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Leyes de inmigración:
Europa cierra sus puertas

El imaginario de la patria en peligro ha justificado la legitimación de duras políticas anti migratorias en Europa.

La extensión del racismo y la discriminación contradicen la realidad de un continente que envejece con bastante rapidez.

Por María Jesús Méndez y Claudia Farfán


Como desafiando la memoria, la extrema derecha ha buscado instalarse en el continente europeo mediante un proceso gradual y persistente. A 50 años de una guerra donde el fascismo estaba barrido desde Portugal al frente ruso. A medio siglo de millones de muertos, el ultra nacionalismo bosqueja su sombra en el viejo continente. Las puertas de Europa comienzan a cerrarse, impulsadas por el racismo, el desencanto y el temor.

Tras los atentados a las torres gemelas el miedo al otro se ha acentuado. Muchos europeos piensan que todo aquél de origen musulmán es un terrorista en potencia.

Sin embargo, las sospechas y los recelos contra los musulmanes se enfrentan a una realidad migratoria donde el mayor contingente de población proviene del norte de África, el África subsahariana y Europa oriental, con un componente importante de población islámica.

La izquierda europea, por tradición tan amiga de aceptar extranjeros, ha girado bruscamente ante la buena acogida del programa propuesto por la extrema derecha, que busca reducir la criminalidad y el desempleo, normalmente atribuidos a la figura del inmigrante.


La patria en peligro

Las políticas anti migratorias en Europa, cada vez más restrictivas, pretenden hacer frente a la ilegalidad. La delincuencia y el terrorismo son temas que se quieren manejar con una eficaz cooperación entre los miembros de la Unión Europea (UE).

Austria impuso una ley que obliga a aprender alemán a los inmigrantes que no son parte de la UE. Las 20 mil personas afectadas disponen de 4 años para realizar los cursos, de los cuales deben pagar la mitad. Aunque los parlamentarios socialistas denunciaron que la medida es una amenaza que no corresponde a las bajas tasas de inmigración, la extrema derecha se impuso, asegurando que sólo se pretendía acabar con el desempleo y la delincuencia, de supuestos altos índices en la población extranjera.

En Italia, el primer ministro Silvio Berlusconi, en un similar afán por acabar con la criminalidad y la violencia social, impulsó el proyecto que estipula que los inmigrantes deben contar con un contrato de trabajo antes de llegar al país, y al momento de ser despedidos, abandonarlo inmediatamente. Además, como si no fuera suficiente, los extranjeros deben registrar sus huellas dactilares al momento de llegar a Italia. Pero esta norma no es para todos, pues exime a los miembros de la UE, a norteamericanos y australianos. Al parecer, según demuestra la disposición, aquellos no presentan conductas delictuales.

Gran Bretaña, que junto a Alemania recibe el 29% de las solicitudes de residencia de la UE, determinó, a nombre del primer ministro laborista Tony Blair, desplegar buques de guerra en el Mediterráneo para interceptar las embarcaciones ilegales y la expulsión masiva de los extranjeros clandestinos a través de aviones militares. En conjunto con España, Inglaterra decidió, en la Cumbre de Sevilla de este año, castigar a todos aquellos países del Tercer Mundo que no controlen el flujo de inmigrantes a Europa. La medida podría ser tan radical como llegar a suspender el auxilio económico a estas naciones.


Extinción a puertas cerradas

La extensión del racismo y la discriminación migratoria contradicen la realidad de un continente que envejece con bastante rapidez. Según un estudio de la Organización de Naciones Unidas (ONU), de aquí al año 2050 Europa necesitará 44 millones de inmigrantes para estabilizar su población. De no ser así, la jubilación aumentaría a la edad de 75 años. Los trabajadores calificados comenzarán a escasear en un tiempo más. Europa cierra sus puertas a los extranjeros, mientras se extingue. La ONU estima que en la UE habrá 1,5 hijos por cada mil mujeres en edad de procrear de aquí al 2005.

De los 380 millones de habitantes de la UE, el 5,1% son inmigrantes, los cuales se concentran preferentemente en Francia y Gran Bretaña. En la última década el número de crímenes se ha elevado en ambas naciones, coincidiendo así con el crecimiento de población extranjera.

No obstante, los estudios sobre victimización y temor demuestran la poca relación entre experiencia y percepción social. Más bien, las opiniones se instalan desde lo que muestran los medios de comunicación. Según Ibán de Rementería, columnista de Rocinante, "las actuales tendencias a la privatización de la responsabilidad pública del contrato social y sus agentes que promueven la inseguridad social, construyen el imaginario colectivo del enemigo interno o enemigo de la sociedad -el delincuente- e instalan la desconfianza hacia los otros o lo no conocido, con la finalidad de generar una demanda por seguridad y un conjunto de productos y servicios para satisfacerla".

La extrema derecha se vale de esta herramienta para atraer a las masas descontentas, preocupadas.

Para el cientista político Carlos Castro, la mejor explicación reside en la poca eficacia de la izquierda. "La práctica política y económica del centro y los sociales demócratas, junto a la Tercera Vía, demostraron su insuficiencia en cambios profundos. Los grandes grupos económicos continuaban monopolizando, la pobreza y la cesantía no variaba", aseguró a Con Tinta Negra (CTN)

Además, Castro explica que el tema pasa por un asunto de xenofobia. Las medidas migratorias parciales apuntan a una cuestión cultural. "Ellos creen que los privilegiados -los que normalmente quedan exentos de la reglamentación- no van a ser una carga económica. Piensan que el norteamericano no va a venir a quitarles el trabajo", sostuvo.


Los inmigrantes como competencia

El cierre de las fronteras en el viejo continente trasciende un tema social y tal como lo afirma el cientista político Cristián Fuentes se debe sospechar de la política europea.

"Europa siempre fue un continente de emigrantes, no de inmigrantes. La tendencia se invirtió sólo hace unos 30 o 40 años, y lo que en épocas de crecimiento económico era bien visto, como recibir perseguidos políticos y gente pobre, en momentos de crisis es percibido como una carga", advirtió a CTN.

A la luz de sus declaraciones, la voluntad de los gobiernos sería desviar la atención de la opinión pública. Las medidas que frenan los movimientos migratorios tienen una función de propaganda hacia una población desestabilizada y en crisis de identidad. Ante ello se necesita un chivo expiatorio: la inmigración es la causa de todos los males.

Según Fuentes, las crisis económicas europeas de los últimos años se han producido en el contexto de una profunda reforma al antiguo estado de bienestar (red de protección social), lo que sumió en la incertidumbre y la inseguridad a amplios sectores de la población, los cuales temen perder sus empleos y los beneficios sociales que antes tenían asegurados. En este contexto, "los inmigrantes aparecen como competencia".

La relevancia del tema de la inmigración también afecta a las esferas políticas y al curso de las elecciones. "Los gobiernos de izquierda no pueden sustraerse a este asunto, por que sus votantes tradicionales han cambiado sus preferencias hacia programas xenófobos y racistas, ya que son parte de los sectores más afectados por la reforma al sistema de protección social, como obreros, cesantes, pequeños propietarios agrícolas". Por lo tanto, "estos partidos tratan de suavizar y encauzar estas demandas, pero no se atreven a proponer algo radicalmente distinto para perder elecciones", sentenció Fuentes.

Ante este escenario, es prudente indagar sobre las causas económicas de un problema que hunde sus raíces en las profundas desigualdades impuestas por la globalización. Está claro que los inmigrantes, cuando se mueven, lo hacen por un doble motivo: las malas condiciones de vida y de trabajo y la posibilidad de encontrar una situación mucho mejor en otro país. Basta poner un ejemplo: la renta per cápita del norte del Mediterráneo es 15 veces mayor que la de los vecinos del sur norafricano.

El economista y académico de la Universidad de Chile, Luis Cruz propone que las causas de la inmigración masiva hacia Europa tienen sus fundamentos en el fortalecimiento económico del continente y su moneda. Según Cruz, el euro tiene una ventaja comparativa en relación con el dólar y ante esta condición "el inmigrante se dirige donde la moneda va en aumento, donde existe proyección".

Sin embargo, el predominio de un territorio consolidado choca con un alto índice de cesantía que bordea el 10%. Por ello, el Estado, quien debe mantener y capacitar al desempleado en Europa, está preocupado por el número de inmigrantes. Si las cifras aumentan, el cesante no sólo debe competir con los pares, sino también con los extranjeros.

Ante la alternativa de que la Unión Europea aumente su cooperación con las naciones que exportan inmigrantes, de manera de ayudarles a estabilizar su población, Cruz opina que es poco factible. "No hay confianza que los recursos que le prestes a un determinado país sean bien empleados, menos aún cuando los gobiernos no tienen control, como es el caso africano", advirtió.

Europa está sumida en una gran paradoja, asegura el cientista Castro. Vive cada día su contradicción, imponiendo medidas que no se ajustan por completo a su realidad. "Tal vez, lo más necesario en este momento es que puedan encontrar un punto de convergencia. El punto de unión entre las cifras y sus sueños".


Sitios de interés:
www.elchileno.cl
www.minrel.cl

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