En el pasado quedó el mito de que solamente las mujeres
se preocupan de su apariencia. Es más, los llamados “metrosexuales”,
es decir, hombres muy preocupados de su cuerpo, abundan hoy por
hoy, recurriendo a diversos centros de estética y gimnasios
para mejorar sus físicos. Lo complicado es cuando se extreman
estos cuidados, pues pueden llevar a surgir trastornos similares
a la anorexia y a la bulimia, lo que es cada vez más frecuente
en nuestra sociedad. Es así como una tarde en un gimnasio
de la capital basta para advertir que no son pocos los obsesionados
con parecerse a Rocky, ocupando cualquier medio para llegar a
ello.
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De esta manera, la vigorexia es cada vez menos desconocida, pues
la cantidad de enfermos es creciente. La patología se conoce
también como Complejo de Adonis, como una forma de ejemplificar
en el personaje griego, el cuerpo ideal al que aspiran quienes
la padecen. Y es que el hermoso joven mitológico, asediado
por Afrodita y Perséfone, parece ser el icono de quienes
hacen del gimnasio su segundo hogar. Puede tener su analogía
en la anorexia, pero lo que los vigoréxicos desean encarecidamente
es robustecer su cuerpo, lograr aquellos amplios y tensos músculos
que en época de veraneo puedan ser expuestos al sol, brillando
humedecidos por un aromático aceite de coco.
Sin embargo, hay que tener claro que la vigorexia va mucho más
allá de una simple vanidad, pues tal como lo señala
a CTN Alejandro Ostoic, profesor de Biomecánica aplicada
a la Educación Física en la Universidad Católica
Silva Henríquez, la enfermedad es un “desorden emocional
que evoluciona a un cuadro obsesivo compulsivo, que hace que los
afectados se sientan fracasados, abandonen sus actividades sociales
(ermitaños físicos) en pos de un entrenamiento patológicamente
frecuente”.
Pero tampoco hay que creer que todos los asiduos al gimnasio
son potenciales vigoréxicos. Esto porque el perfil de diagnosticado
con la enfermedad se enmarca en personas poco maduras, introvertidas,
con problemas de integración, baja autoestima y rechazo
de su imagen. Además, el trastorno puede ir acompañado
de ansiedad, depresión y otros problemas obsesivos, así
como un deterioro de sus relaciones con las otras personas.
De esta manera, se puede decir que la vigorexia va siempre asociada
a otras patologías tal como la anorexia y bulimia y sus
consecuencias suelen ser tan terribles como las de esas enfermedades.
Los problemas físicos van desde una desproporción
entre el cuerpo y la cabeza, hasta problemas óseos y articulares
debido al peso extra que tiene que soportar el esqueleto, falta
de agilidad y acortamiento de músculos y tendones. Por
otro lado, la dieta que sigue un vigoréxico es muy poco
equilibrada y saludable, pues eliminan las grasas y consumen desmedidamente
proteínas, obligando al hígado a trabajar exageradamente,
todo en pos de lo que consideran un cuerpo perfecto que sea capaz
de cumplir a la hora de levantar pesas.
El problema se agrava cuando se toman sustancias artificiales
para mejorar y optimizar los entrenamientos. Los esteroides y
anabolizantes favorecen la formación de masa muscular,
pero sus riesgos son muchos: más probabilidades de padecer
enfermedades cardiovasculares, lesiones hepáticas, disfunciones
eréctiles, disminución del tamaño de los
testículos y mayor propensión al cáncer de
próstata.
Enfermedad de nuestra época
El exagerado culto al cuerpo es propio de nuestros tiempos. Tanto
que muchos culpan a los medios de comunicación de promover
la moda de un cuerpo perfecto totalmente esteriotipado. Ostoic
es categórico al considerar la vigorexia como una “patología
obsesiva compulsiva del siglo XXI” y señala que muchos
especialistas ven como principal causa la influencia de modelos
socioculturales propios de este siglo, que llevan a los más
susceptibles a desear una imagen perfecta para entrar dentro de
los cánones de la moda.
No por nada es una enfermedad que surge en Estados Unidos, entre
la comida chatarra, las luchas libres y los Gladiadores Americanos.
Esta imagen de hombre corpulento y “vigoroso”, remarcada
en la televisión y fomentada por la publicidad, casi se
introdujo como cualquier otro producto de importación y
ya está asentada y con un público estable dentro
de la capital.
Se constituye así una conducta autodestructiva, para recuperar
la autoestima y superar el miedo al fracaso. De esta manera, no
es rara la proliferación cada vez más acelerada
de gimnasios, llenando sus vacantes instantáneamente después
de una serie de propagandas que embrujan con la promesa de un
cuerpo ideal y supuestamente aceptado socialmente.
No es raro tampoco ver a personas que madrugan para esperar la
apertura de los gimnasios diariamente y empezar la rutina que
los llevará al ansiado físico perfecto. Jaime Rojas,
profesor del gimnasio del Club Acuático de Puente Alto,
dijo a CTN que muchas personas se pasan el día tomando
bebidas energizantes o se levantan a las dos de la mañana
a tomar batidos especiales que dicen tonificar su musculatura.
Según Rojas, los obsesionados con los músculos ven
su imagen difusa y siempre les falta más. Los pesos no
son suficientes y por ello se esmeran en agregarle carga a sus
espaldas y brazos, que suelen ser desmedidos.
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Es por eso que es tan relevante la guía de una persona
especializada, que sepa que es lo mejor para el cuerpo y hasta
qué punto puede ejercitarse. Para Yanine Zamorano, profesora
de Educación Física, “es necesario un ejercicio
planificado, apto para cada caso y que se adecue a las necesidades
de cada persona, sin pasarse de los límites propios que
impone el organismo”. Estos seudo deportistas, creen que
la base para ejercitar una disciplina competitiva -como la halterofilia,
el box, el rugby- está en el aumento de sus dimensiones
físicas, y para ellos está claro que pueden recurrir
a cualquier artimaña para lograrlo, afirmó Zamorano
para CTN.
De esta manera, no hay que confundir un ejercicio bien hecho
con comportamientos que poco tienen de sanos. Según Ostoic,
muchas de las nuevas tendencias en Educación Física
señalan que el ejercicio es el medicamento o terapia más
económica para neutralizar el estrés, tan típico
de la sociedad actual. Así, para el profesional el ejercicio
mejora la calidad de vida y no puede traer otra cosa que beneficios
físicos como también un enriquecimiento del espíritu.