Comprando en Buenos Aires:
Bolsas llenas, bolsillos contentos
La expectativa que generó el fin de
la paridad peso argentino-dólar no sólo ha producido
un aumento en el flujo turístico, también cambió
el concepto de viaje. Ya no se habla de temporada alta o baja, pues
no se trata de conocer, sino comprar, comer y divertirse.
Por
Andrea Peña Aguirre y Cristian Martínez Cvitanic
No es
necesario esperar las vacaciones para abandonar Chile. Desde la
devaluación del peso argentino frente al dólar, el
país trasandino se ha convertido en un atractivo destino
para todos aquellos que cuentan con un par de días libres
y algunos pesos de más. En este escenario, Buenos Aires parece
ser una buena opción.
Con
su calidad de ciudad cosmopolita atrae a turistas de todo el mundo.
Y los chilenos no se quedan atrás. Sólo desde Santiago,
salen 30 vuelos semanales, todos ellos llenos. “La gente esta
viajando todo el año. Normalmente piden pasaje y estadía;
el panorama lo organizan ellos allá”. Comentó
a CTN Fernando Mardones, agente de Viajes de Turismo Las Bellotas.
La situación
no es muy distinta por tierra. Unos 30 mil pasajeros nacionales
cruzan la cordillera cada mes a través del paso Los Libertadores.
Esta cifra no varía a lo largo de la estaciones, lo que demuestra
que la gente ya no depende exclusivamente de las vacaciones de verano
o invierno para poder atravesar la frontera.
Mariella
Minatti es dueña de un hostal en la Capital Federal. Cada
semana llegan a su negocio grupos de chilenos, que según
cuenta “son muy diferentes a otro tipo de turistas. Lo que
pasa es que, los europeos, por ejemplo, llegan con dinero pero lo
cuidan; no son derrochadores. Al chileno le gusta gastar, vienen
a eso”.
Y con
razón. Basta con caminar unas cuadras y mirar superficialmente
para darse cuenta de que la mayoría de los artículos
a la venta se pueden adquirir por cifras bastante menores a las
de Chile. El disco compacto “No es lo mismo”, de Alejandro
Sanz, cuesta en la Feria del Disco alrededor de 14 mil pesos. En
Buenos Aires, el mismo producto puede comprarse por 25 pesos argentinos,
unos cinco mil en moneda nacional.
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La brecha
entre los valores es más profunda en el caso de los libros.
“En la universidad me pidieron para arquitectura unas obras
de Le Corbusier. Son tres libros que me salen a mí más
de cien mil pesos; imposible de comprar para un alumno común.
Aquí, en Buenos Aires, puedo comprarme los mismos libros
por menos de veinte mil pesos”, dice la estudiante Natalia
Aldea.
La oferta de libros es tan abundante que cansa. Hay títulos
para todos los gustos y autores de todos los estilos. Lo importante
es buscar, porque en medio de las mesas cubiertas de textos y las
canastas llenas se encuentran grandes clásicos entre rotundos
desconocidos.
Después
de pasear por el centro de la ciudad porteña, los compradores
se dan un descanso y visitan los diversos restaurantes y pubs para
estudiar el menú. La comida no se escapa de las ofertas.
Un bistec con papas fritas bordea los mil quinientos pesos chilenos.
O un tenedor libre, que por dos mil pesos permite al cliente consumir
platos, bebidas y postres a su antojo; precio distante de los más
de cinco mil pesos que cobra el “Gatsby” en Santiago.
No cabe
duda de que, cuando se habla de compras, la ropa es la gran protagonista.
Y la hay para todos los gustos y de todos los precios. Si lo importante
es la economía, en las calles principales abundan las multitiendas
con opciones más que interesantes. Pero si se busca calidad
y estilo, calle Alvear, en el sector de Recoleta, ampara, una junto
a la otra, las sucursales de las mejores y más exclusivas
marcas de ropa de Europa y Estados Unidos; desde Christian Dior
a Emporio Armani, pasando por Givenchi, Louis Vuitton y Hermes,
los modelos siguen siendo más baratos de lo que se esperaría.
Vale
recordar que los cueros son la mercancía favorita para el
llamado “matute” criollo. Y cómo no, si en la
capital trasandina encontramos chaquetas, botas y un sin fin de
elementos de cueros curtidos y procesados a mano a menos del 30%
de los valores que encontramos en objetos de cuero en grandes tiendas
a lo largo del territorio chileno.
Lo que
no conviene mirar son los artículos electrónicos y
los productos importados. Para dar una idea, un televisor Sony Trinitron
Vega de 29 pulgadas está avaluado en doscientos mil pesos
más que en el comercio local.
La lista
es larga y los días se hacen pocos para poder visitar el
amplio espectro de artículos y servicios que Buenos Aires
ofrece. Las tarifas de los hoteles y hostales también son
asequibles, al igual que las llamadas telefónicas e Internet.
Pero
sin duda, el gran mérito de Buenos Aires es que no descansa.
Sus arterias, siempre dinámicas, ofrecen hasta altas horas
de la madrugada opciones de entretención para todas las edades.
Cine, libros, cafés, restaurantes, y teatros sorprenden al
turista más exigente con sus extendidos horarios y sus precios,
que convierten la cultura y la sociabilización en un derecho
plausible.
Así,
pese a contar con todos lo beneficios de una metrópoli, la
capital trasandina genera ambientes que difieren mucho de ser un
lugar de paso o destinado sólo a comprar, comprar, y comprar.
Buenos Aires invita y los chilenos no tenemos excusas para rechazar
la invitación.
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