La sociedad japonesa está inquieta. Desde febrero del
2003 que el archipiélago nipón está sacudido
por una serie de suicidios colectivos, que la prensa internacional
cubrió extensamente. Su punto común: los candidatos
al sacrificio buscan, y hallan, sus futuros compañeros
de muerte en Internet.
Después de encontrar muerto a un primer grupo de tres
jóvenes el 21 de mayo, en las montañas de Gunma
ubicado al norte de Tokio, el 24 de mayo, la policía localizó
a un segundo grupo: los cuerpos de tres otros jóvenes en
un departamento de Kyoto. En estos dos casos, las investigaciones
revelaron que los suicidas se habían contactado por Internet.
Asimismo, el martes 12 de octubre de este año, a lo largo
de la berma de un camino a la montaña, en la provincia
de Saitama en el norte de Tokio, ubicaron un minibús arrendado
que contenía los cuerpos sin vida de cuatro muchachos y
tres niñas de aproximadamente 20 años. Uno de los
suicidas le había comentado su intención a un amigo,
indicando el lugar y la hora. Pero la policía llegó
muy tarde. Estaban muertos, asfixiados por el gas de dos braseros
a carbón.
Algunas horas más tarde, dos jóvenes mujeres aparecieron
muertas, en circunstancias idénticas: estaban a bordo de
un automóvil arrendado en la provincia de Kanagawa al sur
de Tokio. “Es lo que decidimos. No busquen otra razón”,
decía un mensaje encontrado por la policía. Una
de las suicidas de Saitama, una mujer de 33 años le había
dejado un lacónico mensaje a su hijo que decía:
“Tu madre morirá, pero estoy muy feliz de haberte
traído al mundo”.
Estos incidentes se inscriben en una seguidilla de suicidios
colectivos de jóvenes que se contactan por Internet, y
que ejecutan el acto en conjunto. Esta forma de muerte, a través
de la web, se multiplicó estos últimos años
en Japón. Sin ir más lejos, este año se han
registrado 34 suicidios de este tipo.
Por esto, frente a la multiplicación de anuncios en Internet
para encontrar compañeros de suicidio colectivo, numerosos
sitios de foros de discusión -o chat- prohibieron esas
publicaciones, sin tener la seguridad de impedirlos. De hecho,
las cifras son bastante claras. Una treintena de ellos murieron
en 2003, y una veintena, desde comienzos de este año.
Ya no es por el deshonor
El fenómeno no es propio del Japón. También
se da en otros países como Corea del Sur, donde la cantidad
de internautas es la más elevada del mundo. Pero en el
caso de la nación nipona pueden divisarse razones socioculturales
para explicarlo.
Según datos entregados por la embajada de Japón
en Chile, entre los setentas y los noventas, la tasa de suicidio
japonesa situaba al país en el promedio de los países
desarrollados (25,2 por 100 mil). Sólo al comienzo de esta
década, con los efectos de la crisis económica,
la tasa de suicidio comenzó a aumentar para alcanzar 34.427
muertes, en 2003 (un aumento del 7,1% en comparación con
el año precedente). (Recuadro 1).
En décadas anteriores, la mayoría de los suicidios
eran de hombres maduros que se mataban por tener graves problemas
de salud, o dificultades económicas, tales como endeudamientos,
fracaso o cesantía. Pero ahora, salta a la vista que el
promedio de edad de los que se aniquilan colectivamente no supera
los treinta años.
El grandilocuente suicidio del samurai que se destripa (harakiri)
o el doble suicidio de los amantes (shinju) divididos entre su
pasión y las exigencias sociales, no tienen mucho que ver
con el fenómeno actual, aunque para encontrar una imagen,
la prensa nipona habla de “netto shinju” (doble suicidio
vía Internet).
Sin rumbo, sin referentes.
Estos suicidios colectivos reflejan de lleno el malestar extremo
que resiente una parte de la juventud japonesa. Aislados, atormentados
por un sentimiento de ausencia de sentido en sus vidas, estos
jóvenes se reúnen en la web, que ofrece una multiplicidad
de sitios en donde se puede encontrar un compañero de suicidio
colectivo.
Carolina Montes, psicóloga, explicó a CTN que “ellos
no tienen más que un vago deseo de poner fin a sus días”.
Con el hecho de compartir la desesperación y su soledad,
progresivamente se refuerza en ellos la idea de matarse acompañados
por cofrades de desolación. “Por primera vez, tienen
la sensación de compartir algo, de ser comprendidos, de
haber creado vínculos con otros. De a dos o de a más
el paso fatal les parece más fácil de dar”,
subraya la especialista.
Según la teoría del psicólogo austriaco
Alfred Adler, discípulo de Sigmund Freud, la vida de un
sujeto se mueve de acuerdo a su plan de vida, pero si ese individuo
no lo tiene y ve su existir como un problema, buscará indefectiblemente
la autoeliminación.
Mientras conversaba con CTN, el sociólogo de la Universidad
Católica, José Mardones, concordó con este
punto de vista. Para este profesional, hay una multiplicidad de
factores que intervienen en la decisión de suicidarse,
pero para él, el más importante de todos es la pérdida
de sentido, o la difuminación del horizonte. Hay una perdida
de referentes que provoca angustia, y ese vacío es el que
genera decisiones macabras como ésta. “Y si la sociedad
no me esta ofreciendo ningún referente, ningún sentido,
ninguna esperanza de alcanzar algo que yo encuentre válido,
me voy a suicidar”.
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Kaoru Tanaka, ciudadana japonesa, residente en Chile, contó
a CTN que en Japón, la nación, sus instituciones
y empresas eran más importantes que los individuos. “Los
japoneses debían sacrificarse por el país y por
sus semejantes. Los éxitos, cuando los hubiera, serían
éxitos del Japón y no de cada individuo”.
Ello explicaría que este país, aunque rico, estaba
conformado por gente con un nivel de bienestar bastante bajo.
Los suicidios colectivos son un gran motivo de alarma en la sociedad
japonesa, y también en el resto del mundo. Aunque existen
múltiples motivaciones que intervienen en esta nueva modalidad
de autoeliminación - inexistencia de sentido de vida, una
sociedad dedicada sólo a conseguir el éxito económico,
o quizás la perdida de referentes vital-, muchos temen
que se convierta en una nueva moda, o que se tome como ejemplo.
A pesar de las precauciones que se adoptan para evitar este tipo
de prácticas, todavía se puede navegar en páginas
-accesibles a todo tipo de público- que ofrecen métodos
y describen la efectividad de las distintas maneras de quitarse
la vida. Unas verdaderas guías de suicidios. El problema
es complejo, y más aún su solución ¿Qué
queda por hacer? Tal vez, comprender que una vida vale más
que un sudado yen.
Sitios Relacionados:
Embajada de Japón
en Chile
Ministerio de Salud,
Japón (Inglés)
Time
Asia Magazine
Suicides
Plagues