Más artículos
Actualidad
Campañas del terror
Música
"La llorona"
Un disco para tomárselo con vino
Cine
La caída
Opinión

Transantiago: ¿Lento, pero seguro?

Por Cecilia Vargas


La primera vez que me subí a uno de los nuevos buses del Transantiago lo hice por gusto, el recorrido no era el que exactamente me servía, pero quería saber cómo eran esas especies de orugas gigantes. El resultado: me demoré casi dos horas en llegar a mi casa. Y eso no es todo, los asientos eran muy duros y uno se resbalaba cada vez que la micro, ¡ay, perdón!, el bus frenaba. Pero debemos ser justos, no sólo cosas malas tiene este nuevo sistema de transporte.

Para empezar, el conductor lleva puesto el cinturón de seguridad, le para a los escolares y lo mejor de todo: ¡dice buenos dias!. Claro que a veces se entusiasma con el tamaño de la micro y cree que la cuestión no tiene fondo, pero eso es un detalle, apretados como sardinas igual llegamos a la pega o a la universidad.

Otra cosa, ¿se han fijado que los nuevos buses casi no tienen asientos?. Están hechos para que la gente viaje de pie. Imagino que es porque en algún momento los trayectos deberán acortarse, pero de todas maneras hay que reconocer que los chilenos somos harto flojitos para estar de pie. En el recorrido que uso para llegar a mi casa, la gente prefiere tomar el bus en el centro de Santiago y esperar que se de toda una vuelta hacia Plaza Italia y después de eso dirigirse recién a Maipú, sólo por una razón: viajar sentado.

Pero vamos a otro punto. De ahora en adelante podremos escuchar, para bien o para mal, a los cantantes que se suben a la micro. Los buses andan suavecito y el ruido del motor ni se siente.

En todo caso, lejos lo mejor del Transantiago es lo que ví cuando me subí a esa cuncuna gigante. El típico heladero que se sube a vender llevaba una bolsa de plástico atada a su pantalón, ¿saben para qué? para botar los papeles de los helados que iba vendiendo y evitar que la gente los tirara en el suelo y ensuciara el bus nuevo. Increíble. Lo mejor era que con el afán de limpieza del heladero, la gente agarraba papa y después guardaba hasta el palito del helado en la cartera o el bolsillo para botarlo cuando se bajaran. Esperemos que siga así.

Ah, una última cosa, en verdad es una duda... ¿alguien se ha preguntado que va a pasar con los sapos de micro de ahora en adelante? Yo nunca les entendí nada pero me caían simpáticos, es una pena que la modernidad no los arrastre a todos ¿no? En todo caso nunca lo ha hecho.

Volver Imprimir Subir Portada