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Sostén de lucha de Bush y del G-8
La flameante bandera del antiterrorismo

A través de los medios, Estados Unidos lanza su campaña contra el terrorismo, asumiendo que debe ser por la libertad de todos. Libertad para ellos o para el mundo?.

Con esta cruzada bélica podríamos hablar de una aparente superación de las diferencias tras la terminada Guerra Fría, que tiene aliados a ex enemigos de Norteamérica, como Japón y Rusia.

Por Mª Francisca de la Vega y Raúl Rodríguez O.


Mientras 2.500 activistas se concentraban en las calles de Calgary, Canadá, en protesta por la Cumbre del Grupo de los Ocho, los gobernantes de los países más industrializados del planeta discutían en la cita un Plan de Apoyo a África y analizaban la recuperación de la economía mundial. Sin embargo, lentamente en la agenda de los mandatarios comenzó a tomar fuerza el conflicto en Medio Oriente y la lucha antiterrorista, impulsada por la Casa Blanca tras los atentados del 11 de septiembre de 2001.

En efecto, el presidente estadounidense, George W. Bush, llamó a los demás líderes a no dar tregua en la guerra contra el terrorismo y a asegurar todas las medidas legales que prevengan y sancionen cualquier hecho de esta naturaleza, ya que afecta la estabilidad de las naciones.

"Insto a todos los países a unírsenos, haciéndose parte de convenciones y resoluciones emitidas por el Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU) para detener el terrorismo", señaló en la ocasión el mandatario norteamericano.

Acuerdos regionales

Es en este escenario que los distintos organismos han propiciado acuerdos conjuntos que buscan garantizar la seguridad e intercambio de información ante posibles actos terroristas.

De hecho el parlamento de la Unión Europea y en menor medida la Liga Árabe, debido a la fuerte influencia de Irak y Arabia Saudita en la región, han dado muestras de seguir el camino propuesto por Bush para luchar sin cuartel contra grupos subversivos.

Así también todos los países miembros de la Organización de Estados Americanos (OEA) tomaron en cuenta estas prerrogativas y aprobaron, a mediados de mayo, la Convención Contra el Terrorismo.

Entre las principales resoluciones del acuerdo figuran la destinadas a prevenir, combatir y erradicar la financiación del terrorismo, procediendo al decomiso de los fondos u otros bienes obtenidos para fines sediciosos; Cooperación en los ámbitos comunicacional y fronterizo; y normas respecto a los derechos humanos a las que se acogerán los posibles implicados en actos de esta índole.

Esteban Tomic, embajador chileno ante la OEA, en entrevista con La Segunda el 18 de junio, señaló que a su juicio el concepto más importante es "que si un país combate el terrorismo no puede olvidar los derechos humanos. Tiene que ser un combate dentro de la legalidad, sin regímenes ni tribunales especiales".

Una alianza mundial

Pero más allá de los aspectos jurídicos implementados por los diversas organizaciones y Estados en particular, una peculiaridad salta a la palestra y es que todos los gobiernos se han unido a la política antiterrorista iniciada por la Casa Blanca, incluso ex enemigos históricos de Estados Unidos, como Japón y Rusia. Esto le confiere a la denominada guerra contra el terrorismo una connotación mundial que escapa al mero proceso de la globalización, puesto que se ha transformado expresamente en una coalición de carácter internacional.

Estaríamos, por lo tanto, ante un desplazamiento desde la doctrina de Seguridad Nacional, impulsada por Washington en la década del '70 para combatir al enemigo interno, hacia una política unificada de seguridad externa entre todos los países suscritos a la ONU. De ahí se explica que distintos conciliábulos y convenciones se estén llevando a cabo en esa dirección.

Sin embargo, la inquietud por hacer realidad estas disposiciones nació primeramente de la Casa Blanca, a raíz de los atentados, que a su vez extendió su preocupación a las demás potencias. Esto ha llevado a buscar líneas de acción conjunta entre los líderes, pues miran con desconfianza actos que pongan en jaque la estabilidad de su economías y la seguridad de sus habitantes.

La posición hegemónica de Estados Unidos, en este sentido, es un punto que no está en discusión, puesto que ha hecho prevalecer sus ideas como potencia militar, económica y política, ante lo cual la Unión Europea manifiesta tímidas advertencias al proceso, pero sin quitar su apoyo irrestricto a la gestión de Bush. Más ejemplificador sería el caso de América Latina, que para muchos ha pecado de ingenuidad y sumisión ante Norteamérica.

El periodista Hernán Barahona afirma al respecto que "Latinoamérica casi no tiene voz propia. Es un continente totalmente dependiente, que no puede sustraerse al poder del Fondo Monetario Internacional (FMI) y al del Banco Mundial debido a la fuerte inversión extranjera y por ser una región exportadora de materias primas".

Patricio Arteaga, estudiante del magíster en Ciencias Políticas de la Universidad de Chile, apunta más bien a una visión ideológica, según la cual "nos hemos dejado llevar por discursos hegemónicos o por el miedo a lo que nos puedan hacer por pensar diferente, como es el caso de Cuba, agrupada dentro del Eje del Mal".


La campaña comunicacional


El temor frente a nuevos atentados terroristas se ha generalizado en la población norteamericana tras los reiterados estados de alerta hechos por la Oficina Federal de Investigaciones (FBI). Ante ello, el mandatario estadounidense ha dispuesto la creación de un Organismo de Seguridad Nacional que agrupe a las policías federales y a la Agencia Central de Inteligencia (CIA), ya que por medio de una acción conjunta podrían ser más eficientes a la hora de desbaratar redes terroristas o posibles ataques radioactivos, como ocurrió el pasado 8 de mayo al detener en el aeropuerto de Chicago a un miembro de Al Qaeda que pretendía detonar una bomba "sucia" en alguna ciudad del país del Norte.

Los reiterados intentos de violar la seguridad de la potencia mundial, como lo es Estados Unidos, deja al descubierto que hay una intención de reclamo en contra de quienes quieren gobernar al planeta, lo cual se ha extendido con los activistas antiglobalización, pero sin tener éstos la cohesión necesaria para formular un discurso coherente y sistemático en el tiempo.

Así también los medios de comunicación de todo el mundo, al dar cobertura a los ataques terroristas y a sus secuelas, confirma la presencia de Medio Oriente, mostrándolo como una cultura resentida e inconforme con el actuar de Occidente. Esto ha producido que cada vez que se habla de terrorismo y de actos de violencia se asocie con el Islam o el llamado Eje del Mal, causando recelo entre la población norteamericana y la europea frente a la inmigración musulmana, ante lo que se están tomando medidas legales restrictivas.

El presidente estadounidense, George W. Bush, en tanto, ha abusado de esta cobertura para reafirmar su poderío, entregando un discurso incoherente con su actuar, lo que a su vez es reproducido por los medios, quienes no escatiman en los efectos de avalar una política beligerante y defensiva.

Arteaga enfatiza que "si definimos terrorismo como lanzar bombas sobre la población civil, entonces lo que está haciendo EEUU ¿no es acaso una práctica terrorista al avalar los ataques a Afganistán y Palestina, y un posible invasión a Irak?".

Al convertirse el fenómeno, por tanto, en una preocupación de la aldea global y de los media, EEUU y las fuerzas antiterroristas han usufructuado de ella, sin la cual no tendrían el poder ni la capacidad de pelear en su lucha por derrotar a quienes están contra de las ideas hegemónicas y el sistema económico imperante.


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