Desde 1966 y hasta este año, el sistema de ingreso a las universidades
se ha mediado con la Prueba de Aptitud Académica
(PAA), ese prolongado test que ha acechado como nube oscura a cada
estudiante de enseñanza media y que
ha decidido, según el puntaje logrado, la carrera y establecimiento
en que se cursará la educación superior. Así, la
PAA ha aparecido hasta hoy en día
como la marca que define el futuro de los alumnos. Es la primera
prueba decisiva de sus vidas y el paso más importante para el resto de sus
días, en el que un buen puntaje
es síntoma de probable éxito (por dudosas que sean dichas afirmaciones)
y uno malo... no hay muchos comentarios al respecto, pero se recibe
con frases de lástima, promesas de nuevas oportunidades y caras de
funeral.
Para evitar la segunda situación se
hace énfasis en preparar el examen lo mejor posible, y es ahí donde entran en juego los preuniversitarios, unas prácticas
instituciones de enseñanza cuyo fin es que sus alumnos obtengan
los mayores rendimientos posibles en la PAA para así lograr sus metas y pasar la prueba, como arengaba el profesor Banderas en la publicidad del
preuniversitario CEPECH.
Aparecidos hace 25 años, se han constituido
en un escalón ineludible
para los aspirantes a la universidad. Y pese a lo cursi de las propagandas,
la utilidad de los preus ha
dado frutos concretos que cada año llevan a sus aulas a miles de
estudiantes de tercero y cuarto
medio junto a los que buscan una revancha de segunda y tercera oportunidad.
Tan formidable es el sistema que ha sido copiado por varios
colegios, que ofrecen dicha preparación para los pupilos (los días
sábado y fuera del horario de clases regulares)
y que incluso han montado sus propias sedes dedicadas al
preuniversitario abierto al público en general, como es el caso
del Instituto Nacional.
Sin embargo, el crecimiento explosivo
del hábito preuniversitario se debe, más que a un afán altruista
de ayuda para entrar a la universidad, al buen negocio que ha resultado
ser. Con cursos de 40 alumnos en promedio por cada módulo de preparación
para cada prueba, dependiendo del lugar donde se haga, el valor
de un año de preuniversitario va desde los 80 mil pesos
por un solo ramo, hasta los 600 mil pesos por la preparación
de la PAA (Verbal, Matemáticas e Historia de Chile) junto a dos
pruebas específicas a elección, sin contar las matrículas. Sacando
cuentas, con un solo curso se da un ingreso de 3,2
millones de pesos y
con cursos de alumnos que hayan tomado los cinco módulos se puede
llegar hasta los 24 millones de pesos.
Este es el último año de la PAA como
tal. A partir del próximo se establecerá el SIES (Sistema de Ingreso
a la Educación Superior), un test que pretende medir realmente aptitudes,
con mayor subjetividad y
cabida a lo creativo, más ajustado a los programas resultantes de
la reforma educacional. Pero para los preuniversitarios es un nuevo
desafío y ya tienen preparado el plan para el próximo año.
Siguiendo las líneas de los años anteriores
en los precios, el Preuniversitario Pedro de Valdivia, uno de los
que más ha crecido con cuatro sedes en Santiago, más las de Concepción,
La Serena y Antofagasta y con proyecciones a seguir expandiéndose
tanto en la capital como en regiones. Tiene una matricula de 28
mil pesos, y los valores para cuatro
cursos son de 402 mil pesos anuales. Con cerca de 500 alumnos por
sede y excelentes resultados, se toman con tranquilidad el futuro.
La plana de profesores no presentará mayores cambios y desde mediados
de este año se están organizando los informes que guiarán a los
docentes frente a lo que será el SIES.
Por su parte, el preunivesitario CEPECH
ofrece los cuatro cursos a $302.750 y cinco a $353.200. La matrícula
es de 11 mil pesos sin ningún beneficio y de 22 mil pesos con un
CD-rom de apoyo. Aquí tampoco se prevén grandes variaciones respecto
a lo que se ha hecho tradicionalmente. Según Miguel Pozo, profesor
de Historia, “el cambio es en la prueba, nuestros métodos no quedarán
obsoletos porque todos somos profesores. Puede ser un cambio de
forma y fondo en la aplicación y la medición de las aptitudes, pero
las técnicas de enseñanza y la necesidad de los preuniversitarios
no van a disminuir por ello”.
Entre las estrategias usadas por CEPECH
para captar alumnos está el hacer que los ya matriculados convenzan
a sus amigos para entrar, con premios que van desde una agenda electrónica
hasta una televisión.
El Preuniversitario Nacional, “con
menos publicidad pero buenos resultados” en palabras de la secretaria
encargada de las inscripciones, cobra una matrícula de $23.000 y
los cuatro cursos cuestan 390 mil pesos por pago al contado y 436.800
si se paga en cuotas. Aunque no se profundizó en las reformas de
cara al SIES, la funcionaria aseguró que “nuestra calidad no decaerá
ya que hace tiempo estamos haciendo los ajustes necesarios para
que no haya problemas”. Panoramas similares (aunque menos onerosos)
se dan en los preuniversitarios Antares, Feusach y Preutech, donde
aseguran que el cambio de la PAA al SIES no significará una baja
en su labor, porque están trabajando con mucho tiempo de anticipación
para adaptarse a lo que será la nueva prueba.
Así, los preuniversitarios se mantienen
firmes como un establecimiento de tránsito entre el colegio y la
universidad, sin importar el sistema que se ocupe para el ingreso
a la educación superior. Herencia de la PAA, están para quedarse
en el universo educativo chileno, como la herramienta más eficaz
a corto plazo para asegurar la entrada a la universidad.
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