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Imitación
y creatividad en TV ¿Acaso usted pensaba que la televisión en sus inicios era original?. Pues se equivoca. La historia de la TV chilena se encuentra bajo la sombra de la imitación. En realidad no existe nada original. Lo que se reconoce como innovador en televisión no es más que la mezcla de elementos resignificados. El proceso creativo es una licuadora, que logra sorprendernos al usar la cantidad precisa de cada ingrediente. Por Makarena Estrella Pacheco y Estefanía Etcheverría “Si no le gusta lo que ve, cambie de canal”. Este es el último recurso al que se apela para defender un espacio televisivo. El punto final de toda discusión sobre la calidad de un programa. Pero parece que quienes lo aconsejan nunca han hecho el ejercicio. Basta cambiar de canal para darse cuenta que hallar algo distinto es toda una odisea. La real solución: apagar la tele. Da la impresión de que la televisión
pasa por una crisis creativa. Sin embargo, incluso lo que se veía
en blanco y negro no era original. Como afirmó a CTN el académico
universitario y experto en televisión, Eduardo Santa Cruz,
“es un mito que la TV antes era diferente. No hay nada totalmente
nuevo, sino que todos los productos televisivos remiten a otros
géneros, como el cine y la literatura”. Sin embargo, el plato televisivo actual se cocina entre todos. La idea que uno agregó, es tomada y mejorada por otro. Nadie sabe para quien trabaja. Por esto los canales ofrecen igual menú, con pequeñas variaciones. La lucha es por ser el primero y no el distinto.
El problema es que amenaza una indigestión. Si pudiéramos decidir entre diversos programas, realmente serviría cambiar de canal. No obstante, no sólo se imita el formato, sino que el horario en que se exhibe. Según lo que dijo a CTN Germán Maechtig Góngora, subgerente de Programación de TVN, esto se explica por un tema de competencia. El horario que se elige para un programa, es el más rentable económicamente para él. Pero el dinero no sólo define el horario en el que se emite un programa, sino también qué sale al aire. Con tanto dinero en juego, los canales se arriesgan poco y además, según Maecthig, si en la televisión hubiera solamente innovación reinaría el caos. No habría visión de futuro ni tiempo para consolidar productos televisivos. Ni siquiera los programas nuevos arriesgan demasiado.
Numerosos estudios previos y cuidadas campañas publicitarias
buscan asegurar que la audiencia apoyará dicho proyecto.
La televisión es una creación colectiva. Sin embargo, algunos inteligentes han decidido sacar provecho de sus ideas y no compartirlas gratuitamente. Programas exitosos en sus países de origen son vendidos al extranjero como una fórmula mágica de éxito seguro. Se vende una especie de programa prefabricado que incluye desde el nombre hasta la escenografía. Lo único que debe hacer el canal local es “clavarlo” a la realidad nacional. Esto, porque según Santa Cruz este tipo de formatos apela a sentimientos universales y atemporales. Es aplicable en todo el mundo. Canales chilenos han adquirido distintos programas con diversos resultados. Mientras Caiga Quien Caiga (CQC) va en su tercera temporada, Operación Triunfo no logró el éxito prometido. Sin embargo, ¿qué hace que un programa que ha tenido éxito en un país, fracase en otro? La respuesta parece estar en la televisión por cable. El formato se satura porque el televidente puede verlo tanto en versiones extranjeras como nacionales al mismo tiempo. Los primeros programas de la televisión chilena parecían ser originales sólo porque no se tenía acceso al que imitaban. Así, Sábado Gigante, el ícono televisivo nacional, imitaba a Sábados Circulares de Argentina y nadie sabía.
No obstante, las señales nacionales no sólo traen programas desde el extranjero, sino que también son exportadores en potencia. Es el caso de Rojo Fama Contrafama, de TVN. Como dijo a CTN su editor periodístico, Roberto Apud, Rojo es un programa que vino a llenar un horario vacío en el canal. TVN no sucumbió a la tentación de imitar a Mekano, el fenómeno de ese momento, sino que basado en su línea editorial se arriesgó a satisfacer una necesidad de la audiencia. Necesidad que en palabras de Apud consistía en darles oportunidades y mostrar a la juventud fuera del estereotipo en que se les encasillaba. El programa Rojo combina distintos elementos de una forma novedosa, lo que le valió el reconocimiento de los televidentes. Tan bien le fue que Canal 13 decidió imitar el formato, pero sin éxito. ADN, Artistas de Nacimiento, no alcanzó a estar dos meses al aire. La televisión chilena tiende más
a seguir el ejemplo de ADN. A tratar de alcanzar el triunfo seguro,
copiando programas exitosos y no arriesgándose con programas
creativos, que rearticulen y combinen formatos antiguos. Así
más que sibaritas, estamos condenados a la desnutrición
televisiva.
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