es, sin dudas, el espacio público de mayor calidad escenográfica en Chile. No obstante, es una plataforma que no se encuentra al alcance de los creadores nacionales que se tienen que conformar con salas privadas para montar sus trabajos, con escasa ayuda del Estado.

El Teatro Municipal de Santiago recibe más de seis mil millones de pesos anuales para su funcionamiento, que provienen del Consejo Nacional de la Cultura (1.500 millones), de la Municipalidad de Santiago (2.500 millones) y de los municipios de Providencia, Las Condes y Vitacura (2.000 millones), es decir, dinero proveniente del Estado.

Sin embargo, el aporte del gobierno a otras áreas es exiguo. El Fondo Nacional para el Desarrollo de las Artes (Fondart), que acoge las diversas ramas del arte nacional, como teatro, danza, dramaturgia, pintura, escultura, música, fotografía, cine y video, recibe sólo 5.600 millones de pesos, es decir, menos dinero de lo destinado, en el mismo periodo de tiempo, al Teatro Municipal.

Esta es la actual política cultural del gobierno, donde el Fondart, con este escuálido presupuesto, se erige como su gran carta de democratización de la cultura y de oportunidades para todos quienes quieran acceder a la producción y creación artística.

Y esta es sólo una de las tantas objeciones que se le puede enrostrar a los gobiernos de la Concertación en materia cultural.

Andrés Rodríguez, director general del Teatro Municipal -que se negó a conversar del proyecto con CTN-, ostenta su cargo desde al año 1982. Elegido por Augusto Pinochet, y a pesar de ser cuestionado por ineficiencia administrativa y mala gestión en un sinnúmero de oportunidades, se ha mantenido en su cargo desde hace más de 20 años y, al parecer, le quedan muchos más.

Las huelgas y protestas no han faltado durante su gestión. La más reciente, el año 2003, incitó a los músicos a realizar conciertos gratuitos en la puerta del teatro, como forma de manifestar su crítica a la mala gestión de Rodríguez, que tenía a los cuerpos estables del establecimiento al borde del colapso económico. Crisis que solo fue resuelta gracias a la intervención del Ejecutivo que se comprometió con más recursos.

Contra la No producción

La principal crítica al Teatro en lo que respecta a la producción artística, es la carencia de esta última. Esto se debe a que es el único en el mundo en que el Consejo del Teatro Municipal no es conformado por artistas o personas ligadas a la cultura, sino que por empresarios, donde destacan como uno de los directores, Ricardo Claro, además de Malú del Río de Edwards, esposa del magnate mercurial Agustín Edwards.

Debido a que no se maneja por directores artísticos, sino por empresarios, los intereses de estos son la maximización de recursos como cualquier empresa privada, cuando su rol debiera ser el de estimular y promover la participación y la producción artística nacional en todos su ámbitos.

En conversación con CTN, Griffero apuntó sus críticas a la no producción de arte nacional en un espacio público, como es el Teatro Municipal, que debería ser de todos los chilenos.

“Es un problema de espacios artísticos. ¿Para que tenemos escuelas de danza?, si al señor le gustan los cuerpos de los bailarines argentinos”, apunta críticamente Griffero, refiriéndose a la gran cantidad de artistas extranjeros que conforman los cuerpos estables de bailarines del Teatro Municipal. Acl
ara que ellos pueden contribuir, pero no se pueden "tomar" los espacios.

Actualmente, muchos de los espectáculos que se presentan en el Municipal son producciones extranjeras que no son realizadas por el cuerpo estable de bailarines nacionales (o, mejor dicho, el cuerpo estable de extranjeros más los bailarines nacionales), sino que son espectáculos internacionales que solo contratan el escenario del Teatro Municipal.

“Esto es grave, porque ese escenario esta vetado para coreógrafos, bailarines, directores, etc., que tienen sin duda un tope en su desarrollo artístico, porque no tienen acceso a los medios escénicos que sólo ese teatro tiene. Eso es bloquear el desarrollo artístico en Chile”, sentencia Griffero, enfatizando esto como uno de los puntos centrales de su proyecto.

Teatro de cristal

El proyecto “Un Teatro para el Bicentenario” es apoyado por más de un centenar de los más connotados artistas nacionales, tales como Elizabeth Rodríguez, Carla Lobos, Alfredo Castro, Alexis Moreno, Juan Radrigán, Paulina Urrutia, entre otros tantos artistas de primer nivel. No obstante, muy pocas personas conocen este proyecto.

Para Griffero, esto se debe exclusivamente a un “muro de defensa de empresarios y políticos que no se atreven a cambiar la estructura del Municipal”.

Incluso, el ex alcalde de Santiago, Joaquín Lavín, junto a los concejales de Renovación Nacional, pidió la renuncia del director del Teatro Municipal, Andrés Rodríguez, pero su intento no prosperó.

La imposibilidad de remover a Rodríguez de su cargo y el cerco de protección del Municipal son las trabas a las que se enfrenta el proyecto. El juicio de Griffero ante esta realidad, es que “el Teatro Municipal es un enclave cultural de la dictadura, una continuación de la dictadura en termino culturales que aún sigue y que muchos defienden”.

Durante la última campaña municipal, el proyecto fue presentado a los candidatos al sillón edilicio, Raúl Alcaíno y Jorge Schaulsohn, en sus roles de hipotéticos presidentes del Consejo de la Corporación Cultural del Teatro Municipal, pero sólo quedó en eso, una mera presentación. También se ha exhibido a diferentes políticos, pero nadie hace eco de la propuesta.

“Cuando se habla de cultura, se habla realmente de política, del país que queremos de la sociedad que queremos construir, por eso nadie lo toca”, es la explicación que se da Griffero ante la pasividad de los políticos.

Asegura que los políticos no tienen posición ante asuntos culturales, ya que “el tema cultural es tabú y es porque ahí realmente es donde el país discute de verdad sobre su proyecto de país. La cultura implica tomar decisiones muy fuertes, por eso los candidatos la eluden”.

Con un dejo de resignación en su voz, Griffero sentencia que “si la gente nueva no quiere cambiar las cosas, no se puede hacer nada. Me parecía una amoralidad que creadores nacionales no pudieran acceder a los espacios públicos”, señala.

Analizando los avatares vividos por este proyecto, que sin ser una bomba de ruido, no quiere ser oído por los políticos, lo más probable es que se pierda en carpetas y archivos sin que nadie haga eco de él, mientras siga gente en altos cargos que aún defienda los intereses de unos pocos, escondiéndose tras la añeja y supuesta idea de la estabilidad nacional.

De esta forma, el objetivo fundacional del recién nacido Consejo Nacional de la Cultura y las Artes de “apoyar el desarrollo de las artes y la difusión de la cultura, contribuir a conservar, incrementar y poner al alcance de las personas el patrimonio cultural de la Nación y promover la participación de éstas en la vida cultural del país”, queda puesto en duda.

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