Adictos al
juego
Apostando a perdedor
Nadie puede
negar que mirar las carreras de caballos o jugar una vez en el casino,
tiene algo de entretenido. ¿Pero qué pasa cuando se
convierte en algo primordial y necesario?
Fuera del terreno
de la entretención están todos los que apostaron algo
más riesgoso. Son los adictos al juego o ludópatas.
Por
Maira Mora y Pamela Ramírez
Hace
más de diez años, cada martes en la noche, los miembros
de la directiva del Club de Boxeo México se reúnen
no para discutir acerca de púgiles sobre el ring, sino que
para tener su propio combate sobre el tapete verde: una partida
de póker.
Dentro
de este grupo, el juego es la excusa para juntarse con los amigos
y pasar un rato de entretención. Sin intención de
ganar grandes cantidades de plata, apuestan un máximo de
50 pesos, lo que convierte a sus partidas en algo inocente.
Uno
de ellos es Juan Cancino, quien lleva 40 años jugando a las
cartas. Con tantos años de experiencia, confiesa sus tácticas
a Con Tinta Negra: “en el póker se necesita mucha psicología.
Conocer al que juega, al otro, siempre, con o sin juego, hay que
tener la misma cara, no alegrarse ni ponerse serio”
Sonia
Carroza es la única mujer del grupo y juega desde niña,
ya que en su familia era costumbre dominical. Ella no tiene la visión
generalizada de que el póker es siempre algo negativo. Así,
entrega a un lado más amable a CTN: “Se puede jugar
por entretenerse, y si se jugara en familia sería ideal,
porque esto ayuda a que la gente se junte. Toda la gente está
enviciada con la televisión, no conversa, y el juego sirve
para salir de eso”
Pero
para algunos no sólo es entretención, sino que puede
tomar tintes más riesgosos. Es en este punto cuando apostar
en las carreras de caballos, jugar en las máquinas tragamonedas
o considerar al casino como su propia casa, se convierte en una
costumbre cercana al vicio, algo que psicólogos y psiquiatras
ya bautizaron como ludopatía.
Obsesionados
con la suerte
Los ludópatas son personas que desarrollan un deseo incontrolable
que les fuerza de forma persistente y progresiva a jugar. Es tal
la dependencia, que el juego se convierte en el elemento central
en la existencia de los adictos, quienes relegan a un segundo plano
su vida personal, familiar y profesional, con el simple hecho de
barajar los naipes.
Desde el punto de vista psicológico el juego de azar es un
reto a la suerte, mediante el cual una persona proyecta sus esperanzas
de cambiar su futuro girando la ruleta o al menos vivir la experiencia
de la victoria contra un potencial fracaso.
“Los sujetos pierden el sentido de realidad, por eso es que
durante el juego se pueden perder fortunas en una noche. Pierden
la capacidad de enjuiciar adecuadamente las consecuencias de su
conducta en un contexto más general, entonces se arruinan,
pierden esposas e hijos” explica a CTN el especialista en
psicología clínica de adulto y profesor de la Universidad
de Chile, Juan Yáñez.
Historia de un vicio
El juego es más viejo que el propio dinero que lo mueve.
Ya estaba presente en numerosas civilizaciones antiguas, como las
de los egipcios, griegos y romanos. De hecho, los naipes eran conocidos
en el antiguo Egipto mucho antes de su llegada a occidente. Las
52 cartas representaban las 52 semanas del año y los palos
(corazón, trébol, diamante y pica) simbolizaban los
cuatro elementos de la Tierra.
Este tipo de adicción ha alcanzado a personajes célebres
en distintos ámbitos, por ejemplo a emperadores romanos como
Augusto y Claudio o escritores como el ruso Fiodor Dostoievsky,
el cual incluso ilustró en su novela “El jugador”
su pasión por el azar.
Los tiempos del casino como un lugar reservado para la elite se
han quedado en el pasado. La enorme expansión de Internet
ha contribuido a que el casino pueda ser visitado desde el mismo
hogar, con lo que ruletas, mesas de póker y tragamonedas
están a sólo un click de distancia.
Jugar cuesta caro
“El jugador fina sangre experimenta un cosquilleo extraño
al penetrar en la sala del casino; el ruido de las fichas lo llama,
como al veterano el tambor que suena a la carga. No cambiaría
por nada ese momento de esperanzas e ilusiones. Es lo mejor de la
partida, así como la salida de la cuadrilla es lo mejor de
la corrida de toros”. Así describió la experiencia
de un jugador frente a la suerte el escritor chileno Joaquín
Edwards Bello, un declarado asiduo a los garitos clandestinos de
principios de siglo.
Ese mismo cosquilleo lo siente Carlos Carrizo en el momento de alentar
a su caballo favorito en el Club Hípico, lugar que frecuenta
desde hace 30 años. En pleno viernes de carreras no se avergüenza
de declarar a CTN: “Apostar, jugar a los caballos es un vicio,
así como el tipo que fuma. Uno quiere venir siempre, ojalá
yo pudiera, si tuviera tiempo vendría cada vez que hay carreras”.
Historias de juego hay muchas, pero algunos de sus protagonistas
preferirían no haberlas vivido para no tener que recordarlas.
“A pesar de que me encanta el juego, me fue mal. Para mí,
lo más lindo que hizo Dios sería la mujer y después
el juego. Pero no se lo recomiendo a nadie, porque no se gana”,
revela a CTN un ex jugador, el cual pidió que su identidad
no se diera a conocer.
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¿Vicio
o simple entretención?
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Luego
de un largo período sumido en la adicción, decidió
dejar el juego para recuperar a su familia que estaba en riesgo
de perder. Sus visitas al casino eran cosa diaria y se extendían
hasta altas horas de la madrugada. En éstas, llegó
a perder millones de pesos. El impulso para detenerse vino de su
hija de siete años, la cual le pidió que no siguiera
con ese ritmo de vida.
Con 30 años fuera de los tapetes, reflexiona: “Uno
al final se da cuenta que no juega lo de uno, sino lo de sus hijos
o su esposa (…) Yo me iba a veranear, dejaba a mi familia
sola, me iba al casino todos los días y llegaba de madrugada,
entonces uno no disfruta a sus hijos ni a nada”.
El casino, hagan lo que hagan sus huéspedes, será
siempre el más inteligente de los jugadores. Para entrar
a él se deben comprar fichas, con las cuales los ludópatas
pierden la noción del dinero. “Puedes tener millones
de pesos (en fichas), pero no los cambias, sigues jugando y al final
todo queda dentro del casino. En el casino no gana nadie, porque
éste te gana del principio”, cuenta el ex jugador.
Vicio para algunos, entretención para otros, dos caras de
una misma realidad. Depende de cada persona cuál es la que
escogerá. Para Edwards Bello es claro: “El juego es
una plaga, sin duda, y los jugadores inteligentes son los primeros
en reconocerla. Soñar cosas bonitas con fichas en la mano,
cuesta caro. Es el deporte más caro del mundo. ¿Enriquecidos
en el juego? Nadie”.
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