Objetores de
conciencia
Obligados a matar o inspirados
a defender
Una economía firme sustenta a un país poderoso
capaz de costear un gran cuerpo militar con tecnología de
punta a su servicio. ¿Cuántas personas están
dispuestas hoy a incorporarse a las Fuerzas Armadas?
Objeción de conciencia, en general, frente al servicio
militar obligatorio, y en particular ante cada guerra injusta y
desequilibrada. Como contraparte, existen voluntarios en los ejércitos,
dispuestos a defender el país en caso de conflicto.
Por
Natalia Araya y Cecilia Anríquez
Israel es un país desde su origen militarizado
que invierte parte importante de su presupuesto en armas, ya sea
en fabricación o compra. Los hombres deben cumplir tres años
de servicio obligatorio y las mujeres dos, periodo en el cual no
sólo son entrenados sino que además resguardan territorios
ocupados, cárceles, fronteras y calles para prevenir atentados
palestinos.
Desde 2002 Israel tiene un movimiento de objetores
de conciencia organizado llamado “Coraje” que reúne
570 firmas de oficiales y soldados. Ese mismo año en septiembre
comenzó la última Intifada palestina seguida por un
recrudecimiento de la represión israelí. Desde entonces
más de 180 militares israelíes cumplieron condenas
de cárcel en calidad de objetores que van desde 14 a 42 días,
acumulables. Fueron castigados así por negarse a reprimir
supuestos terroristas o a atropellar los derechos humanos de los
palestinos.
En el 2002, 300 estudiantes de 18 años escribieron
una carta al primer ministro Ariel Sharon exponiendo los argumentos
por los que rechazaban el servicio militar que les era inminente.
Encarcelados, H. Goral y N. Bahart, firmantes de esta carta, entraron
en huelga de hambre para denunciar los malos tratos a los que eran
sometidos en la cárcel por su posición de objetores.
En 2003, trece miembros de la unidad de elite se
negaron a participar en la opresión a palestinos. Los militares
fueron enjuiciados. El diputado laborista y ex jefe del servicio
de inteligencia (Mosad), Dany Yatom, justificó darlos de
baja y juzgarlos, ya que “no deben aprovechar su posición
de soldados de elite para manifestar su posición política”.
EE.UU.: La moralidad de la guerra
En los Estados Unidos, 40.000 soldados son de origen latinoamericano.
Muchos de ellos aún no completan su proceso de nacionalización
y entraron al ejercito con la esperanza de integrarse a la sociedad
estadounidense. Actualmente en el congreso se discute un proyecto
para acortar de cinco a un año este proceso e incluir ayuda
para estudios universitarios y seguros de salud a reclutas.
Camilo Mejía, soldado estadounidense, nacido
en Nicaragua, será juzgado como el primer desertor de la
última guerra. Mejía ya estuvo en Irak, fue atacado
por la resistencia, y vio morir a civiles inocentes. Pidió
licencia temporal y nunca más regresó. “Nadie
se alista en las Fuerzas Armadas para luchar por dinero y petróleo.
No creo que en Irak estemos peleando por armas de destrucción
masiva ni vínculos de Saddam (Hussein) con el terrorismo”
declaró tras entregarse en la base Hauscom AFB.
El 9 de febrero de este año, dos médicos
del ejercito, soldados de primera clase pidieron la baja ateniéndose
a la cláusula de objetores de conciencia un día antes
de que su batallón partiera a Irak. Quieren el despido honorífico
del ejercito porque “la idea de matar los repugna”.
Stephen Funk de 21 años, ex marine, salió en libertad
el 14 de marzo del año en curso tras seis meses de prisión
por negarse a partir a Irak con su unidad. De pasado activista,
marchó contra la Organización Mundial de Comercio
y la globalización. Hoy se declara contrario a la guerra
de Irak por considerarla inmoral. Funk entró a la marina
seducido por el sentido de dirección y pertenencia que prometió
el reclutador, nunca le hablaron de matar civiles.
Chile: presupuesto y conciencia
Españoles y mapuches por la conquista y la defensa,
odio racial, la independencia fratricida, la Guerra del Pacífico.
Fresco en la memoria: el golpe militar de 1973 cuando el ejercito
se volcó contra su propio pueblo y lo sentenció a
17 años de dictadura militar con el triste saldo conocido.
Obligado a defender los territorios recién
conquistados en la guerra del Pacífico, Chile fue el primer
país que instauró en América Latina el servicio
militar obligatorio, en 1900.
Hoy la legislación señala que todos los hombres entre
18 y 45 años deben cumplir con la patria. De los jóvenes
que alcanzan la mayoría de edad convocados anualmente, 23
mil son reclutados- cuatro mil 500 son voluntarios- el resto se
excluye por razones médicas y otro tanto queda en calidad
de disponibles. Sólo los testigos de Jehová y los
hijos de detenidos desaparecidos pueden negarse a realizarlo por
razones de conciencia.
En Chile, profesionalizar el ejercito generaría
gastos que triplicarían el presupuesto actual. Tampoco parece
viable por razones económicas la opción que han adoptado
otros países de cambiar el servicio militar por trabajos
en la defensa civil.
En el Congreso hay una ley pendiente que según
los objetores de conciencia es un retroceso, ya que los hombres
de dieciocho años quedarían automáticamente
inscritos a través del Registro Civil. El servicio militar
sería durante tres veranos para mantener los estudios o bien,
un vez graduados los jóvenes servirían según
su profesión.
Para objetar de conciencia el servicio militar
obligatorio es necesario entregar una carta al Presidente y al Ministro
de Defensa. Como hizo Oliver Carrasco, estudiante de música
en la Universidad de Chile y participante de la Red de Objetores
de Conciencia (ROC). Amparado en la Declaración Universal
de Derechos Humanos, ya que la Constitución chilena sólo
estipula la libertad de conciencia asociada al culto, Oliver quedó
en calidad de infractor.
Cerca de cien jóvenes repiten su historia cada año.
Aunque el ideal para Oliver sería que no hubiera ejército,
reconoce el servicio militar obligatorio. Para él la opción
de objeción es un derecho inalienable.
La contrapartida son quienes optan por enrolarse
en las filas del ejército de manera voluntaria. CTN conversó
con dos de ellos, que pidieron mantener sus apellidos en reserva.
Ignacio tiene 42 años y cumplió con
el servicio militar obligatorio cuando tenía 18, condición
para poder acceder a la reinstrucción que brindan Las Unidades
de Base de Movilización del Ejército (UBM).
Una vez chequeada su condición física y mental fue
aceptado. Los días sábado recibe entrenamiento militar.
En estos años en el regimiento salió a campañas,
realizó cursos de supervivencia y manejo de armas, las cuales
solo pueden utilizarlas al interior de la unidad, al igual que los
uniformes. Está de acuerdo con la objeción de conciencia,
ya que “cada uno tiene derecho a tener sus convicciones”.
Julián es abogado, tiene 28 años y también
hizo el servicio militar voluntario. “Ser voluntario del ejército
me permitió hacer cosas que no hubiese podido sin supervisión
militar. A pesar de ser un abierto detractor de la dictadura militar,
siempre entendí al ejército como una institución
separada de la política. Soy de izquierda, pero también
soy reservista y no tengo ningún problema en decirlo”.
“En caso de guerra se trata de tú
o él en una situación límite, de la defensa
de los intereses de la nación y más aún de
tu propia familia, de tus hijos”, explica Ignacio. “El
acento esta en la defensa y no en la muerte”, sentencia Julián.
Ninguno de ellos ha estado en una guerra, pero están concientes
que pueden ser llamados en caso de conflicto, cuando en algunos
sectores cunde la alarma porque Bolivia reclama una salida al mar
y la forma hostil con que el gobierno argentino se desentiende de
los convenios energéticos.
Parece oportuno revisar ahora que pasa con la conciencia
de los llamados al servicio militar. Cuantos en estas nuevas generaciones,
ilustradas y opinantes, están dispuestos a defender el sentimiento
nacionalista y como hará la sociedad civil para mantener
alejadas las guerras.
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