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DEPORTES

Caballos y Apuestas:
Vidas tras los partidores

El mundo de la hípica suele llevar consigo el peso de ser para muchos un vicio, una enfermedad ser lo negativo dentro de sus vidas. Sin embargo hay quienes disfrutan de una buena carrera y de la adrenalina que genera el chipotear de los casquetes frente al disco.

Un grupo de personas se encarga de mantener diariamente al protagonista de este deporte. En los corrales hay otra vida, otra forma de ver este mundo. Hombres desconocidos y anónimos, que son, sin embargo, quienes más saben cuando se trata de historias.

Por Mitsuko González y Gonzalo Triviño


Carrera en Hipódromo
www.hipodromo.cl

La corrupción, las malas jugadas, las carreras arregladas y los datos son cosas que se ven día a día los recintos, de la hípica, pero que esto no empañan el amor que sienten los miles de seguidores de la hípica y junto a ellos, quienes le han dedicado su vida: sus trabajadores del Club Hípico.

En el "club", como le dicen todos, la jornada comienza a primera hora. Todos los viernes y lunes por medio hay carreras y esos días el ambiente cambia. Mientras, el resto de la semana lleva una rutina que se repite día a día y, aunque suene monótono, las singulares historias que se cuentan tras los partidores son muchas. Es un pequeño mundo y tras las rejas se saborea algo picaresco que sólo allí puede conocerse.

Los apostadores en general son hombres bastante silenciosos. Muchos andan sin compañía. Compran la revista que proporciona la información necesaria y la estudian, esperando que los oriente. Luego apuestan y esperan para ver como su favorito la mayoría de las veces pierde, confiesa a CTN uno de ellos. Pero aunque el medio no es acogedor a simple vista, le tienen cariño. Incluso a muchos les gusta ver los uniformes de los jinetes. Desde las graderías los colores se funden entre el verde de las praderas del recinto.

Cuando los cascos se divisan en la recta final todos se ponen de pie, asomándose para observar fugazmente "su caballo", sus manos se levantan y las muñecas giran rápidamente, haciendo chasquear los dedos de una forma característica. Esto dura sólo unos segundos, pues al traspasar el disco que marca la meta, la mayoría de los asistentes baja decepcionados sus manos. "Primero el 3, segundo el 10 y tercero el 15" dice roncamente el locutor y sigue con los montos a pagar para quienes apostaron correctamente. Así es el ambiente en Old Boy, como se llama al sector de la "galucha".

Los dueños de los animales, los socios de los stud y del mismo Club Hípico, no se mezclan con el resto. Ellos disfrutan del espectáculo desde los restaurantes o la vitrina que hay en las altas torres del edificio. Entre los personajes asiduos, los meseros nombran al animador de televisión Kike Morandé, quien tiene un par de caballos; a políticos como el ministro del Interior José Miguel Insulza o el delantero colombiano del club Universidad de Chile, Faustino Asprilla. Dentro del recinto se sabe que sus apuestas no bajan de los 100 mil pesos, muy por sobre los 200 pesos requeridos como mínimo.

José Santos disfrutando su victoria en el Derby 2003
Associated Press

Los jinetes son quienes, de cierta forma, unen al público con el caballo, no son afamados. Sin embargo, sus agendas son apretadas y cuesta ubicarlos en días de carreras, sobre todo por la concentración que requiere el correr como mínimo dos competencias al día, aunque los mejores suelen montar hasta ocho caballos.

El jinete, ya montado, llega al partidor manejado por un hombre primordial en este deporte: el parador. Pequeños, al igual que los conductores, son aquellos caracterizados por utilizar un casco negro. Conducen los animales desde los corrales hasta las pesebreras, y de allí a las casillas desde donde despegan. En su mayoría éstos son ex-jinetes, quienes una vez retirados se vieron sin ahorros y decidieron seguir en este mundo. Otros son jóvenes llenos de esperanzas que buscan una oportunidad y su carrera la comienzan de esta forma, al igual que muchos de los caballistas que hoy se encuentran en la cima de su carrera, como los hermanos Santos. "Muchos empezamos acá a aprender a ser jinetes y luego de retirarnos volvemos. Lo que pasa, es que en la hípica se vive de rachas y es difícil ahorrar. Cuando estás arriba llegan los amigos y la plata se va fácil, además aquí en Chile no se gana tan bien como en otros países", comentan.

Juan Saavedra fue caballista por 22 años -entre los cuales trabajó en Noruega- y es parador hace cinco. Un cuarto de siglo atrás, cuando tenía 14 años, corrió por primera vez en las pistas penquistas, allí vislumbró tempranamente los gajes del oficio que emprendía. "Me quedé atrás y pude ver algo que todavía me acuerdo. Iba todo el montón de viejos corredores y uno de ellos le agarraba la cola al caballo del jinete que iba por delante para frenarlo y luego ganar la carrera. Después yo traté de hacer lo mismo, pero como era inexperto el caballo cuando aceleró casi me tira". Era la época en que la hípica no tenía la tecnología de hoy para investigar y castigar este tipo de artimañas, todo se valía en las pistas.

"No hay fecha de retiro en esto, hay algunos que han llegado a los 60 años corriendo, pero con la edad se empieza a poner menos arriesgado, más temeroso, como que la cuchara no quiere más caídas. Eso sí, la mayoría se retira porque excede el peso límite para montar, eso es lo peor de ser jinete: mantener el peso. Yo estuve drogadicto porque casi no comía para estar en el límite y como tenía que tener energías para correr, entonces consumía anfetaminas", comenta otro exjinete, quien justifica los errores que muchos comenten cuando reciben la escarapela ganadora.

Pero si de historias se trata, los corrales de cualquier hipódromo son una fuente exclusiva y codiciada sólo por quienes gustan de una charla humilde y amena entre fardos de paja, son anécdotas que vienen a la memoria sin influencias. Uno de los paradores al divisar un hombre viejo con sombrero que caminaba lentamente en la orilla de las pistas, sin ninguna provocación comenta que "así tal cual llegaba el Cabro Carrera, caminando con su gorro a lo Neruda y uno ni se imaginaba que era un narcotraficante, buscado por la policía y muy peligroso, parecía un fanático más".

Terraza socios del Club Hípico
www.clubhipico.cl

Este hombre que prefiere quedar en el anonimato, relata además una experiencia personal respecto al conocido personaje. "Una vez me vio me ganar y un día llegó y me dijo que corriera sus caballos. Así lo hice hasta que perdí en una carrera que supuestamente estaba arreglada para que yo ganara. El Cabro Carrera creyó que había sido a propósito y tuve que salir con escolta policial porque se había corrido la voz de que me iba matar. Llegó a mi casa y por suerte mi señora lo atendió tan bien que terminamos tomando té y creyéndome que había sido culpa de otros". Dice orgulloso de demostrar su inocencia. "Muchas carreras se decidían por sus bolsillos. Un día llegué a su casa y estaban 11 jinetes y yo, y se estaba decidiendo una carrera que tenía un pozo reimportante y después se sacaba fotos con Nelson Mery".

En los corrales los cuidadores trabajan arduamente para mantener al caballo en excelentes condiciones. Y aunque su trabajo es importante en la salud de dichos animales, no se ven muy contentos. "Somos la última pisada del buey", señaló uno de ellos. Un caballo tiene un dueño, un preparador que le hace ejercicios y lo mantiene en el mejor estado físico, un equipo médico, un jinete que los corre y estos hombres son quienes le limpian la cama y los bañan. Un trabajo muchas veces poco agradecido.

Cifras van cifras vienen

Los premios en las carreras de caballos pueden llegar a ser suculentos y muy codiciados. Un ganador puede pagar entre uno y 20 pesos por cada peso adoptado. El premio pollón de oro en un día normal llega, generalmente a los cinco millones. De este dinero, el porcentaje que recibe cada persona involucrada es variable y descompensado según el trabajo que esta realice. El cuidador recibe sólo el 2%, en comparación con el 20% que gana el jinete.

Se puede pensar que ser jinete hípico o involucrarse en este mundo es un buen negocio que a largo plazo podría, incluso, asegurar el futuro de quienes se atrevan a correr el riesgo. Sin embargo, la realidad es otra, los jinetes muchas veces no terminan sus estudios básicos, por lo que no ostentan una educación que les permita mantener las grandes sumas de dinero que ganan. Además, las probabilidades de ganar son bastantes bajas, si no se pone en juego una cantidad considerable en la apuesta.

Betty Mármol, La consentida, Lhiz y Don José, son algunos de los caballos que alguna vez han ganado una carrera en este recinto deportivo. Son parte de los cientos de ejemplares que corren diariamente en todo Chile. El pasatiempo de algunos, el trabajo de otros. Ellos proporcionan en minutos la adrenalina que muchos no obtienen en años.


Sitios relacionados:
www.clubhipico.cl
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