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Rugby femenino
¿Qué hace una chica como tú, en un deporte como éste?

En el último siglo, la mayor parte de las actividades que los hombres sentías como exclusivas de su género, han sido invadidas por las mujeres.

Ya no se conforman con trabajar y asumir cargos políticos, las chicas comienzan a adueñarse de uno de los pocos deportes en que nadie las habría imaginado.

Por Andrea Peña Aguirre


Sentado al borde de la cancha, Bruno Gattini esperaba inquieto. Corría 1998 y de todos los años que llevaba entrenando equipos de rugby, no recuerda ningún partido en que se haya sentido tan nervioso. Luego de varios meses de esfuerzo y preparación confiaba ciegamente en su equipo, pero desconfiaba de la reacción del público.

Habían anunciado el encuentro como sorpresa y la gente estaba expectante. Esperaban hombres altos y rudos, moles musculosas de espalda ancha y piernas peludas. Quizá por eso, pocos contuvieron la risa cuando las chicas salieron a la cancha. Era el primer partido de rugby femenino que se disputaba en Santiago y la mayoría pensó que era una broma. Al comenzar el juego, el público guardó silencio, primero por curiosidad, luego por interés. Cuando concluyó, todos las aplaudían de pie.

Seis años después, la idea del rugby femenino sigue siendo chocante para muchos. El equipo de Gattini jugó sólo una temporada, pero ayudó a promover una disciplina que cobra cada vez más fuerza en la Universidades de regiones y que la Asociación de Rugby de Santiago (Arusa) quiere promover también en la capital.

“En los últimos años hemos tratado de dar a conocer el rugby. Queremos transversalizarlo, que abarque todas las edades y ambos géneros”, explicó a CTN Javier Carrera, relacionador público de la Federación de Rugby de Chile (Feruchi), “más categorías implican más socios, más público, más auspicio... más rugby”. Actualmente, en el país existen 160 equipos y sólo seis de ellos cuentan con rama femenina. Este contraste se refleja en el número de jugadores inscritos en la federación, que presenta 13 mil 841 hombres y 205 mujeres.

Pero el incentivo a la rama femenina no sólo responde a los deseos de masificación del deporte. El rugby quiere volver a las Olimpiadas en el 2008 y para eso necesita a las mujeres. El Comité Olímpico Internacional (COI) exige que todas sus disciplinas sean practicadas en modalidad masculina y femenina, por lo cual todas las federaciones están trabajando para presentar sus dos selecciones cuando se realice la cita en Beijing.

Aunque Chile no tiene una selección femenina que acompañe a los Cóndores (selección masculina), la Feruchi proyecta concretarla lo antes posible. Para eso, incentiva en sus asociaciones la creación de equipos de damas y la participación en el Campeonato Nacional Femenino que organiza desde hace cuatro años.

A pesar de lo rudo que puede parecer este deporte, las lesiones no son más abundantes que en otras disciplinas. “En entrenamiento se nos enseña a caer, los mejores movimientos para evitar problemas físicos, siempre hay, pero lo normal: esguinces, torceduras, algunos moretones. Nada grave”, aclaró a CTN Daniela Vidal, jugadora de la Universidad de Antofagasta, actual campeón nacional.

Al jugar entre mujeres, se conocen los puntos sensibles del cuerpo de la oponente y se evitan todo lo posible. Se trata de cuidar los golpes altos, en la zona del pecho, de la misma manera que en los deportes masculinos se eluden los golpes bajos.

Por ser un deporte de excesivo contacto, existen muchas oportunidades de golpear al oponente sin que se note. Lo importante es recordar siempre que se va a compartir, no a competir. Para eso se realiza el tercer tiempo, actividad que complementa las dos fracciones que se juegan en la cancha. Esa oportunidad se aprovecha para conocerse y participar de un momento agradable sin importar los equipos ni el resultado.

Con excepción del lapso de juego, todas las reglas y principios son los mismos que en la versión masculina. Los equipos son de quince o siete jugadoras según la modalidad y se enfrentan en partidos de 30 minutos, a diferencia de los 40 que exige un partido tradicional.

“La única diferencia con entrenar un equipo masculino se daba en la cancha” dice Gattini. “Los rugbystas siempre nos hacemos los machos y jamás demostramos dolor en un encuentro. A las chicas les pegaban y se ponían a llorar, yo no sabía qué hacer, porque nunca había visto a un jugador llorando, no sabía si cambiarlas o consolarlas, pero ellas se paraban solas y, con los ojos llenos de lágrimas, seguían jugando”.

“La gente nos mira raro, pero somos chicas normales”, comenta Vidal, “Sólo nos aburrimos de practicar cosas fomes como el tenis, o ridículas, como las cheerleaders, y encontramos en el rugby un deporte completo y entretenido, que entrega valores, permite conocer gente y trabajar el físico”.

Si se concretan los proyectos de la Feruchi y no decae el ánimo de las jugadoras, el rugby femenino debería ser pronto un deporte reconocido. Quizá ahora, sean los jugadores hombres quienes, sentados al borde de la cancha, vean nerviosos cómo las mujeres se adueñan de uno de los pocos espacios que quedaban reservados a la testosterona.

 

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