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Por amor al arte

Por amor al arte
Gabriel Orellana provee con sus lámparas los locales de decoración del barrio alto de la capital
 
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Una sacrificada labor es la que realizan cientos de trabajadores artesanos en Chile, que ven con impotencia sus productos comercializados en las grandes tiendas al doble, o al triple del precio que ellos obtienen cuando los venden directamente.

En la esquina de Irarrázabal con Manuel Montt (Irarrázabal 1798) se encuentra una tienda llamada "Feria de las Lámparas". Seguramente, a usted no le suena conocida. No aparece en los comerciales de la televisión y rara vez ocupa un lugar en la publicidad de diarios y revistas. El local no posee un gran estilo decorativo: Los productos se encuentran desperdigados por el suelo, y en estantes llenos de polvo. Se ve un negocio desordenado, con poco espacio para que los clientes se movilicen en el lugar, y miren a gusto lo que se ofrece.

Después de leer esta descripción, a más de alguno le costará creer que la Feria de las Lámparas es la principal abastecedora de Condimenta y Bath, dos prestigiosas tiendas de objetos de diseño, y que se ubican en el barrio alto de la capital. Gabriel Orellana Albornoz, un lamparero de 37 años, es el dueño de la Feria de las Lámparas. Junto a su cuñado Freddy Cortés (34) trabajan hace 17 años en el sector de Irarrázabal. Ellos son sólo un ejemplo de los cientos de vendedores artesanos en Chile que ven con impotencia cómo sus productos se comercializan en las grandes tiendas al doble, y a veces incluso al triple del precio que ellos pueden obtener cuando los venden directamente.

Ganancias al por mayor

La diferencia entre comprar en una gran tienda del sector alto de Santiago, y alguno de estos locales más artesanales, no sólo se nota en los precios, sino también en la estética de los recintos. Con el fin de abaratar costos, la mayoría de los vendedores artesanos tienen el taller de trabajo en el mismo local de ventas, por lo que, no es raro verlos atender a sus clientes empapados de "olor a trabajo", como ellos le denominan.

Con sus manos sucias y llenas de grasa, después de una ardua mañana de laburo, Freddy Cortés le cuenta a The Moroso que el negocio fue fundado por Gabriel Orellana Catalán, padre del actual dueño. "Al comienzo fue difícil. Consiguió un puesto en un galpón del Persa de avenida Brasil, pero debía hacer muchos viajes para buscar los productos a su casa, donde tenía un taller de diamantes. Era bien sacrificado. Después se instaló con un local en la calle Baeza Dávila. Allí estuvo 18 años y le fue muy bien. Por desgracia, luego comenzó a bajar la afluencia de público. Por eso optó por venirse a Irarrázabal", recuerda.

Cabe destacar que Condimenta, en Alonso de Córdova, y Bath, en el Mall Portal La Dehesa, no son los únicos clientes fuertes de la Feria de las Lámparas. El local también distribuye en el sur del país, específicamente en Talca, Chillán y Valdivia. "A veces vienen algunas personas del Pueblito del Inglés, aunque no todos los meses. Son puras tiendas del barrio alto que revenden nuestros productos. A ellas nosotros le damos el pan de su panadería", cuenta Cortés.

En cuanto a la diferencia abismal que existe en los precios, hay algunos ejemplos muy aclaradores: Hoy en día, están muy de moda las lámparas de corazón, con lágrimas de colores. En el local de Orellana y Cortés, una de tres luces se vende a 51 mil pesos al público general, mientras que Condimenta las comercializa a 120 mil pesos. Es decir, su ganancia equivale al 200 %. La de cuatro luces vale 68 mil pesos, pero en el barrio alto se cobra 140 mil pesos por ella. Venecia, otro modelo de lámparas, cuesta 97 mil pesos en Irarrázabal. Condimenta la vende al doble.

Por amor al arte
la versión actual de una lámpara de lágrimas fabricada por artesanos chilenos

Para Freddy Cortés, la situación es una consecuencia de lo que significa no pagar por publicidad. "En realidad, a nosotros nos da una envidia sana el hecho de que las grandes tiendas aparezcan en revistas importantes. Nosotros no tenemos ese nivel de exposición, y eso es lo que nos da un poco de lata. Uno como artesano puede hacer un muy buen trabajo, pero no es reconocido", afirma.

Aunque asume los costos de no invertir en avisos comerciales, Cortés no desmerece el que, a su juicio, es el mejor método de propaganda: El sistema boca en boca. "Yo te hago el mejor precio a ti, y después tú le dices a un familiar. Ellos me compran, y luego me recomiendan a un amigo. Es toda una cadena. Por eso yo sostengo que la mejor publicidad es el cliente satisfecho".

Rodolfo Escobar Sanhueza (31) es un diseñador industrial que trabaja de manera independiente hace tres años. Tiene su taller en camino a Melipilla 357 y, al igual que Cortés, cree que hay una falta de reconocimiento en el trabajo del artesano. "Tengo la sensación de que no se valora a las personas que producen. A la gente no le interesa qué tanto te demoraste en diseñar una mesa, por ejemplo, o todo lo que conlleva el trabajoso proceso de producción. Al cliente sólo le importa el valor del producto, y si es o no de su gusto", confiesa.

Sin embargo, y a pesar de la poca valoración, Escobar no se arrepiente de haberse independizado, "ya que igual uno puede vivir haciendo lo que le gusta. No hay que creer que trabajar de una manera no tradicional, como en mi caso, sea sinónimo de pasar penurias económicas todo el tiempo. Lo cierto es que uno sí puede subsistir. Pero lo más importante de ejercer así, es que te llena interiormente, puesto que tienes la posibilidad de potenciar, instruir y educar tu talento. Eso es impagable", admite.

En cuanto al problema que significa no invertir en publicidad, su diagnóstico es claro y contundente. "Publicitar mi trabajo en una revista, en una sola publicación, como en 'Vivienda y Decoración', me sale 80 mil pesos. Pero resulta que con esa plata yo puedo resolver muchas ideas. Cuando uno trabaja de manera independiente, tiene que optimizar los recursos lo más que se pueda", sostiene.

Por amor al arte
Una mesa obra de Rodolfo Escobar Sanhueza

Comprar acá es distinto

Los vendedores artesanos están conscientes de que no pueden competir con las grandes tiendas en términos de precio. Por lo mismo, saben que, para remarcar la diferencia con sus "adversarios", deben enfocarse a otros aspectos, que muchas veces son tanto o más importantes para el cliente que el propio valor del producto.

Freddy Cortés señala que, si hay algo que distingue a la Feria de las Lámparas, es su atención personalizada. "Hay que estar con buena cara, muy dispuesto a entregar un producto que sea netamente del gusto y de la necesidad del cliente. Acá se puede elegir todo en el diseño de la lámpara, desde la cantidad de luces hasta el color del soporte y de las lágrimas de vidrio. La idea es que a las personas le den ganas de volver, y que aprecien esa buena disposición".

Rodolfo Escobar, por su parte, asume que en el diseño íntegro "hay que resolver problemas particulares de cada cliente. Eso es un poco más complicado. Por ejemplo, alguien me puede mandar a hacer una mesa, y luego pedirme un respaldo a la medida, o que le solucione un problema para instalar un televisor de plasma en una pared de tabique. Y uno debe estar preparado para todo eso, si quiere distinguirse de las grandes tiendas".

En suma, vender los productos a un precio aterrizado, y la atención personalizada, parecieran ser los elementos constitutivos del negocio de los vendedores artesanos, hombres comunes y corrientes que algún día partieron de la nada, y que pese a su poco reconocimiento y valoración son felices con lo que hacen. Ellos no tienen en el horizonte transformarse en una súper tienda, con precios estratoféricos o siderales. Esa, al menos, es la política de la Feria de las Lámparas, según cuenta Freddy Cortés: "Nosotros no queremos tener una tienda de exclusividades, como Condimenta. Nuestra idea es llegar a la mayor cantidad de público posible con nuestros precios". La meta no dista mucho de la aspiración de Rodolfo Escobar: "Mi interés es tener una tienda donde los clientes lleguen a comprar un objeto de diseño a un muy buen valor, donde yo pueda vender mis productos sin sacrificar los precios reales", concluye.

 

Por: Gabriela Saldivia Ch. Fecha de publicación:
viernes 5 de mayo 2006