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Cultura
Radio Beethoven
(Fuente: sitio web de radio beethoven)

Crisis de radio Beethoven

La cultura a dos manos

Por Myriam Aravena Guerrero

La cultura está de duelo, en menos de un mes la revista Rocinante cerró sus puertas y la radio Beethoven anunció su venta. Mientras para algunos este es sólo el comienzo de una época de oscurantismo cultural, para otros es sólo el símbolo de los nuevos tiempos, donde la cultura será un bien de mercado más.

Después de 24 años ininterrumpidos de transmisiones, la radio Beethoven vive su período más negro. La falta de financiamiento la obligó a firmar una promesa de venta con la Compañía Chilena de Comunicaciones (dueña de radio Cooperativa). La avalancha de cartas a los diarios, llamados a la radio y reclamos de artistas y escritores lograron revertir en parte esta situación, provocando que la radio se desistiera del contrato firmado. Esto le valió una demanda que tiene a Beethoven y Cooperativa enfrentadas en los tribunales por la señal 96.5 del dial FM.

La radio Beethoven es la única emisora dedicada exclusivamente a la música selecta en Santiago, después del triste final de radio Andrés Bello, que fue comprada el año 1999 por el holding Iberoamerican Chile Radio. La música clásica que la caracterizaba fue cambiada por las baladas romanticonas de “FM Dos”. Jimmy Brown, su dueño y fundador, declaraba a los medios que la “radio Andrés Bello no sirve para Chile. Hoy reina el mundo de la obscenidad y la grosería”.

Para algunos, signo de una innegable debacle cultural, para otros, señal de los nuevos tiempos, donde la cultura debe luchar por insertarse en el mercado. El caso de la Beethoven no es el único. Iniciativas como la revista Rocinante, Plan B o el Portal del Pluralismo, cadáveres recientes de las leyes de mercado, así lo demuestran. Otro tanto lo hacen los que sobreviven a medio morir saltando, como el cine arte Normandie.

Aldo flores, Director artísitico de Radio Beethoven.

Cruzada cultural o negocio rentable

A muchos ha extrañado la crisis financiera de la Beethoven, ya que es una de las radios más escuchadas en el segmento adulto ABC1, según la encuesta Search, y además cuenta con un número notable de socios que participan a través de su página de internet e incluso colaboran con dinero. ¿Por qué entonces una de las pocas radios independientes que van quedando en el dial FM entra en crisis?

Primero porque radio Beethoven sólo tiene cobertura en Santiago lo que, sin duda, disminuye el atractivo para cualquier posible anunciante. Adolfo Flores, director artístico de la radio, expresó a CTN que eso los tiene “coartados. Por estar sólo en Santiago y por una situación histórica de que el tipo que ha tenido una mejor cultura es el que ha tenido acceso a más medios, que no lo tienen todos, y ese es el posible escucha de una emisora o de una actividad cultural. Ese mito va jodiendo el sistema”.

La solución depende básicamente de voluntades, ya que es el gobierno el encargado de otorgar las concesiones nacionales. Razones para concederla no faltan “una radio como la nuestra efectivamente hace patria, por ejemplo en internet nosotros sabemos que tenemos una alta audiencia, incluso extranjera y no es una cantidad menor”, argumenta Flores.

Para Romina de la Sotta, periodista de Beethoven, el problema también tiene que ver con “que haya una forma universal de verificación de lectores, auditores, de circulación de los diarios, pero que sea independiente y real. Lo que existe actualmente es una payasada, un modelo totalmente falso, fraudulento”.

Si bien es cierto que la falta de cobertura y la inexistencia de un sistema universal de verificación de auditores disminuye mucho el avisaje, las críticas apuntan también a una gestión deficiente por parte de los dueños de la radio. Una fuente interna indica que “esta radio se maneja con criterios casi familiares, no profesionales. Por ejemplo, varios de los anuncios son canjes. El manejo de la información y de las relaciones públicas se hace en un nivel poco empresarial”.

Esto explicaría, en parte, la crisis que arrastra la radio, sin embargo, eso no es todo.

La cultura soy yo

José Oplustil trabaja hace 16 años en radio Beethoven como técnico en sonido, para él la cultura no puede competir como producto, porque simplemente no vende, por consiguiente, es el Estado el llamado a mantener ese patrimonio cultural. “Las producciones culturales implican identidad, por ende, deberían ser una preocupación del gobierno”, preocupación que para Oplustil no se nota.

Romina de la Sotta
(Fuente :www.guachacas.cl/.../ romina_de_la_sotta.jpg)

Mientras algunos abogan por una mayor intervención estatal, otros opinan que éste debería cumplir el papel de regulador. Para Romina de la Sotta “el Estado debería exigir a los medios una cuota de programación nacional o cultural debido al rol social que estos cumplen, pero no creo que deba hacerse cargo de los negocios de los privados.”

Para muchos, casos como el de radio Beethoven demuestran la mala gestión cultural que ha llevado a cabo el gobierno que, escudándose en la típica frase “esto es un problema entre privados”, ha logrado evadir reiteradamente el tema de la supervivencia de los medios independientes.

No deja de llamar la atención que cuando se trata de medios de comunicación independientes palabras como “autofinanciamiento” o “mercado” salgan tan fácilmente de la boca de algunos personeros de gobierno. El mensaje parece estar claro: los independientes que tratan de hacer cultura deben manejarse según los criterios del frío mercado. Lo que no vende, se muere. Punto. Sin embargo, resulta curioso ver cómo ese mismo mercado que parece tan calculador cuando de ganancias se trata, a la hora de avisar no dude en preferir un medio que se venda menos, pero que vaya más acorde con su línea ideológica, obviando criterios lógicos de publicidad.

Y el gobierno no lo hace mejor. A la hora de repartir la torta publicitaria, también se ha encargado de privilegiar a los grandes conglomerados, como pasa con El Mercurio que se lleva el 62,7% del avisaje destinado a los medios escritos. Problemas de plata no parecen ser, a juzgar por las grandes cantidades que año a año se invierten en campañas electorales. “Si invirtieran en cultura la plata que están gastando en las campañas, tendríamos cultura para rato”, declaró Flores a CTN.

A juicio de Flores, parte del problema de la ineficacia de la institucionalidad cultural se debe a que es demasiado personalista, tendencia que surge a partir de los años 70 y que rápidamente se impone como la forma de hacer cultura en el país.“Cuando el Estado se pone a pensar en la cultura, la piensa desde el punto de vista del tipo que colocan a pensar en ella. Entonces si a uno se le ocurre que la cultura del país es hacer una tremenda batucada en el Parque Forestal, eso se da como una verdad inexorable”. Flores es tajante al momento de analizar la institucionalidad cultural del país: “la cultura que hace el Estado, la hace el tipo que está nombrado para eso, unilateralmente, sin consulta, como el señor Weinstein que yo creo que es una muestra fantástica de esto”.

A pesar de todo, Flores cree que el negocio de la cultura se puede mantener e incluso ser rentable. Quizás sea por la porfía que lo caracteriza y que nos ha permitido seguir disfrutando de radio Beethoven los últimos 24 años. “La gente que está en esto desaparece, pero aparece de nuevo. No somos muchos, pero somos muy porfiados”. No es el único, Faride Zerán y el equipo de Rocinante también lo dicen en su último número “no existe el hasta nunca, si no un hasta pronto… ”

¿Y dónde está la U?
En medio de acusaciones por más o menos intervención del Estado, algunos hacen notar cómo las universidades se han “corrido” olímpicamente de su rol cultural. Y es que parece que después de la década del 80, las universidades salieron por la puerta chica en lo que a grandes medios se refiere. El traspaso de la RTU (Red de Televisión Universitaria) a comienzos de los noventa es sólo un ejemplo. Para Romina de la Sotta, egresada de periodismo de la UC, “la Católica y la Chile dejaron botado ese rol, esa misión universitaria”.

Con o sin Estado de por medio, lo cierto es que no son pocos los que exigen más participación de las casas de estudios tradicionales en el quehacer artístico, cultural y educativo del país.



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