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El arduo camino hacia la canonización
Manual para ser santo

Todos quieren ser santos, pero el proceso es más difícil de lo que parece. Llegar a ser canonizado requiere años de esfuerzo y sobre todo de espera.

Hay muchos personas virtuosas en Chile que están lejos de ser reconocidas por el Vaticano. No tienen ni esperanzas de que se les pueda rendir culto. En la carrera para ser santo, son los más populares los que llevan la ventaja.

Por Makarena Estrella Pacheco y Graciela Marín Vicuña


Fray Andresito y Mario Hiriart: camino a la canonización (emol.com)

“¿Qué pasó con la santa? -Ahí está la santa –me contestó-. Esperando”. Este pequeño fragmento del cuento “La Santa” de Gabriel García Márquez refleja en pocas palabras lo engorroso y largo que es el proceso de canonización. Muchas son las causas que esperan años en el Vaticano sin una respuesta, tanto que pueden pasar siglos antes de que la iglesia las reconozca.

Pero en definitiva, ¿qué es ser santo? Como dijo el teólogo Francis Snell a CTN, es una persona que imitó muy cercanamente a Jesucristo y por lo tanto, es digno de veneración.

Sin embargo, no es tan “fácil”. La Iglesia Católica tiene que dar su aprobación para el culto público y es ahí donde cobra relevancia el proceso. Si no, cualquiera sería santo. No basta sólo con que la persona sea admirada a tal punto que despierte espontáneamente la devoción de la gente. La causa debe ser presentada oficialmente al obispo, para que dé inicio a una eterna investigación de la vida, obra y muerte del postulante, que desde entonces recibe el nombre de siervo de Dios.

Así empieza el proceso de documentación e interrogación de aquellos que conocieron al candidato, para poder comprobar que cumple con los requisitos estipulados por la iglesia. Estos serán revisados mil y una veces por distintas comisiones tanto en el país que lo postula como en Roma.

La carrera por la santidad
Todos los casos son diferentes, pero es necesario que el siervo de Dios cumpla determinadas condiciones. Así, no sólo basta con que la persona sea conocida y querida por sus más cercanos, sino que debe haber un grupo más numeroso que lo apoye. Según dijo a CTN el director de la Fundación Mario Hiriart, Pedro M. Dillinger, la fama de santidad que se extiende después de la muerte sirve para vincular el pueblo con el posible santo, para que ellos lo vean como un ejemplo de vida con Dios.

Sin embargo, este montón de gente también tiene fines prácticos. Seamos realistas: la plata no cae del cielo, aunque el mayor patrocinador de la causa sea Dios. Los seguidores del candidato por lo general deben formar un organismo que financie y difunda el caso, porque entre interrogaciones, estudios y publicaciones de folletos el proceso sale caro. Como explicó a CTN fray Juan Rovegno, vicepostulador de tres causas, es distinto tener pagado profesionales que se dediquen enteramente a documentar, que tener a gente trabajando esporádicamente.

Y aunque el dinero no es el tema central para la canonización de un individuo, sin duda importa. El marketing de un santo puede ser un factor decisivo para la agilidad de un proceso de canonización. Según Francis Snell, casos menos conocidos tardan más. No es lo mismo beatificar a un santito de una montaña en Nepal, que a la popular madre Teresa de Calcuta o a José María Escrivá de Balaguer, ejemplos de canonización en tiempo récord.

Porque la fama y el apoyo de la gente sí importa. Según el director de la Fundación Mario Hiriart, si no hay nadie vinculado a un siervo de Dios no vale la pena beatificarlo. Así que la impresión de folletos y santitos son esenciales. Pero, ¿y qué pasa con quienes no tienen dinero? No están perdidos. El Vaticano está consciente y guarda un fondo para las causas pobres.

A los casos flash de Teresa de Calcuta y Escrivá de Balaguer también se les agrega otro factor: que murieron hace poco y fueron personajes muy públicos. No es lo mismo alguien cuya documentación ya está casi hecha por los medios de comunicación, que un hombre como fray Andresito, fallecido hace 150 años y cuyo caótico proceso ha sido abierto y abandonado numerosas veces.

Pero no hay que distraerse. De todas maneras, cualquiera con publicidad no puede llegar a ser santo. Más importante que nada son las virtudes heroicas del siervo de Dios. Rápido o lento, es lo que en definitiva el largo proceso de canonización busca corroborar. Snell es claro, este heroísmo implica ir más allá de lo que haría el común de los mortales, no conocer límites y con ello imitar el sacrificio de Jesucristo. Sin embargo, no hay que confundirse. Esto no quiere decir que el potencial santo sea una persona infalible, sino que es capaz de superar sus vicios terrenales.

Y aunque parezca un exceso, todo lo anterior sólo lleva al título de venerable. Ser beato o santo es otra cosa. Para eso son necesarios los milagros. Se busca un hecho extraordinario para confirmar lo que ya se sabe del siervo de Dios: ayudaba en vida y ahora después de su muerte física lo sigue haciendo. Pero ojo, no es el santo quien hace el milagro, sino Dios. Según fray Juan Rovegno, el santo es sólo “el pitutito” o intermediario.

No obstante, suele suceder que ante la desesperación, se reza a cuánto santo existe. Entonces, ¿cómo se comprueba quién hizo el milagro? Por lo general, se pide a los fieles que recen exclusivamente a un venerable; cosa que si se produce un milagro, ya se sabe quién intercedió.

La larga lista de espera
En Chile, existe una larga lista de posibles santos. Sin embargo, uno de los que tiene más posibilidades es el laico consagrado Mario Hiriart, ingeniero que integró el primer grupo de jóvenes del movimiento Schoenstatt en Chile.

Beatita Benavides, José María Caro, Bernardino Berrios y Fray Francisco Valdés (emol.com)

Como dice el director de la fundación que apoya su causa, Pedro Dillinger, su mayor atractivo es no ser un religioso. Esto cobra especial importancia, si se considera que el Papa Juan Pablo II es el sumo pontífice que más laicos ha canonizado. Según Juan Enrique Coeymans, vicepostulador de la causa de Hiriart, el motivo es obvio: la mayoría de los cristianos son laicos y necesitan ejemplos concretos de santidad laical. El caso de Hiriart comenzó en 1995 y ya está en la última etapa de la fase diocesana.

Pero el proceso de otro popular candidato a santo no ha tenido la misma suerte. Fray Andresito, humilde pastor de la Recoleta franciscana, ha esperado 150 años para ser siquiera nombrado venerable. Y es que en su causa trabajaron muchas personas sin preparación, por lo que su caso ha quedado botado en varias ocasiones. Sólo ahora que su vicepostulador es Juan Rovegno, las cosas han avanzado más rápidamente. Al igual que Mario Hiriart, está finalizando la fase diocesana.

Y como estos ejemplos, hay muchos más. Beatita Benavides, José María Caro, Martín de Aranda, son sólo algunos de ellos. Hay un santo para cada gusto. Como dice Juan Rovegno, “esto de los santos es un abanico inalcanzable”. Sólo les queda esperar.

El proceso

La Iglesia Católica tiene un rígido sistema para lograr la canonización de los siervos de Dios. Su objetivo es comprobar que el candidato cumple con los requisitos para convertirse en santo: es decir, que en vida cumplió con las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad), las virtudes cardinales (prudencia, justicia, fortaleza y templanza) y los compromisos de su orden eclesiástica.




Fase diocesana

Un grupo de personas (diócesis, laicos o congregación) con personalidad jurídica nombran un postulador general, quien ayuda en la causa desde Roma y a un vicepostulador, quien lleva la causa en el país de origen. El Vaticano debe dar el permiso Nihil Obstat, que confirma que no hay ningún “obstáculo insuperable” para que el sujeto se pueda convertir en venerable. Una vez dado el permiso, se procede a abrir el proceso de canonización. Para ello, el obispo constituye un tribunal eclesiástico, compuesto por sacerdotes y laicos, que tomarán los testimonios de todas las personas que conocieron al siervo de Dios. Al mismo tiempo, recopilan todos los documentos del candidato para hacer una investigaciones históricas y teológicas sobre su vida. Así, se corrobora que el candidato vivió la fe cabalmente.
Fase Romana
En Roma un tutor nombrado por el Vaticano elaborará la Positio, una especie de tesis en la que se recopilan y revisan todos los datos recogidos en el país de origen. Una vez listo, se entrega en la Congregación para las Causas de los Santos. Allí, pasa por la revisión de tres comisiones: histórica, teológica y una de cardenales y obispos, cada una con siete miembros que dejan su voto acerca de la virtuosidad del sujeto y sus comentarios dentro del libro. Si hay acuerdo, la causa puede finalmente llegar hasta el Sumo Pontífice. Entonces, él firma el decreto que finalmente declara al siervo de Dios venerable.
Milagros
Para llegar a ser beato o santo se tiene que pasar primero por todo el proceso anterior, pero además se necesita un milagro; para ser santo otro más. Esto no cuenta para los mártires; si se comprueba que murieron en nombre de Dios, son inmediatamente canonizados.
Para revisar los milagros hay que pedir nuevamente que el obispo nombre un tribunal eclesiástico, en el que deben haber al menos dos médicos. Éste recibe los testimonios de los testigos del milagro y también reúne el material médico que corrobore lo inexplicable del caso.

 

Sitios Relacionados:
Santa Sede - El Vaticano
Pag. de Mario Hiriart
Pag. de Fray Andresito

 

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